Capitulo 30

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Me desperté envuelta en las sábanas blancas de Mario. Él aún dormía, como un ángel. Esa noche había sido la mejor noche de mi vida.
Giré mi rostro para ver el reloj de la pared de la habitación de Mario 10:30.

- ¡Dios! – Susurré. – James debe estar preocupado. – Tomé mi celular.

Tenía más de diez mensajes y llamadas perdidas de James y Anahi. Apagué el celular... Era hora de completar mi misión. Me levanté sin hacer ruido y me cambié la ropa. Busqué mi bolso para sacar el arma.
Cuidadosamente coloqué las balas y me fui hasta el lado de la cama de Mario.  Me senté y lo vi, tan perfecto. Varias lágrimas recorrían incesantemente mis mejillas.
- Muy bien, es hora. – Apunté directamente en su frente. – Supongo que te extrañaré.

Miré dos segundos su rostro y tomé con fuerza el arma decidida a apretar el gatillo.

- No puedo. – Suspiré. – No puedo hacerlo.

Bajé el arma y me la coloqué en la cintura. Primero iría por su padre.

– Narra Logan. –

10:11 de la mañana. El movimiento de _____ entre las sábanas me había despertado. Aún no podía creer que me había entregado su más preciado tesoro a mí y cada vez más me convencía de que la amaba más y más.

Estaba perdidamente mirándola dormir, se veía tan linda con sus cabellos revueltos... Hasta que se movió despertándose, decidí hacerme el dormido.

Sentí como se levantaba de la cama e iba por su bolso. Entre abrí los ojos y la vi cambiarse, tenía unas ganas tremendas de ir abrazarla por detrás pero luego vi cuando sacó un arma del su bolso.

- ¿Qué demonios...? – pensé. Luego caí en la cuenta de que ella era la agente que papá quería asesinar, ahora iba a ser yo el asesinado. Quería salir corriendo pero también fallaría en el intento. Me quedé quieto fingiendo dormir y luego sentí como se sentaba en la orilla de la cama.

- Este es mi fin. – Pensé. Pero luego la oí arrepentirse. – Aún me ama. – Un brillo de esperanza nacía en mi interior. Sentí como la puerta se abría.
Rápidamente tomé un pantalón y una remera. Fui silenciosamente hasta el armario de papá y saqué un arma. Luego fui cautelosamente detrás de _____.
Observe como entraba en la habitación de papá.

- ¿Qué hace ahí? – Me pregunté.
Vi como mi padre entraba y cerraba la puerta.

- Oh no. – Susurré. Fui hasta ahí y me pegué bien contra la puerta para escuchar.

– Narra _____. –

Entré en la habitación de su padre. Tal vez ya habrían llegado. No había nadie en la habitación, que raro, según Mario volvían en la mañana. ¿Habría sido una trampa?

Miré por debajo de la cama, en el ropero, en el baño privado pero no había nada. Cuando salí...

- Así quería encontrarte perra. – Me giré rápidamente.
- Nos volvemos a ver las caras señor Bautista – Sonreí sarcásticamente.
- Veo que ya estuviste con mi hijo. ¿Seguro lo mataste verdad?
- Quería venir por el premio gordo.
- ¿Como estan tus padres? – rió sonoramente.
- ¡Hijo de puta! ¿como te atreves a nombrarlos? – grité alterada.
- ¿Pensaste que no te reconocería el primer día que te vi con mi hijo? – se acercó. – Tienes la misma cara de tu madre y los ojos de tu padre.
- No de ni un solo pasó más, o su cabeza volara. – Dije sacando el arma y apuntándolo.
- ¿Crees que te tengo miedo? – Rió y sacó un arma de su cintura. - ¿Qué hará la valiente _____? ¿Saldrás corriendo como el cobarde de tu padre?

La rabia me consumía, no aguanté y le pegué un puñetazo tirándolo al suelo, su nariz sangraba pero en su rostro aún había una sonrisa.

- Aún no entiendo como me descubriste. – Dije.
- Tal vez tu amiga te lo pueda decir. – Abrí mis ojos.
- Ashley... - Mencioné. Ashley me había entregado, una sensación de decepción atravesaba mi cuerpo.

Un fuerte dolor se apoderaba de mi pómulo. Carlos Bautista me había encontrado con la guardia abajo. Caí al piso y luego pateó el arma que se encontraba en mi mano. Estaba totalmente indefensa.

- Matarte será tan fácil como cuando maté a tus padres. – Me apuntó con su arma. – ¿Alguna última palabra? – Sonrió.
- Púdrete en el infierno. – Lo escupí. Cerré mis ojos esperando que el disparó saliera, hasta que un estruendoso ruido se escuchó. Me quedé inmóvil 3 segundos y luego abrí lentamente mis ojos.
Vi como el cuerpo del señor Bautista estaba tumbado a mi lado y un charco de sangre se empezaba a formar. Inmediatamente dirigí mi mirada hacía el frente y vi a Mario sosteniendo un arma. Él había salvado mi vida. O tal vez no...

- Mario... - Susurré. Él seguía apuntándome con la pistola. Se acercó.
- Me mentiste, me engañaste, me enamoraste, ibas a matarme...
- Anda, dispara. – Pausé. – Me lo merezco.
- Si, ¿pero sabes que es lo peor de todo?
- ¿Qué?.
Tiró la pistola a un costado y me tomó de la cintura uniendo nuestros labios en un beso. Al principio estaba quieta, sorprendida por la reacción de Mario y luego le seguí el beso.

- ¿Por qué sigues haciendo esto? – Pregunté cuando me separé de él.
- Porque yo haría cualquier cosa por ti.
- Pero es tu padre...
- El mató a los tuyos. – Dijo agachando cabeza. – Él se lo merecía más que nadie.

Unas sirenas se escucharon afuera, le dije a Mario que se calmara. Que yo arreglaría todo y me haría cargo de todo.

Después de hablar con los policías y explicarles la situación, se llevaron el cadáver.
Urgentemente llamé a James y le conté lo sucedió, me dijo que lo esperara que él llegaría en 1 min.

Esperé un rato y luego vi bajar a James de su auto.

- Jam... - Pero el me interrumpido abrazándome fuertemente.
- Tenía tanto miedo. Me asuste. ¿No te hicieron nada? ¿Qué pasó? ¿Y Mario? ¿Dónde está? – Preguntó.
- Hey tranquilo.. – Reí. – No me hicieron nada, él está declarando con la policía.
- ¿Porqué demonios no atendías el celular? – Dijo con el seño fruncido.
- Lo apagué.
- Bueno, lo importante es que estas sana y salva. – Me volvió a abrazar.
- Ah... disculpen la interrupción. – Dijo un policía. – tengo entendido que usted también es un colega. – Se dirigió a James.
- Si.
- ¿Puede venir unos segundos?.
- Claro.

Vi a Mario sentado en el cordón de la calle.

- ¡Hey! ¿Que sucede?
- Mamá no vendrá. – suspiró. – No quiere saber nada de lo que pasó.
- Eso podemos solucionarlo.
- ¿Como?
- Te puedes quedar con nosotros. – Sonreí.
- No quiero ser un problema...
- No lo eres.
- ¿Segura?
- Segurísima.

Mario me abrazó, era un abrazo lleno de ternura.

- Gracias. – Murmuró.
- De nada.

Amor Encubierto (Mario Bautista)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora