El odio.

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Personajes:
Florencio, rey de Galonia.
Fernando III, hijo del rey actual.

Lugar de la acción: Jardín del palacio.

Acto I
Escena primera
En el jardín real.

(Entra el rey de Galonia al jardín real)

Rey. —Dios, en lo alto que estas, he estado padeciendo las hazañas que me has encomendado, ¿qué será ahora de mi? Pues bien, has de saber que mi mando casi se acaba, gracias a la desgracia que ha venido a mi. Déjeme informarle que he sido merecido de algo terrorífico he inmoral, soy una persona realmente desgraciada, ahora debo decir que estoy muriendo atroz y lentamente por una enfermedad: “la conciencia ”, ella quien me mata en un ahogado pensar de sentimientos, no he sido yo el que ha buscado todo esto, ha sido por el bien de mi reino y a pesar de haber evocado a un bien, me siento incapaz de cubrir este manto de arrepentimiento y dolor con palabras de alegría, sabe usted que esto no es culpa mía, a ocurrido y yo he protegido lo que es mio. Quiero vivir feliz, me agobia mi soberbia, sé perfectamente que eso no le agrada a mi mujer, a mi reina, sin embargo es usted quien conoce mi corazón ¿no es así? Yo soy una persona capaz de llevar todo esto a un bien, mira pues todo este reinado, bien merecido que lo tengo, ¿qué pasara cuando yo me vaya? Es ahora donde debo decirle que me ha condenado el desasosiego, y no es culpa vuestra, yo soy merecedor de todo sentimiento y si he de morir por culpa de mi mente que sea en este momento porque la profunda angustia se apodera de mi cuerpo.

(El rey se acuesta en el pasto.)

¿Cuándo acabara todo esta lujuria y malestar que tanto se apodera de mi cuerpo? Todo esto me ha traído inestabilidad y yo me deje caer en el poder del pueblo, ¿qué será de mi, de mi hijo y de mi reina? ¿Pondrán ellos ser capaces de ser valientes y tener la fortaleza para seguir adelante y regir una nación solos?

(Entra Fernando.)

Fernando III. — ¿Qué ocurre padre mio? Le he visto una cara angustiosa, ¿sucede algo de lo cuál no me he enterado? Sabe que estoy a su disposición y soy de usted su más noble escuchador.

Rey. —Hay hijo mio, estoy compadeciendo los males que trae la vida, pues bien sabes como es la vida. Algún día también tendrás que pasar por lo mismo y vuestro corazón cambiara y vuestra cabeza perderás. Hoy, tal vez he sido frío con vuestra presencia pero no es culpa vuestra, sino mía, ya sabes como son estos tiempos, ya casi debo irme y ustedes se quedaran. Todo esto queda bajo tu disposición y ahora seré yo el que corra bajo los riesgos de la vida siendo sirviente de la vida y probablemente ser un noble de un rey.

Fernando III. —¿Por qué dice semejante cosa? Ha sido mi madre que lo a obligado o cumplir un mandato, porque estoy seguro que eso es muy atroz y no debería ser ella quien hiciera esas órdenes, si bien, yo puedo ayudarle a usted padre mio, hablare con ella sobre el caso y todo estará resuelto.

Rey. —No es eso hijo mio, es otra calamidad que no puede ser contada a cualquier hombre, ahora bien, sabes que ahora mi alma se regocija en el mal y estoy pasando el día viendo aquella nube que se mezcla con aquella otra.
Fernando, quiero que sepas que he causado algo de lo cual estarías avergonzado de tu padre, de tu rey, por ello esto tiene que estar en gran silencio.

Fernando III. —Vuestra ordenanza sera cumplida y lo que mande mi padre será hecho. Yo soy leal y fiel hacia usted y vuestra presencia, así pues, le invitó que me hable de lo que tanto le sofoca y confíe en mi, porque yo soy vuestro hijo y nunca le fallaría a mi rey, a mi padre.

