CAPITULO XX... QUE DIOS NOS PROTEJA

55 9 3
                                    



DIARIO DE LUCAS:                                                           8 DE NOVIEMBRE

Un constante ladrido me trajo poco a poco a la realidad, sentí un maldito dolor de cabeza que ni el mismo diablo me quitaba. ¡Mierda! ¿por qué bebí tanto y cómo demonios llegue hasta mi habitación? o espero estar en ella ya que no podía ni abrir los malditos ojos ¿Por qué no se calla ese maldito perro del infierno? ¿Y porque me cuesta respirar? es como si algo me oprimiera el pecho ¿porqué no me puedo mover? ¡Mierda! pero qué demonios me dieron en esa maldita taberna.

Abrí un poco los ojos, no reconocí el lugar, al instante los volví a cerrar. Agh mi cabeza duele, ¡maldita luz! ¡¿Quién demonios corrió las putas cortinas?!

— ¡quien sea que esté a mi lado cierra las malditas cortinas! —como me estaba congelando deduje que me encontraba desnudo. Solo espero que Diana no se aparezca y me descubra en estas condiciones o me dará tremenda golpiza donde se entere que no pasé la noche en el palacio. Y peor, con otra mujer... ¡señor por favor no me friegues! ¿Qué, ahora me estoy convirtiendo en marica? ¿Cómo es que le tengo miedo a esa dulce mujer? Ja, ella tiene de dulce lo que yo tengo de casto jaja.

Cuando por fin pude abrir los ojos casi se salen de su cavidad... estaba sentada sobre mi abdomen vestida con uno de sus sensuales camisones transparentes y esas condenadas medias de seda con sus coquetos moñitos que me vuelven loco. Mi pito despertó al instante, pero murió cuando vi en su angelical rostro esa sonrisa perversa que solo ella posee y peor, su mágica daga, la cual ya deslizaba por mi abdomen.

— ¿a quién llamabas Lucas? ¿Con quién pasaste la noche? — ¡Mierda, mierda y mil mierdas!... Si, el diablo en persona. Solo espero no me castre sin dejarle dar una explicación, no vaya a pensar que me fui con otra y haga un maldito matadero de doncellas en todo Cambridge. —tut, tut ¿sabes? Acabas de cavar tu propia tumba Lucas. —chasqueo la lengua sonriendo al tiempo que negaba con la cabeza.

—que dem... —la quise tocar pero no pude, la muy astuta me amarró mientras dormía.

—ahora es mi turno Lucas, no esperabas que se me olvidaría. Me cobrare todas las que me has hecho una por una. Mas lo que acabas de confesar entre sueños ¿Dónde estuviste? ¿Con quién pasaste la noche?

Tomó su copa de vino y dio un trago. Cerró los ojos y hecho su cabeza hacia atrás disfrutando de la refrescante bebida.

—con nadie Diana... lo juro.

—mm... delicioso. —Se deslizó sobre mi abdomen. Se inclino de nuevo y nos vimos a los ojos.

— ¿quiere un poco señor de Santa María?

Solo pude asentir con la cabeza. Sonriendo bajó de mi y se acercó a la mesilla donde estaba la botella. Lleno su copa vino y se acerco de nuevo, dio un trago y subió de nuevo recostándose sobre mi pecho y apoyo ambos codos en mi torso, nos contemplamos un instante.

—Lucas estas para comerte. Siempre que te ató imagino varias cosas que puedo hacerte.

— ¡diablos... si, lo que tú quieras!

—eres tan perfecto.

—tú también majestad, con intención te pones esta ropa para incitarme, sabes lo que provocas en mi.

Suspirando se sentó de nuevo y dio otro largo trago. Gimió lo que ocasionó que derramara un poco. Una fina línea roja se fue dibujando a su pasó... por su cuello, deslizándose para perderse entre los holanes de su desquiciante camisón, que apenas cubrían ese magnífico par de pechos. Se movió de nuevo hasta quedar perfectamente instalada en mi desesperado y palpitante miembro, el cual parecía tener vida propia, vibraba ansioso por algo de atención. Realizó un perfecto círculo meneándose, restregándose sombre mí.

EL DIARIO DE DIANA: el precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora