23. Una historia sangrienta

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23. Una historia sangrienta: Scorpius Malfoy

—Albus, Albus —se apresuró a decir Weasley al verle tendido sobre el suelo pálido y sudoroso—. ¿Estás bien?

Rousseau y yo, también le observábamos desde arriba, estaba tendido sobre el suelo con la respiración entrecortada y los ojos entrecerrados. Tenía pensadas algunas explicaciones para ello: estaba así debido a su transformación de nuevo en él mismo después de que se pasara el efecto de la poción Multijugos, acababa de correr por los pasillos huyendo vete a saber de Salazar qué o una mezcla entre ambas. Si entrelazábamos las teorías que estaba ideando poco a poco y conociendo a Albus, seguramente la tercera era la más viable y, me daba miedo saber la razón. El hecho de que hubiese desaparecido, ya era de por sí preocupante.

—¿Rose? —preguntó él confuso, incorporándose y llevándose las manos a la cabeza. Me incliné hacía delante, echándole una mano y en un momento estuvo en pie un poco aturdido.

—¿Te parece bonito lo que has hecho? —preguntó Weasley inmediatamente sin dejarle continuar ni explicarse de ninguna forma. Algo nada raro en ella—. Estaba preocupadísima, bueno, todos estábamos preocupados, podías haber estado en peligro. No, seguro que has estado en peligro, Albus. Eres un insensato.

—Lo sé, Rose, pero he descubierto algo... —escuché que decía. Mis cejas se alzaron súbitamente con interés mientras escurría las manos dentro de mis bolsillos—. Tenemos que ir al invernadero de inmediato. ¿Dónde está Logane? —preguntó pasándose las manos por el pelo.

—Se ha quedado en el invernadero, nosotros hemos venido a buscarte —intervine y, me pareció bien que se quedara allí, aunque no lo expusiera en voz alta, obviamente yo tenía educación. No estaba bien decirlo, pero es que no le aguantaba. No nos equivoquemos, no tenía nada en contra de él, simplemente que me ponía nervioso su actitud de imbécil y depresivo total. Entendía la pena por sus padres, pero no podías estar compadeciéndote para siempre, era algo de lo que yo había aprendido—. ¿Qué es lo que nos tienes que contar? ¿Dónde has estado?

—Aquí no —me contestó Albus, mirando a ambos lados con desconfianza. Su gesto hizo que yo le imitara también. Su nivel de paranoia era algo que se pegaba rápidamente—. ¿Vosotros habéis descubierto algo? ¿Prynce ha dicho algo interesante?

—Si con interesante te refieres a la marca de esmalte de uñas que utiliza y lo mal que trata a Lasserre, sí, ha sido todo un descubrimiento —argumentó Weasley ceñuda, con un ápice de decepción en su voz.

—Nada de nada —retruqué, meneando la cabeza hacia los lados, ofreciéndole una contestación más concreta mientras chasqueaba la boca algo molesto. Ya sabíamos que Weasley no aguantaba a Megara, vale, podía ser un poco insoportable a veces, pero no era como ella creía, por lo menos no la menor parte del tiempo—. Ya os advertí de que Megara no tenía nada que ver.

—Entonces menos mal que me he ido —farfulló Albus. Weasley a mi lado le miró con los ojos entrecerrados y yo suspiré, entre uno y otro, no sé cuál de los dos era más cabezón—. No me mires así, de verdad que es importante, vámonos al invernadero ahora mismo, no puedo aguantar más.

—Logane está allí esperándonos —intervino Eileen con nerviosismo. A decir verdad llevaba así desde que nos la habíamos encontrado en el pasillo. Yo también estaba nervioso, pero ahora que estábamos en nuestro estado natural y Weasley se había quitado la túnica de Lasserre, estaba mucho más tranquilo. Solo quedaba que Albus se retirase la de Labonair—. Podemos coger el atajo de la izquierda.

Todos asentimos y por una vez de pocas, estuve de acuerdo con ella. Me sorprendí hasta a mí mismo, la verdad.

La mayor parte del camino transcurrió en Weasley echándole un sermón a Albus, aunque en sus ojos se podía entrever la curiosidad que sentía por saber que era lo que había descubierto y la otra mayor parte consistió en Albus quejándose y diciéndole que si no hubiese escapado, no hubiéramos conseguido nada. Yo también tenía esa sensación. No podía decir que estaba molesto porque él hubiese desaparecido sin decirnos nada, el sentimiento más bien era de preocupación. Cuando Weasley me hizo un gesto anunciándome que Albus había desaparecido, sentí como si me echaran por encima un jarro de agua fría, era un maldito cabezón, pero un maldito cabezón que a pesar de estar exhausto, daba la impresión de estar satisfecho y asustado a partes iguales.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora