7. Una mañana triste

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7. Una mañana triste: Eileen Rousseau.        

La perspectiva de tener amigos fue lo único que me ayudó a pasar los siguientes días, la única luz en un horizonte que nunca había estado tan oscuro. 

De ningún modo a lo largo de mis catorce años, me había visto con la necesidad de querer relacionarme del todo con mis compañeros. Temía ser rechazada o lo suficientemente aburrida para que se cansaran rápidamente de estar conmigo. Los tres primeros años de escuela, me los pasé siendo la chica invisible en la que nadie reparaba. Bueno, nadie, nadie, no. Si que era el punto desde el año pasado de las pesadas "bromas" de algunas chicas de la casa Slytherin. Por lo demás, mi vida escolar era un aburrimiento total. Vivía solo porque estaba viva. Iba a clase, hacía los deberes y me pasaba la mayor parte del tiempo en la sala común o en su defecto en los terrenos. Sola. Al principio no me molestaba e incluso me parecía cómodo. Simplemente tenía que pasar desapercibida para no causar más daño a mi familia. Sabía que un paso en falso, podría poner en peligro nuestra seguridad.

No obstante, mentiría si dijera que no añoraba algo que nunca había tenido: una amistad. Veía desde lo lejos a los grupos de gente que reía despreocupadamente y un pinchazo de envidia enmarcaba mi corazón. Quería pertenecer a algún lugar, quería convertirme en alguien... Así me di cuenta que no tenía nada. El bolsillo que pensaba que estaba llenó de tranquilidad, en realidad estaba vacío. Nunca me esforcé por llenarlo, así que es lógico, pero ni siquiera lo sabía. Porque mi vida, estaba llena de temor. Y de repente, sentí que estaba perdiendo mucho el poco tiempo que tenía. Ahora que lo pienso, solo tenía miedo de salir lastimada. En realidad me sentía sola. Yo también quería jugar al Quidditch. Quería responder preguntas y sorprender a mis profesores. También había un chico que me gustaba. Pero... solo tenía miedo. Miedo de involucrarme y terminar hiriendo a los demás. 

El que me sentía bien sola... era una mentira.

Por ese motivo, decidí arriesgarme y vi la oportunidad perfecta cuando Rose me invitó a pasar el cumpleaños de su primo con ellos. Desde esa noche, ella me esperaba para desayunar, íbamos juntas o acompañadas de Serena Becher a las clases e incluso me invitaba a pasar las tardes con ellos. 

Me sentía más animada. Por fin podía decir que tenía una mejor amiga. 

Por otro lado, estaban Albus y Malfoy. Los tres eran inseparables y me hacían gracia las situaciones de las que se rodeaban. Rose y Malfoy estaban la mayoría del tiempo al pie de guerra debatiendo y enfrentándose por todo. En esos momentos era en los que entraba Albus en acción y les saltaba algún comentario sarcástico, luego me miraba y ponía los ojos en blanco enmarcando con sus labios en mi dirección: «no tienen remedio». 

Tengo que reconocer que me tomé la libertad de pensar que a Albus cada vez creía conocerle mejor. Era nervioso y no podía estarse quieto ni un solo instante. De comentarios mordaces y miradas que parecían atravesar como balas a donde miraba. Todo lo contrario a lo que yo era. También cometía errores. No importaba lo mucho que fingiese que no le importaba lo grandes que fueran en algunas situaciones... porque, al final del día, el seguía siendo fuerte. Tenía una forma de querer comerse el mundo que me embriagaba y su voz era como una canción que hace tiempo dejó de ser favorita en la radio, pero que aún así, seguías tarareando en tu cabeza.

Pasábamos las tardes en la biblioteca bajo la atenta mirada de la bibliotecaria. Yo terminando un trabajo de Transformaciones que llevaba atrasado (Rose puso el grito en el cielo) y ellos buscando no se qué información. A pesar de tener curiosidad, no quise preguntar para no entrometerme en sus asuntos, pero era increíble lo mucho que se tomaban a pecho la búsqueda y lo que llegaban a discutir entre ellos. El que más: Malfoy.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora