La noche de Halloween

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Esto... ¿Hola?

¿Sigue habiendo alguien ahí esperando la actualización?

Si es así, gracias por ser pacientes. Han sido unos meses complicados y no he tenido nada de tiempo para escribir.

En fin, disfrutad del capítulo de hoy, que viene con fuerza ;)

***

Nadie se sorprendió aquella mañana cuando dos lechuzas entraron al Gran Comedor, ambas cargando con dos vociferadores, y aterrizaron frente a los jóvenes Weasley y Potter. Los muchachos intercambiaron una significativa mirada, con emoción contenida en sus ojos. Nadie podía comprender por qué esa era su reacción cada vez que llegaba una de esas cartas para ellos, pero siempre parecían ansiosos; expectantes. Como si hubieran estado esperándola.

Las abrieron al mismo tiempo, y las voces de Ginny y Angelina empezaron a resonar por las cuatro paredes de la sala:

— ¡JAMES SIRIUS POTTER! ¿CÓMO SE TE HA OCURRIDO HACER SEMEJANTE COSA?

— FREDERICK GEORGE WEASLEY, ¡ERES UN COMPLETO IRRESPONSABLE!

— ¡YA ES EL VIGÉSIMO AVISO QUE NOS HA LLEGADO EN ESTOS DOS MESES! ¡ESTOY MUY DECEPCIONADA CONTIGO!

— ¡COMO ME CUENTEN QUE HAS HECHO SERVIR OTRO ARTÍCULO DE LA TIENDA DE TU PADRE CON ALGÚN ALUMNO TE ASEGURO QUE ESTARÁS CASTIGADO DE POR VIDA!

— ¡Y ENCIMA INVOLUCRAR A LA POBRE MOLLY, CUANDO ELLA NO HA HECHO NADA MALO!

— ¡OTRA TRAVESURA COMO ESTA Y TE ASEGURO QUE VENDRÁS DERECHITO A CASA!

— ¡QUE NO SE VUELVA A REPETIR!

Los vociferadores estallaron justo después. James y Fred observaron los restos durante unos instantes, y entonces, volvieron a mirarse mutuamente. Apenas tardaron unos segundos en chocar sus puños. A su lado, Daisy puso los ojos en blanco.

—No me puedo creer que estéis orgullosos de esto—declaró ella—. Tía Angie parecía muy enfadada, Fred—añadió, dirigiéndose solamente a su amigo pelirrojo.

—Bah, no está enfadada de verdad—dijo Fred, restándole importancia—. Y si lo está, papá acabará convenciéndola para que deje de estarlo. ¡Fue una broma genial!

—Ya lo creo—coincidió James—. Un clásico, sí, pero una broma genial. Solo estaba dirigida a una víctima y acabó con un gran puñado de Ravenclaws convertidos en canarios.

—Quizás no es asunto mío, pero...—intervino entonces Patrick Chase, quien permanecía escuchando la conversación, aunque sin entrar en ella hasta entonces—. ¿Por qué le guardáis tanto rencor a vuestra prima?

James soltó un resoplido. Sabía a cuál de todas ellas se refería.

— ¿A parte de que prefirió ir a Ravenclaw antes que venir con nosotros a Gryffindor? Varias cosas, en realidad. Es una estirada, y una aguafiestas—. Se encogió de hombros. —Aunque, lo creas o no, las galletas canario no eran para ella. Si alguien se decidió a repartirlas entre la sala común no fue culpa nuestra.

— ¿Y para quién era?—quiso saber Patrick, lleno de curiosidad.

James echó un vistazo a su alrededor, y cuando comprobó que Victoire estaba demasiado lejos como para oírlo, respondió:

—Para el Buscador del equipo de quidditch; Warren Davies.

Fred asintió.

—Le hace la vida imposible a Teddy, y nunca se aleja de Vic. Queríamos lanzarle una advertencia. Como le haga algo a nuestra familia, se las verá con nosotros.

— ¿Que vosotros qué?

James y Fred dieron un respingo al oír aquella voz a sus espaldas. Se giraron lentamente, y trataron de dirigir a Teddy la más inocente de sus sonrisas.

— ¿Qué hay, Teddy? ¿Qué te trae por la mesa de Gryffindor?—preguntó James, como si intentara desviar el tema de conversación.

Teddy lanzó un largo suspiro.

—Os seré sincero: soy el que más disfrutó enterándose de que alguien había convertido en canario a Davies, pero dejadlo ya. No os metáis en más líos por algo que solo es asunto mío.

James y Fred se miraron de soslayo, antes de que el joven Potter preguntara:

—Pero podemos meternos en líos por cosas que son asuntos nuestros, ¿verdad?

Teddy, a su pesar, no pudo evitar soltar una leve risa.

— ¿Quién soy yo para impedirlo?

—No lo sé, ¿un prefecto, quizás?—apuntó Fred.

—Solo me dejan castigar a los de mi casa—contestó el metamorfomago, guiñándoles un ojo—. Pero hablo en serio. No conviene meterse con Davies. Sus padres son gente importante en el Ministerio, y no me gustaría que os expulsaran por gastarle algunas bromas pesadas.

