T1. EPÍLOGO

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Tres meses después...

- Alma cielo, ábrele la puerta a Harry - dijo Edurne.

Yo salía de la ducha muy relajada y con una toalla en la cabeza y a penas entendí a lo que se refería hasta que miré hacia la cristalera que daba al jardín y vi a Harry arañando el cristal para que le abriésemos la puerta.
Sonreí y deslicé el gran ventanal para que pasara.
Lo dejé abierto, aún era verano, muy temprano y no hacia excesivo calor a esas horas así que salí fuera, puse una toalla en el suelo y me tumbé sobre el césped con los rayos de sol golpeándome la cara.
El otoño estaba a punto de llamar a la puerta.
Harry, que solo había ido a beber agua, volvió y se puso sobre mi vientre.
Su cuerpo daba calor de más, pero era tan adorable que solo pude sonreír y acariciarle la cabecita mientras él cerraba los ojos tranquilo y relajado.

Aún me preguntaba cómo era posible que eso fuese real. Estaba en Italia, con la mujer de mis sueños, un perro adorable, una casa no muy grande pero más que suficiente para nosotras y Harry. Tenía jardín y una pequeña piscina. Había conseguido plaza en una escuela para jóvenes escritores y ya casi hablaba el italiano a la perfección. Edurne tiene familia y amigos aquí así que me he adaptado muy rápido. También me consiguió un trabajito que podré compaginar con los estudios y está muy cerca de casa. Es una pequeña frutería y mi jefa es una señora mayor adorable. Era todo perfecto. Bueno... Mis padres aún no lo entendían y creo que aún odian a Edurne pero Leo se ha ocupado de eso. Tengo al fin y al cabo, el mejor hermano del mundo. Cuando llegué se lo explicó y se ganó una buena bronca por ayudarme pero Leo me dijo que no me preocupara, que necesitaban tiempo y que seguro que ellos harían lo que fuese por nosotros y terminarían entendiéndolo. No sé si tanto como entenderlo, pero si parece que lo respetan. Supongo que prefieren eso a que me enfade con ellos por no apoyarme. A veces los padres hacen imposibles por nosotros, pero amo a Edurne y ella me ama a mi y Leo está siempre pendiente de que esté bien. Hay días en los que pienso que no merezco tantas cosas buenas. Estamos constantemente en contacto con Sara, Cata, Hugo y c. Incluso con la señora Carla, que me encontró un día por las calles de Nápoles y no paró hasta que le presenté a Edurne. ¡Qué mujer!

Edurne también está genial. Tiene trabajo de profesora en un instituto cercano así que cuando comience el curso tendremos más o menos los mismos horarios y podremos vernos mucho.

Estaba siendo un sueño... Aún recuerdo cuando crucé aquella puerta y...

Tres meses antes...

Crucé la puerta y miré a lado y lado ilusionada esperando encontrarla pero no fue así. No lograba verla, quizás me había equivocado de lugar o...

- Por fin... - oí esas palabras de una voz rota y dulce en medio de un suspiro de alivio al que parecía adornar una sonrisa.

Miré de inmediato hacia atrás y la vi sonriéndome de par en par.

Abrió los brazos y me aferré a su cuerpo como si no hubiera un mañana. No pude evitar llorar.

Estuvimos unos largos minutos así sin movernos y sin decir nada. Solo abrazándonos como si estuviésemos solas en el mundo y llorando como si fueramos dos niños pequeños.

- Te he extrañado tanto... - me dijo al oído.

Yo aún no podía hablar. Me limité a apretarla más entre mis brazos.

Unos segundos después se separó un poco y me agarró la cara. Por fin veía esos ojos verdes mirándome de nuevo. Sonreí, sonrió y nos besamos.

Salimos de allí agarradas de la mano, sonrientes y sin decir nada.
Llegamos hasta el aparcamiento y nos montamos en su coche. Las vistas eran impresionantes, todo tan bonito y con tanta luz...
Tenía la ventanilla del coche bajada y el viento movía mis cabellos de lado a lado. Bendito el momento en que decidí dejar de mirar el paisaje y la vi a ella conduciendo. Estaba tan sumamente guapa que no volví a mirar por la ventana. Ella lo notó y me sonrió, dejando su mano sobre mi muslo.

La nube de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora