Esa noche no dormí nada. El vecino de la casa de al lado aporreaba la pared, otra vez ¡¿Por qué duran tanto unas malditas obras!?
Mi madre andaba recogiendo los platos, mi padre tosía repetidamente desde su cuarto y yo no conseguía sacarme a Green day de la cabeza.
Necesitaba ayuda.
¿Mis padres? Me llamarían loca; ¿Mis amigas? Que va, se perderían la fiesta del fin de semana; ¿Y ese chico que conocí hace un mes? Ni de broma, no sería capaz de entenderlo.
Así que opté por llamar a mi primo, el único que realmente creía que podía acompañarme.
-Ein, ¿Luke?
-Ese soy yo, dime.
-Necesito un favor. Vas a decir que no pero...
-Sara ve al grano, que nos conocemos
-¿Me llevas a Francia este viernes y volvemos el domingo?
-Espera... ¿¡Qué!?
-Sabía que iba a ser un no...
-¡¿Pero qué dices!? es claramente un: ¡vámonos pero ya de ya!
-¿En serio?
-Pero vamos a ver, ¿en serio crees qué prefiero quedarme en la cama antes que irme de viaje inesperado? Sara estoy loco, muy muy loco. Deberías saberlo.
-Te quiero Luke.
-Buenas noches capulla.
Me imaginé a mi madre riñendo a Luke y sonreí. Y aunque parezca mentira conseguí dormirme imaginando costas en lugares remotos, países de diferentes colores y personas misteriosas.
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La botella
RastgeleQuería escribir una historia pero, ¿cómo empezar? Con el tiempo aprendí que las historias llegan solas, mientras paseas, te columpias, estudias o simplemente traídas por las olas del mar...