24. El vals de Venus

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24. El vals de Venus: Albus Potter

El resto de febrero pasó volando y en años venideros, nunca pudría recordar cómo me las había arreglado para no volverme loco sin encontrar ni una sola pista sobre el paradero del Grimorio. Gracias a Merlín, Rose y Scorpius, al día siguiente de San Valentín, volvieron a estar como siempre, como si nada hubiera pasado y eso me ayudó, ya que, me pasaba la mayor parte del día (y de la noche también) esperando a que Georges Labonair entrara por la puerta con un libro viejo entre las manos, con cara de victoria y presenciar uno de los enfados de Rose y Scorpius, no era algo que me agradara. Sin embargo, los días pasaban y no había dudas de que seguía con tan pocas pistas como nosotros, pero con más mala uva y peor semblante, vamos, mucho más insoportable. Cada día le aguantaba menos y le veía más sospechoso; como un vampiro por la noche en Transilvania, esperando en las sombras el momento idóneo para atacar. 

Por otro lado, el profesorado cada día estaba más impaciente por los exámenes que llevaríamos a cabo a finales de mayo. 

Era agobiante aunque nada más que se trataran de preparativos para el fin de exámenes y los TIMOs del año que viene. Desde que habíamos empezado, nos habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa, como hacían en los exámenes de verdad. También teníamos pruebas prácticas, lo que a mí más me gustaba. El profesor Flitwick nos hizo hacer la práctica de hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. El profesor Labonair nos observó mientras convertíamos un ratón en una caja de rapé. Ganaron puntos las cajas más bonitas, pero los perdíamos si tenían bigotes, adivinad quien perdió puntos... y además, nos puso nerviosos a todos, respirando sobre nuestras nucas.

—¡Ay! —exclamó repentinamente la voz de Rose. Estábamos practicando antes de entrar uno por uno a la prueba práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras. Me giré para comprobar que el borde de su túnica se había prendido fuego.

—Aguamenti —pronuncié, rápidamente, y el agua brotó de mi varita en dirección a Rose, apagando el fuego, pero empapándola al mismo tiempo.

—¡Malfoy eres un idiota! —gritó ella, dirigiéndose a Scorpius, que estaba haciendo un visible esfuerzo por no romper a reír—. ¡Tendrías que haberme avisado que usarías un Incendio!

—No tengo la culpa de que seas una lenta.

Scorpius trató de hablar con la mayor seriedad posible, pero le era imposible borrar la sonrisa divertida que tenía en los labios.

—Potter, Albus —me llamó de repente Flabio Marin, desde la puerta de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, había llegado mi turno. Scorpius me dio una palmada de aliento en la espalda, mientras entraba en el aula de la prueba.

Me aproximé hacia delante y entre en el interior del aula.

—Bueno, Potter... veamos que tienes para mostrarme —me sonrió abiertamente, mientras que tomaba su varita y apuntaba en mi dirección. Le imité, y saqué mi varita—. Probemos primero con el Expelliarmus—me pidió alegremente. 

Me preparé.

—¡Expelliarmus! —dije finalmente, y un potente rayo rojo brotó de la varita en dirección al profesor. Marin le desvió con un movimiento rápido de varita.

—Excelente —me felicitó aplaudiendo—.Veamos... —murmuró e hizo entonces otro movimiento de varita, y un montón de maderas aparecieron en la chimenea del aula—. Quiero que las prendas fuego, Potter.

—¡Incendio! —conjuré, y las maderas brillaron a la luz del fuego que había brotado de mi varita.

—Bien... muy bien. Apágalo, por favor... —me pidió. Yo asentí y apuntado hacia el fuego, convoqué agua. En segundos, el fuego había desaparecido.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora