Lo amaba. Con una intensidad inigualable. Lo amaba. Como ninguna mujer iba a poder hacerlo. Lo amaba. Donde sea que estuviese. Lo amaba. Hasta que mi alma se desprendiese de este cuerpo. Lo amaba. Tenia la inmensa suerte de hacerlo.
Me gustaba su sonrisa, sus ojos, su risa, su cabello, sus manos encajando con las mías y su voz que me hacia volar con sólo decir una palabra.
Quisiera saber cuantas veces he mirado su sonrisa, es mi debilidad. Cuando él sonreía una pizca de mi corazón se volvía loco, y me iluminaba el camino. Era la clase de sonrisa que ninguna persona podría superar, me había dado cuenta de que yo únicamente quería ver la sonrisa de él.
Sus ojos color cafe, eran el alivio de mi día cansado. Ahí es donde solía ir todos los días, en el laberinto de sus ojos. Estaba rodeada del más grande y siniestro amor, sin embargo a pesar de eso me gustaba perderme en ese cafe que te pierde o que te deja pensando cuanto lo amas, pero yo pensaba que el amor no tiene porque ser palabras si no debe sentirse.
Su risa, la melodía más dulce, el sonido más hermoso. Cuando la escuche por primera vez mi cuerpo tembló, se me erizo la piel y no quería parar de escucharla. Cada vez que hablaba con él y se reía me dedicaba a grabar tu risa en una caja roja, que esta justo de lado izquierdo por debajo de los hombros, ahí es donde lo guardaba, donde mis mas sublimes deseos se veían gozosos de haber hecho eso, y ahora me dedico a cuidar esa caja.
Su cabello, color castaño, color que me paraliza por completo. Era inigualable. No era un cabello como de los demás, era de él y eso es lo que lo volvía único para mi. Para mi no hay hombre más bello que él. Y sobre todo si iba amarlo quería hacerlo queriendo todo lo que él odia de si mismo. Su cabello deslumbraba la alegría que sentía cuando lo veía. Cada vez que cepillaba su cabello dejaba en él una gota de mi amor el cual yo tomaba y lo guardaba en la caja roja. Le amaba sobre todas las cosas. Deseaba con todas mis fuerzas que me amará tanto como yo lo amo a él.
Siempre que estaba conmigo juntaba las manos con las mías, y eran como un rompecabezas. Estaban hechas para estar unidas para siempre. Si el amor no era lo que nos unía entonces nuestras manos lo hacían. El calor al sentirlas era indescriptible, era más que un simple calor, es el calor del amor, el amor entre él y yo. El sostener sus manos por un largo tiempo era mi adicción, lo que más deseaba por resto de mi vida. Quería que esas manos solo encajaran conmigo, que estuvieran unidas hasta que la muerte nos separara. Le amaba, te juro que lo amaba.
Su voz, aquella y dulce sinfonía. Era el timbre llamando a la caja roja, es la parte que me dejaba indefensa. Cuando él me susurraba al oído, me ponia débil, eso me hacia él, es más que un hombre, para mi es el alivo de mi soledad, la calma de mi dolor, mi canción favorita, el poema que siempre quiero recitar, era más que un amor. Nuestro amor era distinto. Nosotros eramos diferentes. Desde en el momento en que pronuncio mi nombre sabía que él era para mi y yo para él.
No había nadie igual a él. Se que hablo tanto acerca de nuestro amor, pero es que nada puede compararsele. Ni el más grande universo era tan grande a comparación de nuestro amor. Estábamos rodeados de un inmenso mar de amor.
Así es nuestra vida entre él y yo.
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Micro Cuentos
Short StoryUn libro de muchos cuentos cortos inventado para un fin meramente entretenido y desahogo de mi alma. Se contarán cuentos de todo tipo así que te recomiendo discreción. Algunas de estas historias son ficticias y otras verdaderas.