CAPITULO XXII... ADIOS AMOR

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Abandoné la habitación sonriendo y esperanzado. Si estos eran mis últimos días al lado de ella los aprovecharía, le daré la felicidad que tanto a anhelado. Le pediré perdón de rodillas si es preciso por mi estupidez, tiene razón lo mejor es que me vaya y no vuelva. Y mantendré los años que me resten de vida la esperanza de volverla a ver. Tal vez algún día recapacite en su dura decisión y me permita volver. Entré a su habitación y no estaba, bajé al despacho y tampoco, por ultimo fui al baño donde estuvimos los últimos tres días. Dios lo feliz que fui ahí con ella imaginando que así debió haber sido nuestra vida juntos, amándonos y adorándonos.

La busque por todos los lugares pero nadie la había visto, de pronto el peor de mis temores se hizo presente ¿y si se fue? el pecho dolía solo de imaginar que se marcho sin mí. Así, sin más, sin despedirse. Pero no, todas sus cosas están aquí, las niñas. Dios, dios ¿Dónde estás amor? ¿Y si le sucedió algo, si se lastimó en el jardín y nadie la vio? ¿Tal vez este herida? bajé corriendo rumbo al jardín. No pasó tanto tiempo, no puede desaparecer, ¡es la reina maldita sea! todos los ojos están puestos en ella.

Qué razón tienen mis amigos, en vez de estar aprovechando estos días juntos, lo arruino con mis malditos celos. Por último entré al salón, las niñas estaban ahí bordando y sonriendo felices y relajadas, también disfrutando de sus últimos días de tranquilidad.

—señoritas a sus pies. —presenté mis respetos y me dirigí hacia Mary, si alguien sabia en este lugar donde estaba mi amor, esa era ella.

—no está aquí señor de Santa María. La reina tuvo que salir con urgencia.

— ¿¡se fue!? Dios mío por piedad no. —Caí de rodillas, sin importarme mostrar mi dolor frente a ellas, esto era mucho más importante que cuidar mi maldita imagen de hombre refinado y perfecto ¡pendejadas! — ¿Dónde está Mary? Esta mañana... yo.

—estuvo todo el día en su despacho... dejó esta carta con instrucciones.

Casi la arrebato de sus manos cuando me tendió el sobre, sonriendo absorbí su aroma, hasta una simple hoja que toca se llena de su olor.


AMADO LUCAS:

Te necesito, ven a mi amor. Ya no hay tiempo, te espero en el único lugar donde no hemos estado juntos, un lugar donde no he amanecido entre tus brazos. No llegues tarde.

                                                                   DIANA


¿Ya no hay tiempo? ¿Ya se marcha? Dios mío no por favor, aun no. ¿Y dónde demonios es ese lugar? El único que viene a mi mente es la cascada, pero no creo que este en el castillo. Aquí en el palacio ya la tomé en todos los lugares que pude. Miré a Mary buscando una pista, algo que me guiara a ella.

—¿se marchan? ¿Pero porque Mary? ¿Qué pasó?

—no lo sé marqués, solo que nos vamos.

—¿Cuándo?

—no lo sé, pero ya se dispuso todo.

—ayúdame Mary... yo no tengo cabeza para pensar en estos momentos... se va... ella es mi vida y lo sabes. —Pero lo único que obtuve fue un leve movimiento de hombros y una triste sonrisa de complicidad con su reina. Se retiró con las niñas tras ella. Dando vueltas por la habitación paseé de un lugar a otro de una ventana a otra pensé, medité, traté de concentrarme y poder adivinar de qué lugar hablaba en su mensaje. El único lugar donde no he amanecido entre tus brazos... ¡si, el lago!

EL DIARIO DE DIANA: el precio de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora