21. Convirtiéndome en mi enemigo

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21. Convirtiéndome en mi enemigo: Rose Weasley 

Eileen y Serena se fueron a dormir temprano, de modo que por la noche, sin sueño alguno, no me quedó más remedio que bajar sola a la Sala Común de Gryffindor. Resultaba extraño verla tan tranquila sin el jaleo que solía traer consigo el escandaloso de James que tenía que informar a todo el mundo de su llegaba con voces que te taladraban el cerebro. Por supuesto, al bajar de la habitación en puntillas para no molestar a nadie, me había llevado el libro que contenía información sobre la planta que mató a Sócrates y poder seguir investigando. Estaba lleno de ideas extrañas de Newt Scamander sobre la Cicuta, la mayoría de las cuales todavía estaba intentando entender lógicamente. 

Estaba sentada en el mullido sofá releyendo las palabras al son de la calidez del fuego una y otra vez, rememorando todo lo que estaba ocurriendo, pero cuanto más pensaba en los suicidios, las personas de antifaces plateados y la utilización de la poción multijugos, más nerviosa me ponía. Sentía que el libro se balanceaba bajo mis temblorosas manos. Habían pasado quince días desde que comenzamos a cocinar los ingredientes a fuego lento y por el momento, todo parecía ir de maravilla, las clases seguían su curso, no se avistaba ningún movimiento extraño por parte de Labonair o su padre... lo que, nos alarmaba aún más.

Me removí incomoda en el sofá a la par que cerré el libro, no quería acordarme, pero tenía presente una charla con mi madre. Después de tantas semanas, las palabras aún hacían eco en mi cabeza. Tras escuchar la conversación a escondidas, había estado recorriendo Londres en busca de información que pudiera ayudarnos, buscando algún dato que me pudiera ayudar a comprender las pesadillas de Albus (no pensaba rendirme por mucho que él quisiera echar tierra por encima del tema) y recaudando algún ingrediente de la poción que faltaba. Durante esos largos días en los que Albus había estado ausente, hice el trayecto al Callejón Diagon al menos una vez a la semana: para poder investigar y porque necesitaba vencer la curiosidad. La Navidad fue especialmente dura. Los ratos libres me los pasé sondeando libros en busca de información sobre antifaces plateados. Estuve recorriendo los boticarios intentando fijarme si vendían Cicuta, había seguido leyendo intentando buscar más cosas sobre York, y para el malestar de mi bolsillo, gastado galeones en libros de plantas, pero no había tenido suerte. 

Casi al terminar las vacaciones, al volver a casa (después de llevar caramelos verdes a Albus para que se animara), me sentí más cansada de lo habitual y me quedé dormida en el sofá con un libro de plantas entre las manos. Mi madre vio mis intenciones y me hizo prometer que no iba a meterme en aquel asunto.

Le dije que no lo haría. Mentí y odiaba mentir a mi madre. Cerré los ojos un segundo acordándome de su rostro, lo mucho que la admiraba y lo poco que se merecía que le mintieran a la cara. No quise quedarme con ese amargo sentimiento de culpa, por lo que, recogí mis cosas y subí a dormir.

A la mañana siguiente, me levanté antes, me lavé los dientes, aseé, hice la cama y obligué a mis compañeras a que la hicieran también. Serena como era de costumbre se removió balbuceando tonterías. Me parecía inaudito tener que pedir una cosa así. ¿Tanto costaba? ¡Era por una buena causa! Por otro lado, como siempre, cuando me desperté, Argent no estaba. Parecía mentira que durmiéramos en la misma habitación, pero sinceramente, prefería no verla. 

Después de tomar un desayuno revitalizante, me despedí de Serena y Eileen para ir a buscar un libro que me había dejado en la Sala Común sobre sueños y quería ojear entre clase y clase. En la puerta me topé con Albus y Malfoy que también salían ya de desayunar. Albus tenía cara de espanto, como si acabara de correr una maratón al lado de cincuenta fantasmas.

EL GRIMORIO ▶ ALBUS POTTER, ROSE WEASLEY Y SCORPIUS MALFOYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora