Polvo brillante (EXO).

Canciones por caridad. (KaiSoo)

Jongin está sentado en la parte trasera del auto negro y brillante de sus padres, es día de Navidad y los tres decidieron ir a cenar a un lujoso restaurante para disfrutar aquel espagueti con una copa de vino blanco que tanto les gusta.

-Jongin, hijo, ¿qué te gustaría que te regalemos? -preguntó su madre desde el asiento de copiloto con una sonrisa gigante.

Es tan falsa.

-Les he dicho que no quiero nada, gracias de todos modos -respondió sin poder evitar el tono molesto en su voz.

-¡Jongin, que tengas la mayoría de edad ahora no significa que puedas hablarnos así! -intervino su padre desde el volante. -Es Navidad, no empieces de nuevo.

El moreno sólo soltó un suspiro resignándose y se acostó en el asiento, puso sus audífonos azules en sus oídos mientras desbloqueaba su celular, reproduciendo Run de BTS, esperando llegar al local. Les tomaría horas llegar ahí, el tráfico era horrible.

Apenas empezó el primer coro y sentía un calor recorrer su cuerpo, sus ídolos nunca fallaban al mejorar sus días. Pronto se encontró pensando en Rap Monster y sus pantalones ajustados.

"Dios mío, es tan sexy. Padre, ya se que quiero de Navidad. ¿Puedes conseguirme una follada con Rapmon? ¿Sí, síiii?" Pensó mientras reía un poco.

Mientras estaba acostado empezó a cantar bajito y a intentar hacer la coreografía, en realidad parecía algún pez fuera del agua, se retorcía de aquí para allá de una forma nada agraciada, agitaba sus flacuchos brazos y piernas exageradamente. De pronto, de tanto moverse dejó caer el celular y como si fuera fuego extinto, la inspiración se cortó. Suspiró pesadamente como por milésima vez en el día y se acomodó en su asiento, sentándose como una persona decente. Recogió su viejo y dañado celular y después de tanto rondar por su lista de canciones, se decidió a poner una tranquila, después optó mirar por la ventana.

Pasó un rato y no había nada interesante que ver, sólo pasaba gente caminando apresurados en llegar a casa a disfrutar con su familia, algunos regresando del trabajo con un café en mano, otros absorbidos por su celular y otros cuantos disfrutando con sus parejas. Todos abrigados con bufandas, guantes y sacos gruesos, el frío era intenso desde que el día interior había nevado.

Siguió viendo a la gente pasar por un largo tiempo hasta que algo llamó su atención, al pararse en un semáforo pudo divisar a un chico que parecía de su edad. Estaba sentado en un callejón con una pequeña fogata improvisada, echa de papeles, periódico y algunas ramas. Vestía tan sólo un suéter delgado con un la silueta de un gato bordado, unos desgastados pantalones de vestir color caqui y unos tenis, diferentes cada uno y rotos por doquier. Tenía el cabello negro y un poco largo, se veía sucio y tieso. Cejas gruesas, ojos grandes como si estuviera sorprendido, una nariz pequeña y unos labios voluptuosos. Pero lo que más llamó la atención fue su piel, deslumbraba con el fuego y a pesar de verse cubierta por suciedad, parecía de porcelana. Con sus mejillas cubiertas en lagrimas, a Jongin le pareció un muñeco abandonado.

Recuerda una vez estar viendo en su laptop una galería de fotos tenebrosas tomadas después de una guerra, había algunas que mostraban cuerpos apilados, otras cascos de soldados, niños buscando comida entre los restos de su pueblo, gente llorando y personas abrazándose en consuelo. Pero ninguna de ellas le había conmocionado tanto como ver una donde una niña sostenía a su muñeco de trapo con todas sus fuerzas, tal vez pensando que su adorado combatiría con todos los males.
Esa foto se coló a su mente sin permiso, viajando hasta su corazón que se sintió apretujado.

El semáforo continuaba en rojo y su mente con un millón de pensamientos rondando.

Sin pensarlo, abrió la puerta de su carro y corrió con destino al chico, ignorando las preguntas y exclamaciones de sus padres. En poco tiempo se encontró frente a él sin saber que decir. Hace unos segundos pensaba hasta en el origen del universo y ahora, viéndolo de cerca, estaba en blanco.