Capítulo 4: Días Tormentosos

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Llovía, era de esas tardes odiosas y hermosas de lluvia.

El olor a césped húmedo y hojas agitadas por el viento se colaba por mi ventana con ráfagas refrescantes ante un inmenso calor. Si, era de esos días calurosos de verano en donde decide llover, pero aún así la temperatura no bajaba, como un clima tropical.

Tengo aire acondicionado, pero el viento natural era más que bienvenido, así que me felicité por haber dejado la ventana abierta, o quizá fue esa persona quien la dejó así.

Que gran bochorno...

Cuando desperté, al día siguiente, osease hoy, estaba así, lloviendo. Desde ayer que vi a Dante, estuve durmiendo. Causa claramente del alcohol y la medicación en un cóctel somnífero.

Mi vida es tan envidiable.

La lluvia, y la penumbra de mi casa con los relampagueos dándome un abrazo a mi cansado cuerpo, me recibieron y yo agradecí, mi resaca y mal humor de solo recordar el papelón de ayer se disipaban ante estos factores tan calmos.

La lluvia siempre me convirtió en un idiota, digamos que me trae melancolía, y ganas de inspirarme en algo, que siempre queda frustrado. Entonces, desde chico, siempre he admirado la lluvia desde alguna ventana, rodeado con mantas y algún café o chocolatada caliente, con el vapor subiendo a mi rostro como en las películas norteamericanas. En días de verano en cambio, quedó semi-desnudo al borde de la ventana, dejando que las gotas que caen inclinadas me rocen de tanto en tanto.

Amo y odio la lluvia. La amo por hacerme sentir cómodo y comprendido. Y la odio por hacerme pensar sobre tantas cosas...Tantas cosas a olvidar.

Cualquiera diría que ahora estoy sensible, en mis días femeninos. Pero no, sólo estoy idiota.

¿O quizás siempre estoy así y sólo en los días lluviosos me doy cuenta?

En fin, me pregunto cómo quedará todo de ahora en adelante con aquel pelirrojo...Evidentemente no hay vuelta atrás después de lo que he hecho, y realmente no...Me importa...Creo...

Evidente, me he salteado las clases por la mañana de manera inconsciente, pues estaba desmayado como si me hubiera dado un principio de un coma etílico. Me levanto del sofá, debido a que fui dejado en el living, y me acerco aún más a la ventana. Las cortinas vuelan hacia mi rostro y me rozan, junto con las gotas tan ansiadas.

¿Que estará haciendo aquel engreído?

Y ella...Ella debe de ahora estar corriendo con las manos en el rostro, rogando que no se le corra el maquillaje, mientras sus tacones se mojan en los charcos de agua a medida que aumenta la velocidad...Las miles de cámaras deben de estar siendo guardadas a su alrededor, indignados porque la más reconocida modelo de Italia no puede posar al aire libre para la revista.

Perdieron millones, por solo un día de cancelación.

¿Y él?

Seguro de traje y corbata de la más fina marca, está con sus entrevistas para el New York Times, a medida que saca de la manga la carta de: "Gran sonrisa triunfadora", con la cual hace que todos, mujeres y hasta hombres, se mojen los boxers y las bragas respectivamente en sincronización con sus ensayadas y repetitivas hileras de palabras que parecen ser de origen inteligente.

Que pareja de desquiciados anormales. Si las cámaras supieran...Que rostros bonitos guardan almas negras. Esas sonrisas deslumbrantes son igual de proporcionales a la estupidez en sus mentes.

Mentes de nuez.

Pero...¿Quien soy yo para juzgar a esos dos ausentes? Mamá y papá...Si claro.

Álter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora