21. La magia de las estrellas.

204 23 3
                                    

Ya faltaba solo una semana para tener dos meses en este estado, y realmente estaba cansado. Era horrible ver a la gente que querías entrar y salir con lágrimas en las mejillas, lo que me colocaba impotente era el saber que no podía hacer nada para cambiar aquella situación.

Ahora solo me encontraba de pie; mientras me veía a mi mismo en la camilla, mi cuerpo estaba perdiendo la figura en la que había trabajado, mi piel se veía más pálida, en mi cara había salido aquella barba que tanto odiaba, pero que a la vez me gustaba por como me quedaba y por supuesto, mi cabello se veía un poco más largo, y lo que me sorprendía era que aún así, me veía bien. Lo sé, tengo el ego muy alto.

Las fuerzas que tenía desde el comienzo ya no existían, me sentía cansado, era como si cada día me estuviesen robando un poco de mi energía. Cuando vi mi monitor me di cuenta que algunos números habían bajado, por lo que suponía que estaba empeorando y no sabía que hacer para cambiar esta situación.

¿Acaso tenía que gritar que quería vivir?

Todo a mi alrededor a veces me daba vueltas, esto era tan frustrante que cada cosa que pensaba era una locura, cada vez más, se hacía tentadora la idea de quedarme sin hacer literalmente nada, solo esperar a que me preparaba el destino: Vivir o morir.

Eran dos palabras tan cortas, con el mismo número de letras, pero tan totalmente diferentes a la hora de analizarlas. Si el destino quería que viviera era para algo, es decir, había un asunto que aún no estaba listo y si me dejaba morir, era porque aquella cosa no era tan importante como yo pensé que era y porque además, ya no era importante.  

Un ruido pequeño captó toda mi atención, provocando que girara hacia la puerta rápidamente.

-¿Qué haces? -Preguntó mi pequeña amiga.

-Nada -Dije caminando hacia ella -¿Qué haces tú acá? -Pregunté sonriendo por la cara que colocó.

-Mi hermana me volvió a dejar sola, y estaba aburrida -Dijo entrelazando sus manos.

-Ya veo, es mejor que salgas y regreses -Comenté saliendo de la habitación.

-¿Vas a morir como lo hizo mi tía? -Preguntó mirándome directamente a los ojos.

-Espero que no -Susurré.

Mientras caminábamos me di cuenta que los pasillos estaban inundados de gente, la mayoría de enfermeras, al parecer era una noche movida. Habían personas que en estos momentos estaban luchando por sus vidas, mientras tanto, yo estaba caminado con una niña que tenía dos colitas en su cabeza.

-Solo no te dejes llevar -Susurró, o al menos eso parecía.

¿Por qué siempre me pasaba esto?

De un momento a otro todo se volvió negro. A decir verdad, ya me estaba acostumbrando a esto, había llegado a la conclusión que esto pasaba para llevarme a mis recuerdos, ya que pensar en que viajaba al pasado era un poco absurdo. Viajaba a mis recuerdos, o al menos a aquellos que no recordaba, me llamaba mucho la atención que no recordara esas cosas, ya que todo adolecente recuerda por lo menos cuando tenía cinco años. 

Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue la casa del árbol que estaba en mi jardín, lo sabía porque cada ve que me levantaba la veía por mi ventana, además de que ya había tenido un recuerdo justamente en este mismo lugar, lo único diferente era que esta vez era de noche, por lo que las luciérnagas se veían claramente. Todo era hermoso de noche, tenía tiempo que no salía para verlas.

Recuerdo que cuando estaba pequeño mi hermana y yo solíamos coger un frasco y atraparlas en el, por supuesto, solo las dejábamos unos minutos, ya que pensábamos que si las dejábamos atrapadas morirían por falta de oxígeno. Sin embargo, cada uno después fue creciendo y estas cosas quedaron en el olvido, cada uno se interesó en cosas totalmente diferentes. Lo único que si no dejábamos era que nuestra relación de hermanos se fuera a la basura ¿Para qué tener un hermano si no lo vas a molestar?

Encontrarte es mi anhelo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora