16. Escapada a media noche

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16. Escapada a media noche: Rose Weasley

El viernes a penúltima hora el castillo estaba más oscuro de lo normal en pleno día, a causa del cielo sombrío y la lluvia torrencial que azotaba contra las ventanas de la clase de Transformaciones. Los estudiantes de Gryffindor y Slytherin estábamos en sumo silencio, apuntando las indicaciones que con rigidez recitaba el profesor Labonair. Dictaba sobre la práctica que llevaríamos durante la última media hora de la clase y solamente se escuchaba el ruido de fuera, algún castañeteo de dientes por el fío o el rasgar de las plumas contra el papel del pergamino.

—El alumno que no consiga transformar la pluma en un canario... —bisbiseaba el profesor Labonair, mientras caminaba entre el alumnado con las manos en la espalda, demostrando su firmeza delante de todos nosotros—. Me temo que al final de curso obtendrá una T de Troll. Y ahora que ya están avisados, pueden empezar con sus prácticas.

Me tensé de inmediato en mi puesto en primera fila. Cada vez que alguien a mí alrededor mencionaba la palabra "suspenso" o alguna de sus variables, era como estar viviendo mi peor pesadilla. Aunque debía reconocer, que desde que nos habíamos enterado de lo de York, las clases de Transformaciones lo eran sin tener que escuchar esa palabra. Era muy difícil estar cómoda sabiendo (a pesar de que seguramente había cosas que desconocía) todo lo que ocultaba el profesor.

—Maldito Conde Drácula... —escuché que susurraba Albus a mi lado, sin apartar la vista de la espalda del profesor que caminaba a la parte trasera del aula. Se había dado la vuelta en su asiento para poder fulminarle con la mirada. Como siguiera así, alguien iba a verle. Agarré su hombro para que mirase al frente y le pegué una patada en la espinilla por debajo de la mesa a medida que se me arrugaban las cejas.

—Va a escucharte —le dije de la misma forma, aplanando la pluma en el escritorio y abriendo el libro por la página indicada a pesar de que no me hacía falta ver lo que allí había escrito, me sabía el tema de memoria—. Y eso solo puede generarte y generar más problemas.

—Es que me da rabia verle paseándose tan tranquilo, creyéndose el profesor del año —soltó de pronto, agarrando con fuerza su varita—. Sabiendo todo lo que hace a las espaldas de las paredes de este colegio.

—A mí también me enfurece —le contesté comprensiva—, pero cuanto menos sospeche de nosotros mejor podrán funcionar los planes en su contra. Además, no te conviene otro castigo más.

—Lo sé... —gruñó.

—¿Ocurre algo por aquí? —dijo de pronto el profesor Labonair, situándose delante de nuestro pupitre. Dimos un respingo sobre los asientos, no nos habíamos dado cuenta de su acercamiento.

—No, profesor —contestó Malfoy rápidamente. Georges Labonair alzó una ceja y luego volvió a pasearse por el aula corrigiendo a todo aquel que no desempeñaba bien los movimientos de varita. Malfoy ladeó la cabeza en nuestra dirección con cara de pocos amigos—. No habléis aquí de eso. Os puede escuchar cualquiera. Será mejor que practiquemos el hechizo.

No asentí ni articulé palabra a pesar de que estaba totalmente de acuerdo con él, pero no iba a darle el gusto de decírselo. Aún no se me pasaba el enfado por dejarme mal delante del profesor Marin. Era algo que no aguantaba.

—Ya hablaremos más tarde. La situación comienza a ser insostenible —contestó Albus.

Tras ello, decidí concentrarme en mi hechizo e insté para que él también lo hiciera.

Después de un rato de practicar, donde unos pocos habíamos conseguido dominarlo, de repente, un pequeño chillido de auxilio resonó al final de la clase. Absolutamente todos nos dimos la vuelta en nuestros asientos para ver que ocurría, no era novedad que pasaran desgracias en el aula de Transformaciones, recordaba que un día un compañero convirtió a otro sin querer en un conejo. No fue difícil encontrar la procedencia del alboroto, la pluma de Eileen volaba por los aires en llamas y parecía totalmente atemorizada con la varita en la mano, seguramente no queriendo llamar la atención del profesor Labonair. George Develius, unos asientos a su derecha, alzó la varita para ayudarle, pero fue imposible que parara. Yo por mi parte, inspeccioné el aula. En una de las últimas filas donde estaban sentados Prynce y su séquito, pude ver una mueca triunfal en los labios de Marcellius Labonair y la varita asomar por debajo de su asiento. Me cabreé y giré la cabeza encontrándome como Albus le miraba encolerizado y Malfoy seguía su mirada que al darse cuenta se deformó en una de enojo.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora