20. El invernadero secreto

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20. El invernadero secreto: Albus Potter

La mañana del retorno a Hogwarts, se levantó menos nevada que las anteriores. Las vacaciones de Navidad habían llegado a su fin y a pesar de que ya no nevaba, el frío invernal se colaba por mi abrigo dejándome completamente helado y tieso. Esa mañana después de levantarme tras una habitual pesadilla que me erizó cada cabello de la nuca, me había asegurado de llevar todos los libros y calcetines para no pasar frío, sin embargo lo que de verdad había ocultado entre pliegues de ropa y que necesitaba utilizar con urgencia, eran los ingredientes de la poción multijugos. Ya estaban todos y cada uno de ellos a buen recaudo, al fin, podríamos comenzar a mover ficha.

Ahora más que nunca debíamos saber que estaba ocurriendo, no podía vivir más con esta incertidumbre.

Mi familia y yo, llegamos a King Cross a las diez y media. Mi padre cruzó la calle a toda pastilla para hacerse con unos carritos y poder cargar los baúles, y mi madre, mis hermanos y yo entramos corriendo en la estación refugiándonos del frío del exterior. Íbamos un poco tarde y la dificultad estaba en llegar al andén nueve y tres cuartos, que no era visible para los ojos de los muggles, antes de que se acabara el tiempo. Lo que había que hacer era atravesar caminando la gruesa barrera que separaba el andén nueve del diez. No era doloroso, pero había que hacerlo con cuidado para que ningún muggle notara la desaparición. Así lo hicimos, quedándonos solo quince minutos para poder despedirnos. La locomotora negra y roja se desdibujaba entre una nube de humo que se extendía por todo el lugar colándose entre los magos y brujas alborotados. Rápidamente comencé a mover mi cabeza de un lado a otro para encontrar a Rose o Scorpius mientras avanzaba.

De pronto mi padre apareció a mi lado. El tiempo desde nuestra discusión había pasado sin piedad, no obstante, yo seguía tan dolido como aquella noche y a pesar de que Harry Potter alías "El Elegido", intentó acercarse a mí y que volviéramos hablar, me negué rotundamente. No me podía olvidar de la falta de noticias y lo que nos dijimos, además, tenía otras cosas de las que preocuparme, como por ejemplo... volver a ver a Eileen. 

No tenía ni idea de cómo comportarme una vez que la tuviera delante. 

—¿Estás preparado, Albus? —me preguntó, al escucharle me di la vuelta ligeramente dándome cuenta que nos habían dejado solos.

—Lo único que te pido, papá —dije, pausadamente y con toda la sinceridad del mundo. No lo hacía para hacerle daño, lo que quería es que nadie nos mirase—. Es que... te apartes un poco de mí.

—Ah... ya lo entiendo, a los alumnos de cuarto no les gusta que les vean con sus padres, ¿no es eso? Recuerdo como Ron huía del beso de Molly... —me contestó en uno de sus intentos por hacer que todo volviera a la normalidad.

—No es eso. Es que... tú eres tú, y yo soy yo, y...

Yo ya lo había sentido de antes, pero me di cuenta que mi padre también se había percatado en ese instante, entendió por completo lo que decía y arrugo el ceño bajo sus gafas redondas. Un mago entrometido que era tan flaco que parecía un fideo, deambulaba alrededor de nosotros, esperando el momento para acercarse y a saber Dumbledore que quería, seguro que algo del Gran Elegido.

—Sólo es gente que mira, ¿vale? La gente mira. Y me mira a mí, no a ti —murmuró, intentando tranquilizarme, lo que me alteró aún más.

Para colmo de mis males, denominémosle "el mago entrometido", pensó que era el momento oportuno para caminar hacia nosotros. Con los ojos brillantes, le tendió un pedazo de pergamino a mi padre que, cinceló una sonrisa amable, agarró el pedazo y a continuación se lo firmó. Cuando tuvo el cacho de papel, el hombre le dio las gracias tantas veces que perdí la cuenta y a continuación, se fue.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora