T1. Capítulo 14: Conociendo los límites

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Después de enviarle una foto a mi hermano donde aparecíamos Cata, Hugo y yo en pijama hacía un par de semanas, Edurne y yo pasamos un buen rato abrazadas en el sofá, viendo la televisión, aunque yo más bien estaba haciendo ver que la veía. La tenía tras de mí, abrazándome por la cintura y estábamos viendo la típica película mala que ponen por la tarde para que la gente se duerma la siesta, pero yo era incapaz de pensar en algo que no fueran sus manos recorriéndome de arriba a abajo el brazo.
Nos cubría una manta a ambas pero ella seguía preocupada por mi temperatura.

- ¿Tienes frío? - preguntó.

- Edurne, la piel de gallina y los escalofríos no son por la temperatura - le aclaré.

- Voy al baño - pasó por encima de mí y desapareció de mi vista.

¿Le había molestado el comentario? Lo cierto es que me daba igual, ella sabía perfectamente lo que provocaban en mí sus caricias y no entendí el porqué de tanto asombro.

Me acomodé en el respaldo del sofá aprovechando el espacio y cuando llegó de nuevo al salón, se percató de que le había quitado el sitio.

Le abrí la manta delante de mí para mostrarle donde quería que se colocara, puesto que estaba mirando el sofá de al lado, supongo que pensando en colocarse ahí.
Sonrió y me hizo caso. Ésta era la mía, iba a devolverle las caricias, necesitaba saber qué provocaba yo en ella.

Dejé que se colocara y se relajara mirando la película hasta que coloqué mi mano sobre su cintura y se movió algo tensa aunque intentó disimularlo. Yo sonreí por eso y decidí comenzar a mover el brazo acariciándole las costillas, entonces noté que un escalofrío la recorría y sonreí. Decidí acariciarle debajo de la camiseta esta vez y se tensó aún más, aunque no me dijo nada.
Ella me había puesto en evidencia un millón de veces y yo no iba a parar ahora, le di un beso detrás del cuello y ella trató de esconderlo, pero le di otro en el hombro e hice que me mirara sorprendida, entonces colé mi brazo, que yacía bajo su camiseta, y lo deslicé desde sus costillas hasta su vientre rodeándola por completo y pegando su cuerpo al mío. Ella me frenó y se giró hacia mí.

No me dijo nada, solo me agarró la cara y reposó su frente sobre la mía antes de respirar hondo y mirarme fijamente.
Entonces me di cuenta del ritmo acelerado de su respiración y de su piel de gallina, aún presente en sus brazos.

- Alma... - dijo en un suspiro y bajando la mirada.

- Tranquila - le dije y me miró de nuevo - solo quería saber qué pasaba si era yo la de las caricias.

- Pues que me vuelves loca, Alma.

No esperaba esa respuesta y tragué saliva. Hubo silencio mientras nuestras respiraciones se calmaban.

- No pienso pedirte perdón - le dije.

- No esperaba que lo hicieras - dijo sonriendo. Empezaba a conocerme...

- Bésame - le pedí.

- No.

Hubo silencio de nuevo y bajé la voz para volver a hablar.

- Bésame.

- No...

Tras otra pausa, volví a insistir.

- Bésame - le dije en un susurro.

Negó con la cabeza y me abrazó.

- Duerme conmigo - le pedí ahora.

- Ya iba a quedarme, Alma. No voy a dejarte sola.

- Duerme conmigo, Edurne... en mi cama.

- Cariño... no...

La nube de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora