Capítulo 23

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Llegó el esperado día. Nos levantamos muy temprano. Mis amigas se pusieron sus armaduras y yo me puse un hermoso vestido azul como mis ojos bordado con plata, con una corona de plata de ley con ágatas incrustadas y unos cómodos tacones blancos. Para terminar, me puse mi espada en la cintura.

Salimos todos al patio de la casa y nos montamos a caballo. Me puse  una capa blanca para disimular y nos fuimos al castillo.

Nosotras cuatro entramos en el castillo mientras los demás esperaban fuera preparados para la acción si ocurría algo.

Esperamos detrás de la puerta de ceremonias escuchando la boda para entrar en el momento adecuado.

Y llegó el momento. El cura preguntó las palabras mágicas: “¿Alguien está en desacuerdo con esta boda?”

Abrí la puerta de par en par seguida de mis amigas y grité a pleno pulmón:

-Sí, yo estoy en contra de esta boda.

Me quité de un tirón la capa y dejé a descubierto mi rostro, mi cuerpo, mi stiku, mi corona.

-¡Tú!- gritó mi hermana- ¡Sabía que te conocía! ¡Maldita seas Mariahk, asesina de nuestros padres!

Se oyeron murmullos por toda la sala. Miré a Yaku: el pobre estaba confuso. Saber que tu novia era la persona que buscabas…

-¿Y quién dice que fui yo la quién mató a nuestros padres y no tú?- pregunté.

-Porque tenías la espada manchada de sangre.-rió mi hermana.

-Missica, creo que es hora que la verdad salga a la luz, y no hay mejor modo de hacerlo que viendo el pasado con la esfera del tiempo.

Dicho esto rocé como la última vez la gema de mi espada con mi stiku y todo el mundo supo la verdad.

-¿Ves? El que primero ríe el último ríe mejor. Ahora te doy dos opciones: una, me das la corona por las buenas y desapareces de Saphia, o dos, luchamos a muerte y la que gane se queda con la corona y la otra muere. ¿Cuál quieres?

-Creo hermanita que cogeré la segunda opción, quiero verte morir y verte probar lo que es magia de verdad.

-Empecemos pues.

Toda la gente abandonó la sala, incluidas mis amigas y Yaku.

 Estábamos las dos frente a frente. Mi hermana empezó atacarme con hechizos simples, pero poco a poco los hechizos fueron cada vez más poderosos. Llevábamos mucho tiempo atacándonos con hechizos y estábamos agotadas, pero ninguna de las dos teníamos intención de rendirnos.

Llegó un momento en el cual las dos estábamos en el suelo arrodilladas, llegó el ataque final, como la traca de los cohetes artificiales, es hora de utilizar toda la energía en  un hechizo, todos los cohetes a la vez.

Nuestra magia estaba igualada, cuando volví a notar la esencia de Saphia y comprendí de donde era: venía de la fe de la gente, de la amistad de mis amigas, del amor de Yaku, de nuestra existencia y de nuestros sentimientos.

La magia se hizo poderosa, intensa, desafiante, y alcanzó a mi hermana.

Ella chilló y chilló, se retorció en ella misma, envejeció lloró. La vi morir en una humareda negra dejando únicamente su cuerpo sin vida.

Me levanté del suelo y corrí hacia ella, en su ayuda. Pero era tarde, había muerto. Había recuperado su cuerpo de adolescente de dieciocho años pero estaba inmóvil, pálida. Las lágrimas cayeron de mis mejillas, puede que me hiciese mucho daño pero era mi hermana, sangre de mi sangre, y la quería, la respetaba.

Lloré por ella durante toda la noche, y cuando ya  estaba a punto de amanecer, su cuerpo se convirtió en mariposas y salieron por una de las ventanas al exterior. Ya afuera, desaparecieron con el primer rayo de sol. Ese era la despedida de Missica, mi hermana.

Me levanté del suelo, con las pocas fuerzas que me quedaban abrí la puerta, busqué los brazos de Yaku, me acurruqué en él y muerta del cansancio me dormí.

SaphiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora