Capítulo 6: ¿¡Son Gemelos!?

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Quería ignorarlo, lo juro. Pero era un maldito imán. No tenía otra opción, aún no inventaban curas contra la sensualidad excepto que decidas arrancarte los ojos y pagar el precio quedando ciego. No era tan estúpido para siquiera intentarlo. Pero si era estúpido para acceder a su maldito juego. ¿Yo? El gato, supuestamente. Igual nada estaba cantado, en otra ocasión me hubiese permitido estar en el lugar cómodo y dejarme seducir. Pero...¿Ya había dicho que odiaba a los engreídos? Y simplemente no podía reprimir mis deseos de dar una pequeña lección a su estoica armadura de confianza. Sólo estaba ese problema, que dividía mi yo cohibido y lo que haría aquel Alexander si despertase. En mi estado normal, era esa clase de seres indiferentes, o totalmente dolientes, el otro, ese indeseable, simplemente lo tendría amarrado a algún lugar -importándole muy poco que sea público o no- y se lo follaría, así de simple. Pero no, ahí estaba yo, siendo arrinconado como el cliché de un manga Yaoi. 

—Te amo.— escuche decir en lo que me pareció el delirio más grande luego del condón challenge. Si, era una estupidez de igual o más magnitud que ese reto tan viral en la red. No iba a caer en esas mierdas.

—Hola, me llamo Alexandra, una niñita de falda que caería rendida a tus pies en sólo un segundo, Dante senpai.— Bufé molesto con voz fingida de mujer.

Más no pretendía decir mi sarcasmo en voz alta, pero ya que, ese chico tenía una especie de don para hacer relucir mis pensamientos sin contemplaciones. Y la verdad, se sentía bastante bien poder molestar con libertad, aunque eso me alejara de mi objetivo: Cazar al mismísimo cazador. Aunque claro, en este caso referente a lo homosexual, yo le llevaba una gran ventaja, el era un bebé en pañales que recién gateaba mientras yo había corrido la maratón de los juegos olímpicos el año anterior.

—Auch, Alexandra.— Sonrío, al parecer le di de comer al perro, pues me he ganado un nuevo nombre. Que más daba.

—Oye...— Titubie pensando bien en las palabras que iba a utilizar. —No deberías decir tal palabra a la ligera, ¿Sabes?

No era un romántico, pero creía en la pureza de ciertas cosas, que aunque las notaba inalcanzables para mi, para muchos otros era como una religión, algo parecido al oxígeno para respirar. Pero resulta que algunos como yo, o como el a simple vista, somos inmunes, o aprendimos a vivir sin inhalar nada, vacíos.

—¿De que hablas?— Arqueó una ceja, yo lo vi, ahí, algo analítico. Tenía bonitas facciones y gestos.

—Ya sabes, al amor. No lo insultes.

—¿Insultarlo?— río divertido ante mi forma de defender a capa y espada algo que no pegaba con mi imagen.

—Es algo muy puro como para que lo ensucies así, sólo digo, alguien podría ofenderse.

Dante pareció procesar mi pensar, divertido pero no por eso menos atento. Pareciera como si miles de preguntas navegaran en su materia gris, todas juntas al mismo tiempo bloqueando toda palabra que pudiera salir de su boca. Me quedé expectante, al futuro inmediato. Saber si la cagaria o diría algo coherente me tenía en vilo. Toda charla con ese ser extraterrestre era digna de prestar atención.

—¿Realmente piensas eso? ¿Crees en esa cosa? JAJAJAJAJAJAAJAJA, pero que gracioso eres, Alex.— sostuvo su estómago en exageradas carcajadas que me produjeron gran irritación.
—Claro que lo creo.

—Vamos, vamos....— se secó una inexistente lágrima. —Eso es más ficticio que la película que vimos hace algunos días. 

—Que nosotros no alcancemos esa esa especie de utopía, no quiere decir que no exista.

¿"Nosotros"?

—Si, tu y yo. Si no crees en el es porque no lo has alcanzado, ¿cierto?

Álter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora