Capítulo 3

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Nadie me visitó hasta entrada la tarde del siguiente día.

Aquella persona era un musculoso muchacho de unos diez años con unos ojos verdes intensos y un pelo castaño oscuro.

-¿Por qué lo has hecho Mariahk? Ibas a ser reina y cuando nos casásemos uniríamos nuestros dos reinos convirtiéndolos en uno solo: en Saphia. ¿Por qué?

-¡Yo no los maté! ¡Te lo juro!

-Vamos.

Me cogió de los hombros y me llevó a la sala del trono. Aquella sala estaba repleta de gente y un anciano elfo estaba sentado en la silla de mi difunto padre.

-Princesa Mariahk, ¿sabe usted por qué está aquí?

-Sí, pero no he sido yo.

Oigo murmullos en la sala.

-No me haga reír. No me diga que usted no ha matado a sus padres y que estaba por casualidad en su habitación con su espada ensangrentada.

Me quedé muda. Ni siquiera yo lo sabía.

El elfo dijo las palabras que sellarían mi futuro.

-Princesa Mariahk, se queda usted sin título ni condición, y desterrada por el resto de su vida en la Tierra como simple humana desde este mismo momento. Métase en el círculo.

No me moví de aquel sitio, estaba con la mente en blanco. Un guardia me empujó al centro del círculo, que servía como portal a muchos mundos. Miré por última vez a lo que fue mi feliz vida y desaparecí en un halo de luz. Nunca más volvería a estar en aquel maravilloso mundo.

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