CAPITULO XI... DE NUEVO SUYA

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                                                                                                                                                  18 de JULIO

— ¡pero majestad si son ladrones, violadores, asesinos!

— ¿acaso me estas desobedeciendo Luis?

Llevaba gran parte de la mañana encerrada en mi despacho atendiendo algunos pendientes que había descuidado gracias a mis clases de sexo... digo de pintura. Hace tiempo que no me sentía tan agotada, sin mencionar el no poder conciliar el sueño, mis noches de insomnio estaban de vuelta. Cierto caballero de mirada penetrante se apoderaba de mis sueños.

Pero esto en particular, el modo en el que viven los prisioneros era lo que había abarcado gran parte de mi tiempo. De una forma u otra tenía que encontrar una solución. Eso no es vida, jamás imagine que dormían en piedras, claro lo merecían por algo están reclusos. Pero si algunos están condenados a morir por lo menos que estén cómodos en lo que llega el día de su ejecución. Eso si ese día llega Ricardo goza con el sufrimiento humano... ¡Hay diosito! se va a poner como demonio cuando se entere.

—no majestad claro que no pero...

— ¡no quiero excusas Luis! quiero que los prisioneros estén cómodos y no me interesa lo que nadie piense

—majestad. —entro el cardenal Fernsby.

—su excelencia adelante por favor. —bese su mano. —tome asiento ¿algo de beber? Permítame, le serviré de su vino predilecto.

—no hija, yo lo hago tu continua ¿o si gustas puedo volver en otro momento?

—no, ya termine excelencia. Luis Retírese y más vale hacer lo que ordene.

—perdóneme majestad pe...

—Bien. Te opones... ¡Felipe!

—majestad... su excelencia. —entro de inmediato saludando a ambos.

—el desacato de este hombre ya me colmo. ¿Qué puedes hacer al respeto?

—lo que usted ordene majestad. —le dirigió una fría mirada a Luis y continúo. —Aquí se hace lo que usted ordene y nadie lo debe olvidar Luis. —le sonrió maliciosamente. De un rápido movimiento lo golpeo por la parte trasera de las piernas haciendo que callera sobre sus rodillas, lo tomó con fuerza del cabello inclinado su cabeza hacia atrás y colocó la punta de su puñal en la garganta del insurrecto hombre. — ¿entiendes Luis? es tu reina. —siguió en esa posición mientras deslizaba la punta hacia el abultado estomago de un asustado y casi desfallecido Luis. —le debes respeto y obediencia.

— ¡pero majestad el rey me matara!

—bien, entonces que llamen al carpintero y que comience la elaboración de tu caja fúnebre. Porque si no lo hace el rey, seré yo la que acabe con tu vida si no me obedeces Luis. —abrí uno de los cajones del escritorio y tomé el puñal que días atrás use con Lucas, pude ver un poco de su sangre aun en el, poco falto para que pasara la lengua y recordar su sabor. Me posicioné frente a ellos y deslice el arma por la palma de mi mano. —Así que tú decides, haces lo que te ordeno o aquí mismo te rebano el cuello.

—si majestad. —dijo después de un prolongado suspiro, sonreí satisfecha.

pero antes predicaras poniendo el ejemplo. Un año dormirás en una de las celdas sin ningún tipo de comodidad. La piedra desnuda será tu cama por ese lapso de tiempo... y pobre de ti donde me entere que no lo haces.

EL DIARIO DE DIANA: el precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora