Antes del nuevo curso [Hanny]

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1 de septiembre de 1998

Era increíble cómo volaba el tiempo.

Cada día que había pasado había sido como una tortura para todos los Weasley. Sí claro, de vez en cuando también había habido buenos momentos; pero el dolor que todos sentían seguía allí. Permanecía dentro de todos los miembros de la familia, y nunca se iría. Como una herida que está destinada a no sanar. Porque si pudieran pronunciar algún hechizo y arreglar lo que sucedió, sería demasiado sencillo.

Nada podía cambiarse.

Ginny Weasley quería reparar a su familia. Quería desesperadamente ayudar a George, a sus padres, y al resto de sus hermanos.

Pero solo era una niña que acababa de cumplir la mayoría de edad.

¿Qué podía hacer una simple maga como ella?

Por una parte, no quería abandonar la Madriguera. Quería quedarse y pasar más tiempo a solas con Harry. Quería hacer compañía a George, Percy y sus padres. Quería seguir burlándose de Ron por el hecho de que Hermione y él fueran novios. Quería seguir disfrutando de las visitas de Andrómeda y el pequeño Teddy. Quería poder ver a Charlie y Bill más a menudo. Incluso quería tener que soportar a Fleur.

Porque, al fin y al cabo, ellos eran su familia.

Pero por otro lado, tenía unas ganas tremendas de pisar Hogwarts de nuevo. Ese era su otro hogar, y también lo añoraba. Echaba de menos a Luna y al resto de sus amigas. Echaba de menos aprender hechizos nuevos. Echaba de menos las tardes que pasaban cerca del fuego de la sala común. Echaba de menos los entrenamientos de quidditch. Aquella era otra de las razones por las que deseaba volver lo antes posible: La habían nombrado capitana del equipo. Agradeció muchísimo a McGonagall que no hubieran decidido cancelar los partidos; porque el quidditch era una de las cosas que conseguía alegrar el día a los estudiantes.

Y todos en Hogwarts iban a necesitar risas aquel año. Más de las que había habitualmente.

Echó un vistazo por última vez a su habitación antes de abandonarla. Cogió a Arnold en brazos e inconscientemente, lo abrazó con fuerza. Recordó como Fred se lo había entregado ese verano antes de empezar su quinto curso, y dejó escapar un breve sollozo. <<Son fáciles de cuidar, así que no te preocupes>>, le había dicho su hermano mayor, << ¡Además, se alimentan solos! Todo un lujo, ¿no te parece? Por cierto, para mí tiene cara de llamarse Stuart, pero allá tú>>.

A Ginny le saltaron unas lágrimas inoportunas. Arnold se subió a su hombro, y la pelirroja, después de secarse las mejillas con la manga de su camiseta, cogió su varita y murmuró:

Baúl Locomotor.

Sus pertenencias empezaron a desplazarse por la habitación. Ginny pensó para sus adentros que era todo un privilegio poder usar la magia fuera de la escuela.

—Iba a ofrecerte ayuda, aunque ya veo que te las apañas bien sola.

Esbozó una sonrisa de oreja a oreja al oír aquella voz a sus espaldas.

—Es la ventaja que tiene ser mayor de edad—respondió, sin darse la vuelta.

Harry se acercó a ella y la abrazó por la espalda. Arnold supo por sí solo que debía dejarles intimidad, así que dio un brinco desde el hombro de Ginny hasta el suelo.

La pelirroja cerró los ojos, mientras seguía sonriendo.

—Aún podrías quedarte—musitó Harry, esperanzado.

—O tú podrías venir conmigo—terció Ginny. Se volvió hacia el chico y colocó sus brazos alrededor de su cuello. El baúl dejó de levitar y cayó al suelo, haciendo un gran estruendo, aunque ambos lo ignoraron—. Hermione va a asistir a clases. Tú también podrías hacerlo.

—Sabes que no puedo, Ginny.

— ¿No puedes o no quieres? No irás a decirme que no te atreves a pisar Hogwarts, ¿verdad?—. Harry no respondió. Bajó cabeza, y Ginny buscó sus ojos con los suyos—. Harry, no fue tu culpa. ¡Nada de lo que pasó fue culpa tuya! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?

El muchacho trató de protestar: quiso decirle que se equivocaba, y que no tenía el valor suficiente como para que todas aquellas personas lo miraran con malos ojos. Él era el causante de una guerra. Era el causante de cientos de muertes de gente inocente; gente que le importaba. Gente a la que consideraba familia. Había conseguido que Hogwarts no fuera un lugar seguro; y que la gente tuviera tanto miedo de volver como él. Porque, ¿qué importaba que Voldemort se hubiera ido para siempre? Habían pagado un precio demasiado alto por aquello.

Pero Ginny no dejó que Harry dijera ninguna de esas cosas. Lo besó antes de que tuviera oportunidad de hacerlo. Y el chico le devolvió el beso; cogiéndola de la cintura y atrayéndola hacia él.

Y allí estaban; ambos besándose apasionadamente como si no hubiera un mañana, como si fuera la última vez que iban a verse.

Harry estaba convencido de que no podría soportar estar otro año entero sin ella.

Juntaron una frente con la otra, y se sonrieron mutuamente.

—Ahora que Percy me ha dejado a Hermes, podré escribirte más a menudo—explicó ella en voz baja, con una sonrisa vacilante.

—Eso está bien; aunque preferiría tenerte conmigo—murmuró el muchacho.

Cuando Ginny estaba a punto de besarlo de nuevo, cierto hermano mayor de la pelirroja entró a su cuarto y los interrumpió. Harry se apresuró a separarse de Ginny, sonrojándose y llevándose una mano detrás de la cabeza.

— ¿En serio? ¿¡Otra vez!?—suspiró Ron.

— ¡Cierra el pico!—gritó Ginny, malhumorada—. ¡Seguro que tú también te estabas besuqueando con Hermione en la habitación de al lado!

Las mejillas del pelirrojo se volvieron del mismo color que su pelo.

—En fin—masculló Ron—. Mamá te está esperando abajo. No tardes—. Miró a Harry con hastío, y abandonó la habitación.

Ginny soltó una especie de gruñido; cargó de nuevo a Arnold y volvió a elevar su baúl.

—Lo creas o no—dijo Ginny, acariciando a su micropuff—, voy a echar de menos a ese idiota. Y también a Flegggrrr. Aunque claro, ahora que está embarazada, estará insoportable los próximos meses. Debería desearle buena suerte a Bill antes de irme.

Harry se rio por debajo de la nariz.

— ¿Y qué pasa conmigo?—el muchacho hizo una especie de mueca de conmoción—. ¿No me echarás de menos?

— ¡Claro que sí! Bueno, excepto en los entrenamientos de quidditch. Eras realmente malo como capitán.

Los dos rieron, y Harry la abrazó con fuerza. Ginny apoyó la cabeza en su hombro. En aquel momento, hubiera deseado que pudieran quedarse allí para siempre. No tenía ninguna prisa; el Hogwarts Express podía irse sin ella.

Pero debía asumir responsabilidades y asistir a aquel nuevo curso. Un curso en el cual por fin podrían saber lo que era realmente vivir sin ningún mal acechando.

Estaba convencida de que tendrían muchos años para pasarlos uno junto al otro.

Así que, su vida con Harry podría esperar un año más, ¿verdad?

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now