T1. Capítulo 25: Sólo dos palabras

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¿Qué pasó? ¿Qué dijo? ¿Qué hizo?¿Por qué abrió? - me bombardeó a preguntas la Señora Carla.

- Em... - la miré y con el gesto de mi cara lo comprendió todo, no hizo falta explicarle nada más. No podía contarle eso a la Señora Carla...

Cuando se abrió la puerta me giré atónita y lo que me encontré no sé describir muy bien lo que me hizo sentir. Ella intentaba estar serena pero pude ver amor en su mirada y sobre todo... sobre todo dolor por lo que veía en mí... Mi imagen debía ser deplorable...

Estiró su mano haciendo que yo alzara la mía para dársela y cuando entraron en contacto, la sujetó con fuerza y tiro suave pero firmemente de mí para que me levantara. Luego sin soltarme me condujo hacia el interior y cerró la puerta tras de mí. Soltó mi mano y se me quedó mirando sin decir nada, su expresión continuaba intacta hasta que unas lágrimas empezaron a asomar por sus ojos.

Me sorprendió esa fragilidad en ella, sus ojos se humedecieron en cuestión de segundos y sus lágrimas se derramaron sin necesidad de parpadear, simplemente resbalaban por su cara sin pedirle permiso.

Yo ya no lloraba, a decir verdad, no sé ni lo que pensaba, ni lo que sentía... Solo estaba ahí parada, contemplándola.

Ella se acercó lentamente a mí y me agarró la cara con ambas manos. Apretó sus manos agarrándome del pelo por un instante mientras su cara podría recitar el mayor de los poemas sobre impotencia humana.
Se mordió el labio con cierta rabia y respiró hondo apretando la mandíbula. Yo no sabía qué pensar... Por primera vez desde que la conocía, mirarla a los ojos no era suficiente para saber lo que pensaba. Posó su frente sobre la mía y su mirada se relajó un poco antes de volver a separarse.

Llevábamos minutos mirándonos directamente a los ojos y sin dejar de hacerlo, sujetó con firmeza mi sudadera empapada y me la quitó tirando de ella hacia arriba. Con mi camiseta hizo exactamente lo mismo. Yo no estaba nerviosa como otras veces, prácticamente no sentía nada, estaba en otra parte, expectante, fuera de mí...

Miró hacia el suelo y me quitó las deportivas con sus pies, pisándolas y apartándome la pierna.
Después se arrodilló y desabrochó los botones de mi pantalón... Tiró de ellos con rabia, también estaban empapados y completamente pegados a mi cuerpo.

No me atreví a sujetarme en sus hombros al a hacerme levantar los pies para quitármelos, así que me sujeté a la puerta.

Sin decir nada y nuevamente estando de pie, miró mis calcetines y los señaló con su cabeza para que me los quitara. Así lo hice.

Edurne estaba tirando mi ropa mojada por el salón, siendo completamente indiscriminada con sus muebles que sufrían los impactos de mi ropa lanzada por los aires.

Apartó su mirada de mis ojos y contempló mi cuerpo casi desnudo, volvió a mirarme a los ojos y me agarró la cara con decisión antes de besarme. Lo hizo sin pensarlo y aprisionando mi cuerpo contra la puerta. Yo no me lo esperaba y al principio no respondí, pero ese beso no hacía más que buscarme. La agarré de la cintura y la atraje a mi cuerpo, necesitaba tocarla, sentirla... Ella comenzó a andar hacia atrás hasta que llegamos al sofá y me tiró bruscamente sobre él. Yo quedé sentada y contemplándola casi asustada, Edurne estaba rarísima.
Ella me miraba también pero eso duró poco. Se lanzó sobre mi cuerpo y comenzó a besarme de nuevo. Sus manos recorrían frenéticamente mi cuerpo, me agarraba los muslos y apretaba mi carne entre sus dedos mientras me respiraba en la boca, mordía mis labios, me chupaba el cuello, bajaba a mi escote para hundir su cara en él. Yo estaba muy excitada, mi respiración iba a mil por hora y no entendía lo que estaba ocurriendo. Ella comenzó a tocarme los pechos mientras me besaba el vientre y volvía a mi boca. Llevaba un ritmo frenético.

La nube de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora