Sonreí al ver a mi hermana, así es, cuando la chica misteriosa se fue todo desapareció, por supuesto yo también, y cuando todo volvió aparecer me di cuenta que podía ver la sala en donde estaba, por lo que también me veía a mi mismo sobre una camilla, como lo había pensado. Tenía moretones en mi cara al igual que en mis brazos, y estaba seguro que también en otras partes del cuerpo, otra cosa que sobresalía era un tubo que salía de mi boca, suponía que no podía respirar por mi mismo y aquello me preocupaba, porque no sabía que tan malo estaba.
-Te extraño mucho y Mateo también, pensé en traerlo escondido en mi bolso, pero no se quedaba quieto -Dijo con una sonrisa en el rostro; mientras se le salía una lágrima -Tú no me puedes dejar y menos ahora donde más te necesito -Sollozó.
¿Qué quiso decir con ello? Lo único que se me pasaba por la cabeza, era que había peleado con Sebastián, y si era así, cuando me levantara ese idiota me las pagaría, sabía que eso no terminaría bien, pero como siempre, nadie me escucha cuando se trata de relaciones.
-La abuela esta insoportable y mi abuelo también, creo que se pasarán más tarde -Comentó pasando su mano por mi cabello -Se ven muy mal -Dijo moviendo sus dedos.
Otra cosa que me había dado cuenta, era que podía sentir lo que le pasara a mi cuerpo, por lo que sentía realmente la mano de mi hermana en mi cabello, y aquello me gustaba. Extrañaba su tacto. Luego de aquello comenzó a llorar y eso me partió el corazón, odiaba ver a mi hermana en ese estado, y aún más cuando sabía que el culpable era yo, caminé hacia ella y coloqué mi mano en su hombro, pero lamentablemente mi mano la traspasó y como imaginé, no me sintió.
Tenía que hacer algo, no me podía quedar así, otra cosa que me preocupaba era no saber cuánto tiempo tenía en este estado, porque algo que se notaba a simple viste era que estaba en coma, tal vez solo había pasado un día.
-Papá no ha vuelto a viajar desde que volvió, ha estado muy atento a todo, también se nota que esta mal -Susurró secándose una lágrima -Sabes que siempre quise que se quedara más de tres días, pero no en está situación, a veces es como si no estuviese aquí...-Resopló apoyando su cabeza en mi camilla -Los chicos están siempre aquí, y cuando no podemos, están en la casa junto conmigo y no te preocupes, no me han tocado el trasero. Al menos, no todos -Sonrió.
Y yo realmente no quería saber aquello, estaba seguro que Sebastián se estaba comportando bien con mi hermana, pero también sabía que era hombre y por lo tanto sus manos no las mantenía quietas, por lo menos espero que no hayan ido lejos. Aunque, no sabía si estaban peleados o no. Sin embargo, saber de mi padre si me alegro, ya que no había escuchado de él y tampoco sabía si me había venido a visitar, suponía que sí.
-Estar en casa sin ti en estas tres semana han sido horribles, no tengo a quien molestar y Mateo siempre se la pasa encima de tu cama -Alzó la cabeza para luego mirar al techo -Ojalá me estés escuchando, no quiero parecer una loca, aunque estoy segura que ya lo parezco -Sonrió.
Siempre parecía una loca, y más cuando comenzaba a gritar, verla así hablándole a mi cuerpo, me hacia gracia, me gustaba. Quería decirle que yo también la extrañaba, al igual que a sus gritos, decirle que la quería y que era una de las personas más importantes en mi vida. Sin embargo, no lo podía hacer. Miré las máquinas que estaban al lado de mi cuerpo e intenté tocarlas, pero enseguida mi mano las traspasó como lo había hecho con el hombro de mi hermana. Tenía que haber algo con lo que me pudiera comunicar, no creía que con todo pasara lo mismo, me parecía imposible.
Si escuché bien a mi hermana, quería decir que ya llevaba casi un mes en una camilla, había pasado dos semanas desde que aquella chica había venido, por lo que tuvo que haberme visitado y yo no pude escucharla, no pude escuchar a nadie, tal vez ella ya me haya dicho su nombre, u otras cosas más y no me había enterado. Ojalá viniera hoy, así podría verla y saber enseguida quién es.
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Encontrarte es mi anhelo.
Teen FictionEl destino sabe como jugar, a veces es dulce, y otras veces nos tiene que dar duras lecciones. Siempre me gustó jugar, pero este juego era diferente, no era como los otros... Ella era el premio, tenía que encontrarla, pero lo que no sabia, era que e...