CAPITULO XXIII... UNA DECISIÓN TOMADA

51 3 1
                                    



                                                                                                5 DE DICIEMBRE

Había pasado una semana desde mi llegada y por mandato de Ricardo la mayoría de mis cosas fueron llevadas a su habitación, dejaron solo los muebles, así que aprovechando su ausencia me encerré a llorar y suspirar cada noche y cada día. Pasaba el tiempo en mi balcón viendo a la nada, añorándolo, perdida en mis pensamientos y recuerdos. Pues solo eso me dejó... nuestros maravillosos recuerdos.

Soñaba despierta con una vida a su lado, poco me importó la angustia de todas a mí alrededor, no comía, no dormía. Por insistencia de Mary acepté ver al médico, pero solo recetó brebajes que no servían para nada. Nada me ayudaba a salir de esa depresión tan grande que sentía. Yo... ya no quería vivir. Ya no podía continuar, me había rendido, la pérdida de su amor me estaba consumiendo y ellas no lo entendían, no sabían lo que era perder al amor de tu vida.

Volvía el estomago todas las mañanas, todo me daba asco, cada día me sentía más débil y con mucho sueño. El médico dijo que tuviera cuidado y extremara precauciones se había esparcido una plaga que llamaban tifoidea y cada vez estaba más cerca de Londres, así que solo por obedecer hice caso, alegué que solo era agotamiento por el viaje pero no hizo caso, mi mesilla de noche estaba invadida por todo tipo de medicamentos.

Por supuesto que yo sabía que era un diagnostico equivocado, lo que provocaba mis malestares y esa angustia que me oprimía el pecho eran esas horribles pesadillas que tenía cada noche desde que llegué. El poco tiempo que podía dormir despertaba gritando y sudando aterrada, veía mis ropas manchadas de sangre y cuando levantaba la mirada el se encontraba tirado con el pecho desgarrado y yo con su corazón inerte en mis manos y eso me estaba consumiendo. Por eso al caer la noche prefería no dormir para no tenerlas y paseaba por la fría habitación pasando de ventana en ventana, con la tonta esperanza que cabalgaría hasta mi rescate. A eso se debía mi malestar, esa angustia de no saber nada de él me quitaba el apetito y lo poco que ingería era devuelto de manera inmediata.

Por fortuna Ricardo viajo a los días de mi llegada, se había largado de nuevo a Derby a proteger a Sofía y sus bastardos, pues la guerra estaba más próxima de lo que se esperaba, no se pudo llegado a ningún acuerdo con los Romaníes y exigían la cabeza de Ricardo. Por eso no se había enterado de mi estado de ánimo y lo agradecía porque de seguro ya hubiese traído a todos los médicos y curanderos de toda Inglaterra para ver qué es lo que tengo. Pero no había remedio para mi enfermedad. Solo él, su amor, mi mejor medicina sería recibir pequeñas dosis diarias de sus besos.

De día era igual o peor, me sentaba en el balcón y me perdía en mis pensamientos dos cosas ocupaban ya mi casi inexistente cordura una: preguntarme donde estará ¿ya habría llegado? ¿Qué tal largo era un viaje España?... Amor, mi amor.

Extrañaba su resplandeciente sonrisa, su magnética voz. Sus ojos, la alteración que causaba en mi cuerpo con su hermosa y profunda mirada. Pero lo que más echaba de menos era sentir su cuerpo junto al mío, despertar a su lado cada mañana, sentir su calor, el latido de su corazón.

Y la otra era la idea de asesinar a Ricardo, se había vuelto una constante en mi vida, día a día pensaba una y otra forma de acabar con su maldita existencia. Si tan solo el ya no existiera, si la muerte llegara de un golpe y le arrancara la vida, sin que yo tuviera que intervenir, que otro tuviera el valor que a mí me faltaba.

Había vuelto a hablar con el cardenal y de sobra tenía conocimiento que mis ministros no me dejarían elegir al que fuera el próximo rey. Pero estaría más tranquila sabiendo que no habrá más Ricardo de Inglaterra. Solo así podría vivir feliz,tal vez lejos de Lucas, pero libre al fin. Que ya nadie me humillaría y pisotearía a su antojo, saber que mi nación por fin tendrá un poco de tranquilidad y una vida prospera.    

EL DIARIO DE DIANA: el precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora