En dos mundos distintos [Percy y Audrey]

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Si bien ser una estudiante de Universidad siempre había sido algo complicado, lo era todavía más cuando no puedes hablar con nadie de allí acerca del mundo mágico; un mundo más cercano de lo que cualquier persona podría imaginarse, pero solo al alcance de unos pocos afortunados.

Audrey adoraba la nueva vida que se había creado en torno a ella. Le encantaba poder ir a casa de los Weasley y ver cómo todos ellos usaban hechizos para apañárselas: desde cocinar y limpiar hasta crear brillantes animales de luz, los cuales había oído decir a Percy alguna vez que se llamaban Patronus. Le encantaba poder celebrar la Navidad, o cualquier otro acontecimiento importante con los Weasley. Siempre resultaba (nunca mejor dicho) algo mágico.

Pero, para su desgracia, no todo eran ventajas.

Audrey nunca había sido una de esas personas con decenas y decenas de amigos. Tan solo simpatizaba con unos pocos compañeros de la Universidad; pero, poco a poco, tenía la impresión de que los iba perdiendo a todos ellos. <<Oye, ¿dónde estuviste ayer?>>. No podía hablar con ellos acerca de las tardes que pasaba en la Madriguera. << ¿Cuándo vas a presentarnos a ese novio tuyo?>>. No podía contarles nada de Percy o su familia; pues cualquier mínimo detalle incluía la magia. Cada vez, la gente empezaba a hartarse de Audrey y sus secretos.

Ser una muggle en el mundo mágico tampoco era sencillo. Nadie podía saber su verdadera identidad. Audrey sabía que Percy y su familia podían meterse en líos si alguien se enteraba de que ella no era bruja. Aunque el señor Weasley no paraba de recordarle que conocía bien al Ministro de Magia; y que podría hablar con él sobre ella; y que estaba convencido de que no tendría ningún problema al respecto. Sin embargo, Audrey prefería mantener todo el asunto en secreto. Por precaución.

Quería a Percy más que a nadie en el mundo; pero compaginar ambos mundos resultaba una tarea mucho más ardua de lo que nunca hubiera podido llegar a imaginar.

Percy cada vez era menos consciente de los riesgos que corría de que el resto de magos descubrieran quién era en realidad Audrey. La llevaba al Callejón Diagon y Hogsmeade sin preocupación alguna. No tenía intención de ocultarle secretos sobre su mundo. Quería mostrarle todo lo oculto a los ojos del resto de muggles de Londres. Audrey despertó una faceta en Percy que ni él ni su familia se hubieran esperado: Percy disfrutaba saltándose las normas. Como era de esperar, George se sentía orgulloso por eso; pero su madre cada vez estaba más alarmada. ¿Qué había sido de su hijo, cuyas mayores preocupaciones eran mantener su reputación de Prefecto y Premio Anual?

—Se ha enamorado—le dijo un día Bill—. Ya sabes cómo nos cambia eso a los Weasley, mamá.

Pero aquello iba a ser precisamente lo que les causaría complicaciones a Percy y Audrey.

Sin pensar en las consecuencias que traería, Percy pensó en que estaría bien que fuera a visitarlo al Ministerio de Magia.

— ¿Al... Ministerio?—repitió Audrey, con algo de miedo.

— ¡Claro! ¡Será divertido! Podré enseñarte dónde trabajo. ¡Incluso llevarte al Departamento de Aurores! Seguro que Ron y Harry se alegraran de verte por allí. ¡Y también podríamos ir al Departamento de Uso Incorrecto de los Artefactos Muggles! ¡Alucinarías al ver lo que los magos hacen con vuestras tosteradas!

—Tostadoras, Percy.

—Como se llamen—el pelirrojo hizo un ademán con la mano, sin darle importancia—. ¡Será genial!

—Percy, no creo que...

Pero el chico no le estaba prestando atención. Había empezado a explicarle cómo llegar a la entrada de visitantes (una cabina telefónica abandonada), y qué código debía marcar para poder entrar. Percy estaba ilusionadísimo con aquella idea. Audrey, por el contrario, tenía un mal presentimiento.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now