James se echó a reír, como si creyera que eso era imposible. A Fred no tardó en contagiársele parte de su risa. Teddy esbozó una leve sonrisa, y les revolvió los pelos, antes de irse hacia Vic para saludarla. Todos se dieron cuenta de cómo su cabello se volvió de un intenso rosa cuando su mejor amiga lo abrazó.

En ese momento, Dominique se sentó al lado de Fred, y este se llevó un pequeño susto al verla aparecer de repente a su lado.

— ¿De dónde sales?—le preguntó—. Casi ha terminado la hora del desayuno.

—Estaba en el campo de quidditch—explicó ella, con tranquilidad—. Los de Slytherin tenían entrenamiento matinal.

James frunció el ceño, sin comprender.

— ¿Tienes amigos en Slytherin?—cuestionó, algo dolido.

Dominique lo miró de arriba abajo, ofendida por su comentario.

—Por favor, por supuesto que no—dijo ella, dando por zanjado el asunto, y dejando a James todavía más desconcertado. Sin embargo, en ese mismo momento, entró al Gran Comedor el entrenador Pullman y se sentó en su sitio habitual. Y en las mejillas de su prima, James pudo apreciar un intenso rubor.

Pronto fue la hora de irse a la primera clase de aquella mañana. Fred y James se despidieron de Dominique y se fueron junto con Patrick y Daisy a Encantamientos. A los jóvenes Weasley y Potter les encantaba aquella asignatura. Además de que eran realmente buenos en la materia, Flitwick les tenía cierto aprecio, y siempre se encargaba de felicitarlos personalmente cuando lograban realizar con éxito cualquiera de las tareas que les proponía.

Pero, a pesar de que Encantamientos le gustaba bastante, la hora que más esperaba Fred todos los días eran las prácticas de Vuelo. A Fred siempre le había gustado volar. A Daisy, por su parte, le encantaba el quidditch, además de que se le daba de maravilla ser Guardiana, y aunque el pelirrojo también disfrutaba jugando, de vez en cuando, sentía que necesitaba simplemente dar una vuelta en escoba. Fred sabía que nadie podría llegar a entender por qué aquello era tan imprescindible en su vida, pues ni él mismo habría podido explicarlo. Solo sabía que la sensación al volar le hacía sentirse completo, y para él era tan necesaria como respirar o hacer reír a los demás con sus bromas.

Cuando el entrenador Pullman avisó de que ya había terminado la clase, Fred descendió hasta el suelo, resignado. En el momento en el que bajó de la escoba se sintió un tanto vacío. Sabía que esa sensación se le pasaría enseguida, pues siempre le sucedía lo mismo cada vez que aterrizaba, pero era inevitable que notara como si de pronto le faltara algo.

Por suerte, James y Daisy se encargaron de sonsacarle una sonrisa de nuevo. Ambos odiaban ver al pelirrojo con esa expresión de angustia en su rostro, sobre todo porque no podían comprender a qué se debía, pero cuando eso sucedía, se apresuraban a que Fred volviera a su buen humor habitual.

Aquello era lo único que conseguía ponerlos del mismo bando. Se pasaban las horas discutiendo por nimiedades, y ninguno daba nunca su brazo a torcer. Los dos querían pasar tiempo con Fred, y este tenía la esperanza de que algún día empezaran a llevarse bien, pues le sería imposible elegir entre su primo favorito y su mejor amiga.

Los tres se encaminaban hacia su siguiente clase cuando se toparon con Slughorn en mitad del pasillo. Se acercó a ellos en el mismo instante en el que los avistó, y Fred dudó que su encuentro fuera una casualidad. Probablemente les habría estado esperando.

— ¿Hemos gastado alguna broma a los Slytherin recientemente?—preguntó James en voz baja, leyéndole los pensamientos a su primo.

—No que yo sepa—respondió Fred, en el mismo tono.

Callaron cuando el profesor de Pociones de detuvo frente a ellos.

—Ah, buenos días, señor Potter, señor Weasley, señorita Wood—los saludó Slughorn. Sonaba bastante alegre, así que descartaron de inmediato la idea de que estuviera allí para regañarlos—. Me alegra verlos. Me gustaría comentarles algo acerca de la noche de Halloween.

James pareció recordar de pronto que dentro de dos noches iba a ser 31 de Octubre. En Grimmauld Place aquel no solía ser un día alegre. Es decir, su madre siempre intentaba asegurarse de que lo fuera, pero su padre nunca parecía con ánimos para celebraciones, a pesar de que se esforzaba por sonreír a sus hijos siempre que los veía. Hacía tiempo que James sabía el porqué de aquello, y aunque no pudiera ser de mucha ayuda, le gustaba estar con su familia ese día. Se sintió algo extraño al pensar que ese sería el primer año que estaría lejos de casa en Halloween.

— ¿Halloween?—repitió Fred, haciendo que James volviera a poner los pies en la tierra.

—Así es, así es. Veréis, cada año, organizo un banquete para los miembros del Club de las Eminencias por estas fechas; en la noche de Halloween. Todos los que forman parte de él están más que invitados, por supuesto.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now