Un día memorable

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En Grimmauld Place nunca había habido tanta gente junta desde la época en la que la Orden del Fénix lo usaba como cuartel general. Y es que, toda la familia se había reunido allí para celebrar el tercer cumpleaños de James. Este no paraba de corretear por la casa junto con Fred; estaba entusiasmado por el hecho de que todos se hubieran reunido en su hogar. Además, era el protagonista del día, y recibiría un montón de regalos, y esa idea también le encantaba. Desde que su hermanito Albus se había unido a la familia, solía recibir menos atención por parte de sus padres.

James iba guiando a su primo favorito por los rincones de la casa y mostrándole sus juguetes favoritos (los cuales estaban esparcidos por todos los pasillos y escaleras, y con los que Harry y Ginny no hacían más que tropezarse a cada momento). Dejó que Fred montara en su escoba de juguete durante un rato, hasta que se le ocurrió qué podía enseñarle a continuación. Lo llevó hasta uno de los pasillos más estrechos, donde había una larga sábana cubriendo un misterioso objeto rectangular colgado de la pared. James le indicó con señas que le ayudara a quitarla de allí, y entre los dos, tiraron al suelo aquel manto, que al final, para sorpresa de Fred, resultó que estaba ocultando un cuadro de una mujer (a parecer de Fred, muy, muy fea). La señora retratada se fijó en los dos chicos, y hecha una furia, empezó a gritar, de forma estridente:

- ¡Pequeños mocosos! ¡Mestizos monstruosos! ¡En la casa de mis padres! ¿¡No es suficiente con que una familia de traidores de la sangre viva en esta casa?! ¡También tienen que traer a estas criaturas del diablo!

Al oír los gritos, Ginny y Harry fueron corriendo hacia allí, sospechando lo que habría pasado.

- ¡James!-chilló ella, furiosa-. ¡Te hemos dicho mil veces que no quites la sábana!

Pero Fred y James no podían parar de reírse. Ver a esa mujer gritando desesperadamente les parecía algo muy gracioso.

- ¡Y la mayor deshonra de todas: también hay una muggle en la casa! ¡Además de sangre-sucias despreciables, también hay uno de esos horribles seres en la noble casa de los Black! ¡Desgracia humana! ¡Es escoria, que no hace más que contaminar este lugar sagrado!

Harry y Ginny recogieron la sábana y volvieron a colocarla encima de la pintura antes de que pudiera seguir insultándoles. Harry se arrodilló para ponerse a la altura de su hijo y su sobrino, y pronunció, muy seriamente:

-James, escúchame. Lo que dice esa mujer no es para tomárselo a risa. Dice cosas muy malas sobre nuestra familia; sobre todo de tía Hermione, tía Audrey y tía Angelina-. Fred abrió los ojos de par en par al oír el nombre de su madre incluido entre ellos, y Harry no pasó aquel detalle por alto-. Sí, Freddie. De tu madre también. Así que, por favor, no quitéis esa sábana nunca más. ¿Vale?

James y Fred se fueron hacia el comedor, abochornados. Harry se incorporó, y soltó un largo suspiro.

-Odio reñir a James-confesó él-. Y encima, hoy es su cumpleaños...

Ginny puso los ojos en blanco.

-Harry, por favor, seguro que dentro de cinco minutos lo ha olvidado-le empujó hasta la sala donde estaba el resto de su familia; la mayoría ya sentados alrededor de una larga mesa-. Quita esa cara tan larga, anda.

Una vez estuvieron todos ya listos, con platos rebosantes de comida que la propia Ginny había preparado, Audrey no pudo evitar preguntar qué habían sido aquellos gritos que se oían por toda la casa.

-Cuando oyes que alguien te llama desgracia humana, tienes curiosidad por saber de qué se trata-. Al ver que Harry bajaba la cabeza, avergonzado, se apresuró a añadir, con una sonrisa-. Era broma.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now