Capítulo 19

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El día de nuestro regreso no fue alegre.

Los treinta y cinco guerreros volvieron con sus familias a recuperarse. Yaku volvió al castillo a que le curasen las heridas y nosotras cuatro fuimos aplaudidas por las jóvenes helkem por nuestro regreso. Ese fue lo único  momento alegre que ocurrió a nuestra llegada.

 Cuando nos despedimos de ellas tomamos rumbo a nuestra casa. Mujeres, madres e hijos lloraron cuando no vieron a sus maridos regresar, y yo lloré con ellas. No podía más, tenía que parar a mi hermana como sea.

Disen nos vio cuando torcíamos la esquina. Tenía los ojos rojos y unas ojeras enormes, el pobre no había podido dormir. Nos arrastró al interior del palacete, nos quitó la armadura, y junto con otra criada nos curaron las heridas, nos asearon, y con magia, nos quitaron todas las  cicatrices, dejando una piel uniforme y del mismo tono.

Pasó mucho tiempo cuando un día nos llamaron de palacio para una reunión con  los reyes y mi hermana.

Me puse unos pantalones marrones, una camisa bordada con ramas de sauce, unas botas negras de cuero y me puse mi espada. La camisa era marrón clarito muy fresca, ya que era verano.

Mi hermana había decidido casarse con Yaku y así reunir los dos reinos dentro de dos meses, pero ya había empezado pidiendo dinero a saco para sus caprichos.

Salí del palacete a caballo recorriendo las solitarias y tristes calles de la ciudad. Entré en la muralla del castillo y até mi caballo en uno de los postes que había en la entrada. Esperé pacientemente a Missi, a Treni y a Simica y entramos juntas al palacio.

Después de seguir a Borj y de escuchar sus malos chistes, entramos en la sala del trono.

A la derecha estaba sentada mi hermana y a la izquierda de ella estaba Yaku de pie, pues hasta que no se casase con mi hermana no lo coronarían rey.

Hicimos una muy marcada reverencia a mi hermana y nos pusimos de rodillas.

-Bien, he estado pensando sobre vuestro destino y os daré dos opciones: morir o enviaros a la Tierra. Os daré cinco minutos para hablarlo con tranquilidad en aquella esquina.- dijo mi hermana señalando la esquina más alejada de la sala.

Nos levantamos y nos dirigimos a la esquina.

-Bueno chicas, está claro ¿no?- dijo Treni.

-Expulsadas a la Tierra.- susurró Missi.

-Otra vez.- comenté yo. –Pero al menos no morimos…

Volvimos a la sala del trono y volvimos a inclinarlos ante ella.

-A la Tierra.-comunicó Simica.

-Que así sea.- y mi hermana nos envió a la tierra.

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