Capítulo 18

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La batalla empezó nada más llegar. Veíamos la gente caer, morir. Era una experiencia desagradable, una experiencia que me habría gustado no vivir jamás.

Nosotras cuatro íbamos juntas, luchábamos juntas, matábamos juntas. No había oponente que no viviese después de luchar contra nosotras. Cada día disminuía la cantidad de guerreros de Minsekti de una forma peligrosa. Nosotras cuatro siempre íbamos a luchar con los guerreros más fuertes de Mankora, para dejar el paso libre a los demás. Nos adentrábamos de una forma sorprendente en las filas de los enemigos, éramos las más frías de nuestro ejército. Estábamos demostrándole a mi hermana que fue un gran error matar a todas esas helkem. Pronto ella supo de nuestra existencia y nos preparó una trampa.

Estábamos las cuatro luchando con los generales de la fila de arqueros cuando noté que se me rizaba el pelo de la nuca: PELIGRO.

Unos meteoritos caían en nuestra dirección, pero por más que nos alejábamos de ellos, más cerca estaban.

Vi de reojo que Yaku venía a socorrerme, a quitarme del camino de los meteoritos. Todas mirábamos al cielo, viendo el fin de nuestras vidas, y utilicé la magia.

Ella vino como un torrente, circuló por mis venas como si fuese mi sangre, y se concentró en mis dedos. Utilicé un hechizo de protección que utilizaba mucha energía, el hechizo trataba de crear un techo invisible encima de nosotros.

Los meteoritos se impactaron contra el techo invisible sin crearnos un rasguño.

-Sabes magia…- dijo Yaku.

-Desde pequeña mi abuela me enseñó a utilizarla. Hoy la he vuelto a utilizar.- expliqué.

Nos habíamos salvado. Los generales huyeron asustados y no los volví a ver en la batalla.

El tiempo pasó hasta que solo quedábamos cuarenta guerreros de Minsekti y a mi hermana le quedaba doscientos guerreros, nos rendimos.

Mi hermana nos prometió no matarnos si nos rendíamos y aceptamos. Esa misma tarde ella vino con sus dos generales más importantes, y la vi.

Era mucho más vieja que yo, o al menos eso aparentaba. Ella tenía dieciocho años (dos menos que yo) pero su cuerpo aparentaba treinta y pico años. La magia negra le pasaba factura.

-Las cuatro helkem.- dijo mi hermana con voz venenosa.-Si no recuerdo mal, una de vosotras utilizó un hechizo contra mi trampa. ¿Quién de vosotras es?

-Fui yo, mi señora.- respondí con voz firme.

-Que yo recuerde, solo sobrevivieron tres no cuatro helkem en la guerra hace dos años. ¿De dónde vienes?

-Mi señora, su madre expulsó a mi familia, que lo formaban mis padres, mi abuela que era maga y yo, una pequeña helkem. Hace cinco meses volví aquí.

-¿De qué se os acusó?

-De llevar armas y libros de magia oscura por toda Mankora, un hecho que hacíamos pensando que no eran de magia oscura sino de magia blanca. Lo siento.

-No me importa, unos cuantos de esos libros cayeron en mis manos y aprendí magia negra, la cual me ha sido de mucha ayuda. Quedas perdonada.

Por suerte no me reconoció gracias a la mugre y la sangre que cubría mi rostro.

Dos días más tarde volvimos a la casa.

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