Rey. —Gracias hijo, por darme vuestra eterna confianza, debo empezar con el relato, pero antes de que digas algo sólo quiero que sepas que todo esto ha sido por protegerlos.
Aquella noche en la que dije que saldría a caminar fue una mentira, he deshonrado vuestra lealtad, no obstante, permiteme continuar; aquel día fui a encontrarme con alguien, vuestra mente quizás lo recuerde y efectivamente con Minglo, el rey que todos aman, el rey de Furcix. Así que fui a su encuentro a mitad de Sirviz, claro, fue a caballo, porque caminar una milla entera no es de mi placer, además de que alguien lo hubiese notado. Pero te preguntarás: “¿Por qué has sido capaz de ir a buscar a Minglo a un lugar lejano de tu hermoso castillo?”. Días antes, se me había mandado una carta, la cual me entregaron a solas, ya que ha decretado hacer así su ordenanza. En aquella carta decía que debíamos evitar nuestras diferencias y arreglar esto golpe a golpe, muerte a muerte, así que fui citado a mitad de Sirviz para lograr nuestro combate, y ya sabrás como iba vestido, vuestra alteza iba de sus mejores galas y con su espada tan bien cuidada y a la que le doy tanto cariño. Al llegar ahí Minglo ya se encontraba ahí, dio un discurso largo y muy falso que casi le metía una bofetada para que se callara, aguante todo y cuando empezó el combate algo extraño sucedía dentro de mi espíritu y mi alma, era la ambición, el deseo de evitar que este hombre viviese más. Al final termine matándolo y como acordamos en la carta debíamos ocultar el cuerpo del rey que perdiera. Había estado tiempo pensándolo hasta que decidí cavar con mis propias manos el lugar donde se reposaría el cadáver de este rey. Hijo he cometido un pecado y esto será juzgado por dios, pero mientras nos encontremos aquí, lo único que me juzga es mi propia conciencia y arrepentimiento, y ya mi alma esta en sus peores días, sin embargo, todo esto terminará hijo mio, pues soy consciente de la abominación en la que tu padre se ha metido pero disculpadme porque hoy es ultimo día que vuelvas a saber de mi.

(Se levanta el rey del pasto.)

Hijo, hoy termina mi legado y mi poder, pero hoy comienza el tuyo.

(El rey mete su mano a los bolsillos y saca un cuchillo.)

Continua con el alma pura y sed guiado por la verdad y la justicia, evita el rencor y el odio pues no quiero que termines en las manos de ellos y quedes como tu padre, se fiel a tu corazón y vivir, vivir por mi.

(El rey se clava el cuchillo en el corazón.)

Fernando III. —¡Oh! Padre mio, todos hemos caídos en las manos de los pecados, no obstante, vuestro pensamiento es más fuerte que todo los deseo que le invaden en vuestro corazón. Usted, padre mio, se ha dejado influenciar por los malos hábito de las malas personas y se ha convertido en lo que es ahora, siempre tenía que mantener su mente en las cosas preciosas del interior y no del exterior, porque es ahí donde su ser y alma debe estar.
Ahora me deshonra, me había hecho la idea de que usted era alguien que evitaba todo mal de su mente y tenia en mis pensamientos contemplada su imagen, pero gracias a lo que ha acontecido, no quiero ser nada más parecido a la realeza, quiero ser lo más parecido a mi, y disculpe que ofenda a vuestra majestad, sin embargo, ha ofendió mi presencia y nuestra descendencia con vuestro acto y como usted dijo que si ha de morir que sea en este momento, porque no me gustaría verle aquí, ver como vive con ese arrepentimiento y más sabiéndolo yo. Pero no se preocupe por su secreto, será cerrado con llave en mi mente y boca, no obstante, este instante será avivado el día de su fúnebre funeral y voy a sentir alivio de no haberme convertirme en usted.

N/A: Gracias a los que leyeron esta pequeña historia, o guión teatral, como quieran llamarle. Esta historia ha sido inspirada de la obra Hamlet de William Shakespeare. Los lugares y el nombre Minglo han sido inventados por mi, así que eviten tratar de averiguar si hay un origen tras esto.

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