EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOY

8. Halloween

8.Halloween: Scorpius Malfoy.

Los días de Octubre pasaron más rápido que una snitch. Tal vez era porque estaba ocupado tres noches a la semana con las prácticas de Quidditch, o por todo el trabajo del colegio. Estaba tan ocupado que me sorprendí al comprobar que ya llevaba casi dos meses en Hogwarts. Todavía no habíamos descubierto nada acerca de lo que buscaba el profesor Labonair y Albus cada vez estaba más ansioso por averiguarlo. Las clases de Transformaciones con él cada vez se me hacían más pesadas y tediosas. ¿La razón? Era imposible concentrarse con Albus comentando teorías locas sobre el profesor. 

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas para Halloween adquirieron el tamaño de cobertizos. Seguramente a la mayoría de los residentes del castillo le gustaba el sonido de la lluvia, el olor a tierra mojada, leer un libro en esos días, escuchar su canción favorita o arroparse y protegerse del frio, pero eso no quería decir que me gustara a mí. 

Yo podía decir que hasta lo odiaba.

Los inventos más peligrosos en la historia de la humanidad fueron sin lugar a duda la pólvora, los virus, las maldiciones imperdonables, y por último pero no menos importante, el paraguas. Este aparentemente inofensivo artilugio poseía tras de sí grandes ataques, entre los que se destacaban: clavadura de punta en el ojo, salpicadura del agua descendente hacia sus alrededores, bloqueo de individuos que quieran pasar, y voladura del mismo, seguida de golpe en la cara del patán que caminaba por delante.

Una de la peores cosas era cuando llegaba empapado y tenía que aguantar las preguntas más tontas del mundo: «¿Te mojaste?» «¿Está lloviendo?». No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que sí.

Y no solo odiaba los días de lluvia, también odiaba lo imbécil que se ponía la gente. La lluvia debía producir algún tipo de reacción química que hacía que las personas se pusieran insoportables. Es eso, o la humanidad quedó traumada después del episodio del Arca de Noe. Era agua, simplemente mojaba, era incapaz de matar. Tampoco te podía hacer más filosófico, ni que el café estuviera mejor, ni nada por el estilo, al menos en mí no surgía tal efecto. Lo único que conseguía era ponerme de un humor de perros, capaz de sacarme de mis casillas.

Era solo maldita lluvia, lo sabía. Solo un color gris pintado en el cielo y gotas cayendo. Un color triste que cuando salía el sol se esfumaba. Sin embargo lo que menos aguantaba de la lluvia, era que me recordaba a cuando se fue mi madre. 

Era un día lluvioso, en el que todo fue negro para mí. Y por todo eso, cada vez que llovía pedía desesperadamente que saliera el sol y todo esto fuera pasajero, porque sabía que no podría vivir así eternamente.

Esos días apenas salí del castillo, tan solo para volar con la escoba (que por cierto, la que me había regalado mi padre aún no me la habían devuelto) y entrenar para el primer partido de la temporada que cada vez estaba más próximo y necesitaba ganar a toda costa. Caminaba por el corredor desierto con los pies mojados junto a Albus, que me contaba sobre el movimiento que ejecutaría en el primer partido, hasta que nos encontramos a Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor. Miraba por una ventana con aspecto despreocupado.

—Hola, Nick —dijo Albus. 

Yo no dije nada, no estaba de humor.

—Hola, hola —respondió Nick Casi Decapitado, dando un respingo y mirando alrededor para finalmente mirarnos a nosotros. Llevaba un sombrero de plumas muy elegante sobre su largo pelo ondulado, y una túnica con gorguera, que disimulaba el hecho de que su cuello estaba casi completamente seccionado. Tenía la piel pálida como el humo, y a través de él podía ver el cielo oscuro y la lluvia torrencial del exterior—. Parecéis furioso, joven Malfoy, ¿ha pasado algo que deba saber?