CAPITULO XVI... CAMBRIDGE

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                                                                                                       28 DE OCTUBRE

La semana por fin había terminado y aunque aún quedaban algunos invitados le dije a Ricardo que no cambiaría mis planes, que viajaría a mi palacio ya que algunos de mis amigos estaban por llegar y tenía que estar presente para recibirlos. No le gustó la idea pero lo convencí diciéndole que a mi regreso me mudaría a su habitación, así que aceptó encantado. Claro, tuve que pedir disculpas por mi actitud y me comporté de lo más complaciente con él los días restantes.

Como de verdad ansiaba irme no me importó un poco de obediencia, después de todo era mi marido y sabía yo también que debía poner de mi parte, así que me esforcé todos los días por tener una resplandeciente sonrisa en el rostro, con todos fui atenta y me esmeré por representar mi rol de soberana ejemplar. Pero solo para poder irme, ya que esa era la única temporada del año que era solo para mí.

Así que me trague mi orgullo por unos días. Estaba tan emocionada, moría de ganas por ver a Ophelia, casi no dormí de los nervios, bueno todas estábamos muy inquietas, corríamos de un lado a otro verificando que todo estuviera en orden y empacado ya que por ningún motivo volvería por algo olvidado. Partiríamos al amanecer así que trate de dormir un poco, cuando menos lo pensé era de día, entraron las niñas y entre todas terminaron de bajar lo que quedaba en mi habitación.

señora todo listo cuando usted ordene.

—En seguida voy. —fui casi corriendo al despacho de Ricardo.

—majestad vengo a despedirme.

—Diana amor ven aquí. —dudando me acerqué y me tomó entre sus brazos, depositó un beso en mi frente y suspiró. —señora realmente te extrañare.

—yo también Ricardo y gracias por permitir que viaje.

—lo mereces, estos meses has estado encerrada... ¿Diana me perdonas?

—si Ricardo, eres mi marido y te quiero. —noté como se sorprendió con mí respuesta, hasta yo lo hice de lo convincente que fui. —y verás cómo pasa el tiempo Ricardo, pronto volveré.

—pero serán dos largos meses, me hubiera gustado que hubieras dormido conmigo anoche, pero me consuela tu promesa. ¡No lo olvides Diana!

— ¡jamás Ricardo! soy mujer de palabra pensé que lo sabías.

—lo sé, cuando vuelvas platicaremos con calma de ese tema, anda ve, te amo Diana.

— ¿y Enrique no me acompañara?

—no, surgió algo en su palacio, pero ya sabes cómo es, tal vez luego llegue a Cambridge.

Me volvió a besar y salí antes de que quisiera sexo de despedida, me acompañó hasta la entrada del castillo igual como yo lo despedía siempre, cuando llegué fuera todos estaban listos para partir. Siete majestuosos carruajes me escoltarían, las niñas ya estaban en sus lugares felices y hablaban sin parar. Lucy, Julia y Ana en un carruaje, Clara y Mary en otro, Felipe como siempre al frente con gran número de guardias tras él y la valla de soldados a nuestro alrededor.

Cuando comprobé que todo estaba como lo ordené subí a mi carruaje sonriendo como tonta, dije adiós a Ricardo con la mano y cuando di la tan esperada orden, sonreí al escuchar como aplaudían, gritaban y  las niñas.

Por fin sería libre por lo menos una temporada, el viaje no era tan largo y el paisaje hermoso merecía la pena, la nieve ya había cubierto los cerros y la vista era sorprendente, me relajé disponiéndome a disfrutar del viaje, pero por el cansancio acumulado y tantos problemas que me abrumaban en el castillo ocasionaron que durmiera casi todo el camino.

EL DIARIO DE DIANA: el precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora