Capítulo 1

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Aquel año en Keerville el calor estaba apretando más de lo normal. Pero a Janna, no le importaba en absoluto. Estaba feliz, porque se habían acabado las clases. Ahora, le tocaba enfrentarse a la universidad. Y por suerte suya, no iba a tener que ir a otro continente a estudiar. Iba a cumplir en una semana los dieciocho años, y al ser mayor de edad era libre para tomar la decisión de quedarse en Texas, para seguir con sus estudios. Quería sacarse el título de veterinaria, para ayudar en el rancho a su padre. Y demostrarle así, que en el día de mañana el negocio de los sementales estaría en buenas manos. Pero para ello, tenía mucho que trabajar. Y por eso se encontraba junto a Jack, el capataz de su padre. Observando todo el cercado del lado oeste de la finca.

-Me gusta la idea, de que decidas quedarte con nosotros –Rompió el silencio el hombre-. Y rechaces la idea, de convertirte en una bonita chica de ciudad.

-Gracias Jack –Le sonrió con gran cariño-. Pero ya me conoces lo suficiente, para saber que me gusta más montar a caballo, que irme de compras a boutiques.

-Sí, pequeña... -Rió divertido-. Lo llevas en la sangre, como todos nosotros. Y créeme, que a tú padre le hace muy feliz. Eres igual que tú madre... -Soltó en un suspiro.

-Eso me gusta – miró al horizonte con aire melancólico-, pues es una manera de poder saber de ella.

-¿Recuerdas algo?

-Sí –Sonrió-. Su dulce mirada, el olor a pasteles por pasarse el día cocinando y cuando me cantaba alguna canción... Pero era pequeña... Guardo todo eso en mí interior, como un gran tesoro.

-Eres igual de fuerte que ella, y eso me gusta... -Miró hacia atrás-. ¿Qué te parece, ir ahora por el lado del este? Así, llegaremos al lago para poder refrescarnos y también a los caballos.

Veinte minutos después, los caballos bebían agua con gran avidez. Y Janna, aprovechaba para meter la cabeza debajo de la fresca corriente, quedándose quieta por unos segundos hasta que su respiración se agotaba y con gran energía, retiraba la cabeza salpicándolo todo de agua a causa de su larga melena morena. Ya escurriéndose el cabello en silencio, pudo observar la paz y armonía que la envolvía. Lo había echado todo de menos, pero nunca más se iba a marchar. Sin poder evitarlo sus ojos se detuvieron en la finca vecina, que se podía divisar desde allí.

Paul Keer, era el rico propietario de ella y el socio de su padre. Resultaba ser un hombre muy listo en los negocios, consiguiendo la fama desde muy joven. Ahora, él tenía treinta y uno. Una verdadera lástima, que fuera tan mayor. Porque estaba segura, que si no hubiera tanta diferencia de edad, tendría una oportunidad con él. Eso, es lo que anhelaba su corazón profundamente desde que tenía quince años. Exactamente, llevaba tres años enamorada de él. Pero sabía perfectamente, que tenía que amarlo como un amor platónico.

El que fuera a cumplir los dieciocho años, no significaba que fuera una tonta y alocada adolescente. Podía sentirse orgullosa de sí misma. Tenía la cabeza en su sitio y los pies, bien clavados sobre la tierra. Y no quería perder la amistad de su vecino, por alguna tontería que hiciera. Sabía que aquello afectaría en el negocio de su padre. Por eso mismo, lo mejor en aquella etapa de su vida era centrarse en su carrera. Ya llegaría el momento para el amor.

-¿Aprovechamos éste lugar, para comernos los bocadillos? –Interrumpió Jack sus pensamientos.

-Me parece bien –Le sonrió-. Así, pasaremos la hora más calurosa bajo la sombra de éstos árboles.

-Si estas cansada, solo tienes que decírmelo pequeña –Sugirió en tono paternal.

-Gracias Jack –Lo miró con cariño, cuando se hubo sentado a su lado-. Pero estoy perfectamente.

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora