El Callejón Diagon estaba abarrotado de gente. Cualquiera hubiera dicho que se acercaba otro 1 de septiembre. Todos los negocios tenían sus puertas abiertas, y una gran cantidad de clientes diferentes entraba y salía con enorme entusiasmo y alegría. Aunque no era de extrañar; pues después de la guerra, todo había vuelto a la normalidad. La gente no tenía miedo de pasear por las calles, y no debían preocuparse por el hecho de que hubiera mortífagos rondando por doquier.
La paz y tranquilidad habían vuelto definitivamente al mundo mágico.
Más o menos, así era para todo el mundo.
George Weasley contemplaba, con la cabeza gacha, todas las tiendas por las que iba pasando. Vio Flourish y Blotts, y recordó aquel año en que su padre y el señor Malfoy tuvieron aquella pelea, y cómo Fred y él habían estado animándole. Más adelante, divisó la tienda de Madame Malkin. Ni él ni sus hermanos habían entrado en muchas ocasiones, porque la mayoría de sus ropas siempre habían estado compradas en la Tienda de Trastos de Segunda Mano (que precisamente, estaba justo al otro lado del callejón). Giró la cabeza, y allí estaba Artículos de Calidad para Quidditch. Por un momento, le entraron ganas de subirse de nuevo a su escoba y echar un partido junto con su viejo equipo; pero recordó que no sería lo mismo sin su compañero Golpeador. A lo lejos, al final de la calle, estaba Gringotts. Deseó que Bill y Fleur no estuvieran por allí. No quería cruzarse a nadie de su familia. También vio la tienda de Ollivanders, y le vino a la mente el día en el que consiguió su varita junto con Fred. Un escalofrío le recorrió por la espalda cuando pensó en sus varitas también eran gemelas, al igual que ellos.
Y en el número 93, ahí estaba. Su pequeña tienda de bromas, su gran tesoro; el sueño que ambos habían logrado juntos.
Se detuvo en frente de la puerta, y se le cortó la respiración. En las paredes todavía quedaban los restos de los carteles de "Lord Kakadura". Algunos de los cristales del escaparate estaban rotos (vete tú a saber por qué; quizás algún mago se habría peleado con un mortífago justo allí).
Alguien le cogió de la mano, y se sobresaltó ligeramente. Estaba tan absorto en sus pensamientos, que por un momento, había olvidado que no había recorrido aquel camino solo.
Angelina lo miró apenada, pero a la vez, con admiración. Había sido el mismo George quien había decidido volver a entrar a su tienda. <<Mañana iré a Sortilegios Weasley>>, le había dicho la noche anterior, <<Y quiero que vengas conmigo>>. Angelina creyó que aquello era un acto de gran valor por parte del pelirrojo.
Pero a lo mejor, todavía era demasiado pronto.
—George, no tienes por qué hacerlo...—murmuró ella—. Aún podemos volver...
El chico tragó saliva.
—Debo... Hacerlo...—balbuceó él. Y Angelina asintió. Iba a apoyarle eligiera lo que eligiera hacer.
Así pues, George agarró el pomo; con firmeza, y también con miedo. No pudo evitar dejar escapar un breve sollozo, y rogó porque Angelina no lo hubiera notado. Justo antes de abrir la puerta, se preguntó a sí mismo si estaba haciendo lo correcto. ¿Quería de verdad ver aquello que él y su gemelo pudieron haber conseguido? Quizás su amiga tenía razón. Quizás la mejor opción era regresar a la Madriguera, y olvidar todo el asunto por completo.
<<Debo hacerlo>>, se repitió. Y puso un pie dentro de la tienda.
Se veía abandonada. Aburrida. Solitaria. Vacía.
No era así cómo debía ser una tienda de bromas.
Todo estaba lleno de polvo; y completamente desordenado y destartalado. Definitivamente, Sortilegios Weasley había perdido todo su atractivo. Justo al lado de la entrada, estaban los Surtidos Salta-clases que nunca llegaron a vender por culpa de la guerra. También había varias cajas con los Magifuegos Salvajes Weasley, y otras de Polvo de oscuridad instantánea. Avanzó lentamente hasta llegar hasta otra estantería. Las jaulas que contenían los micropuffs estaban completamente abandonadas; algunas inclusos estaban tiradas por los suelos. Probablemente los mismos animales habrían huido de allí. Vio algunas Pociones de amor junto a las pocas Varitas Falsas que quedaban. Toda una sección, apartada de los demás artículos, estaba repleta de Libros Mordedores; pues muchas veces habían causado estragos por la tienda. Nunca llegaron a venderse del todo bien. Vio también un par de Detonadores trampa junto a unas Fantasías patentadas.
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Harry Potter: Historias de la nueva generación
Fanfiction¿Quieres saber qué fue de tus personajes favoritos después de la Batalla de Hogwarts? Pequeños one-shots de Harry Potter y sus amigos contando sus vidas después del 2 de mayo de 1998. (Todos los personajes pertenecen a la maravillosa...