Capítulo 18: Nuevos amigos.

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-No leas la carta hasta que yo te diga, cuando te envíe un mensaje al móvil –La camioneta estaba detenida fuera de la casa de Guillermo. Samuel se desabrochó el cinturón de seguridad para poder voltearse completamente y ver fijamente los ojos de Guillermo.

-¿Por qué no puedo verla antes? –Guillermo también desabrochó su cinturón para quedar más cómodo. Se volteó e hizo un pequeño puchero.

-Porque no... Impaciente el niño –sonrió.

-¿Cuándo volverás a Madrid?

-No lo sé. Intentaré que sea pronto.

-Vale... -Guillermo bajó la cabeza. No sabía qué debía hacer ahora. Seguía algo confundido y dolido por lo ocurrido, además, porque ahora tenía novio.

-Ven aquí, chiqui... -Samuel se acercó un poco más a Guillermo, levantó su mentón con la mano derecha, le dedicó una leve sonrisa que él respondió y luego lo besó. Era un claro beso de despedida. Suave, delicado pero a la vez, intenso. Lleno de emociones porque sabían que se extrañarían. Después de unos segundos, Samuel le dio varios besos cortos. Guillermo no podía evitar sonreír.

-Ya, Samuel –Guillermo lo intentaba alejar. Ahora le estaba besando toda la cara.

-No –besó-. Puedo –volvió a besar-. Dejar –otro beso en la mejilla-. De besarte.

-Eres un empalagoso –al fin logró apartarlo con ambos brazos-. Me tengo que ir... -Guillermo se reclinó, apoyando su cabeza y espalda en el asiento del vehículo pero aún con la mirada sobre Samuel.

-Lo sé, chiqui... -Se acercó para volver a besarlo-. Adiós.

-Hasta pronto, Samu.

Guillermo bajó de la camioneta y caminó hasta la puerta de su casa. No quería voltearse porque pensaba que eso aumentaría su ansiedad, pero no pudo evitarlo. Antes de introducir la llave en la cerradura, se volteó. Samuel estaba apoyado con una mano sobre el asiento del copiloto para poder observarlo desde la ventanilla. Sonrió al instante. Guillermo pudo notar cómo sus labios gesticulaban un 'Te quiero'. Él sólo se limitó a sonreír y entrar por fin a su casa.

Todo estaba en silencio. Sólo la luz del exterior y la del salón estaban encendidas. Guillermo se extrañó de que fuera así. Normalmente, a esta hora estarían a punto de cenar. Dejó sus llaves en el pocillo destinado para estas y se dirigió a la cocina. Había una nota sobre la mesa.

'Lo siento hijo, pero llevé a las chicas a cenar fuera. Estoy intentando que se reconcilien. Volveremos como a las once de la noche (o mañana si es necesario). Hay comida por ahí... Nos vemos.'

Vio la hora en su móvil. Eran las nueve y veinte. Pensó en invitar a Samuel a su casa pero desistió. La despedida se aplazaría y terminaría por extrañarlo aún más. Además, le había dicho que quería irse temprano a Barcelona, por lo que debía descansar.

Fue hasta el salón para encender la música y prepararse algo para comer. Había comido unos cuantos fideos del almuerzo antes de venirse de la casa de Samuel, así que el hambre que sentía no era mucha. Se preparó un sándwich y se sirvió un vaso de jugo. Subió hasta su cuarto, dejando la puerta abierta para no tener que subirle tanto el volumen a la música del equipo. Dejó la comida sobre la mesita de noche, se sacó la carta del pantalón, se recostó en la cama y la observó. 'Si no le digo, él no sabrá que la leí antes.' Pensó. 'No, voy a hacer las cosas bien.' La guardó en el cajón de su velador.

Tomó uno de los libros para el instituto y comenzó a leer. Sería una noche tranquila. No tenía tareas ni que estudiar alguna materia. Minutos más tarde, cuando comenzaba a dormirse, le llegó un mensaje al móvil. Se refregó los ojos y observó la pantalla. Era Frank.

De Azúcar Y Nieve (wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora