2. Nuevo profesor de Tranformaciones

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2. Nuevo profesor de Transformaciones: Albus Potter.

Mira, yo no quería tener un apellido tan... célebre, pero como dice Shakespeare: algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande. En mi opinión, también me gustaría añadir que hay quien busca la grandeza. Podría decir que tampoco deseaba enfrentarme a una horda de enmascarados, pero mentiría, en realidad sí lo ambicionaba, pero no adelantemos acontecimientos. 

Empezaré por presentarme, mi nombre es Albus Severus Potter, sí, sí, soy el hijo de Harry Potter, tengo sus ojos, su pelo y bla, bla, bla, pero a mí me gusta más manifestar que llevo el nombre de dos directores de Hogwarts, aunque eso no quiere decir que sea solo un nombre o un apellido. Mi vida es mi historia y mis actos son los que dicen quien soy. Para todos los que os estais preguntando a que casa fui seleccionado, os confirmo que fue a la de las serpientes, pero la razón prefiero no contarla, sino que lo averigüéis vosotros mismos.

¿Niño problemático?

Sí. 

Se podría decir que sí.

Podría señalar cualquier punto de mi corta y miserable vida para demostrar que me pasaban sucesos realmente extraños, pero las cosas empezaron a complicarse de camino a mi cuarto año.

El molesto sonido que alertaba que el majestuoso tren de color negro y rojo estaba a punto de partir, iba sonando con más insistencia a medida que los segundos transcurrían, alertando a los estudiantes que fueran cautos y montaran cuanto antes. El humo que desprendía la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud mientras que gatos de todos los colores iban y venían enredándose entre las piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras con un malhumorado ulular por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles. Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes; algunos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares y otros discutiendo sobre los asientos que iban a ocupar. Empujé mi carrito por el pasillo junto a mi prima Rose, intentando esquivar a los pesados de James Sirius y sus amigos. 

Estaba algo atolondrado por el empiece de año: libros nuevos, clases nuevas y vuelta a empezar sabiendo que iba a ser más difícil y que iba a tener que estudiar más aún. Lo único que me hizo olvidar mi aturdimiento fue la actitud de Rose, ella llevaba planeando el nuevo curso durante todo el verano y ahora parecía estar cabreada, tanto que como siguiera así dentro de pocos años tendría más arrugas que la directora McGonagall. Ella era un fiera leona de la casa Gryffindor, muy igual a su madre, aunque en mi opinión un poco más agresiva y repelente. Tenía sospechas sobre lo que le podía suceder y dejando todo mi tacto al lado (que tengo que reconocer que es nulo), me decidí a preguntar y me jugué el recibir un fuerte librazo que me proclamara pariente de Nick Casi Decapitado.

—¿Estás celosa por qué has visto a Teddy con Victoire?

—No digas estupideces, Albus. Te he dicho mil veces que no me gusta Teddy. Es solo un amigo... ¡Como si fuera un primo! Eso, un primo más —corroboró, asintiendo enérgicamente con la cabeza varias veces. No se lo creía ni ella.

—¿Y por qué te pones roja? Además, nadie te conoce mejor que yo. —Cuando iba a recibir respuesta, la corté—: Me ha parecido ver a Scorpius por el final del vagón.

—¡Albus, Rose! —Se escuchó una voz familiar detrás de nosotros—. ¿Dónde estabais? Os está buscando Malfoy, y tiene un humor de perros. Nada extraño viniendo de él.

—¡Patrick! —dije aliviado, volteándome para ver la cara redonda de mi compañero de habitación avanzando en mi dirección.

A mis espaldas se escuchó una voz suave, muy parecida al algodón que tanta angustia me daba tocar.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora