Capítulo 11

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¿Por qué no le respondía de forma inmediata? No era una pregunta con respuesta difícil... Sin embargo, así parecía al ver el manto de indecisión y tristeza en aquel atractivo rostro. Incluso su doctor, mostró cierta incomodidad. Pero hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, dando permiso al otro hombre, suponía que para responderle.

-Siempre he tenido un papel importante en tu vida –Dijo caminando hacia ella, para detenerse a escasos pasos-. Pero desde hace muy poco –la miró por unos segundos a los ojos con cierta ternura reflejada en los suyos-. Soy tu marido.

-¿Perdona? –Se le escapó con cierto pito de histeria-. ¿Has dicho que eres mí marido? –Preguntó con gran incredulidad y mirando también al doctor, quien asentía nuevamente con la cabeza.

-Me has oído bien –Dijo Paul con tono calmado, ante la sorpresa de la chica.

-Pero... Yo... -Estaba más que sorprendida, no tenía palabras para aquello. Se alzó la mano izquierda en busca de una alianza. Estaba segura, que cuando despertó no vio ninguna-. No llevo anillo... -Susurró muy bajo.

-Se halla en el joyero –Medio mintió Paul, pues de cierta manera allí se encontraba el futuro anillo que le compraría como símbolo de su unión-. Te iba un pelín grande... Ya te dije, que hace apenas pocos días que nos hemos casado.

-¿Cómo cuantos días? –Preguntó aún confusa por aquella impactante información.

-Apenas unos días antes de que sufrieras el accidente –Suspiró con cierto pesar.

-Disculpa, que no... -Se sonrojó un poco al no recordar que tenía un marido y más avergonzada, por olvidar uno tan atractivo.

-No te preocupes pequeña –Alzó un brazo para sujetarle la barbilla con delicadeza-. Con el tiempo volverán tus recuerdos.

Notó como sus pulsaciones se animaban aún más, ante su cálido contacto. Sí, tenía algo de nervios. Era de lógica. Pero para nada le infundía miedo por tratarse de un hombre. Desde que hubo mantenido visión con él, solo se había sentido nerviosa. Agitada... No sabía muy bien decir a qué, pero si que su mirada la cautivaba. Y ahora, también añadía su contacto.

Aquello era increíble. Estaba casada con aquel vaquero. Era su marido... Pero no sabía nada de él. ¿Cuánto llevaban como pareja antes de casarse? ¿Cómo no se habían ido de luna de miel? ¿Acaso iba la cosa mal entre ellos antes de que perdiera la memoria? ¿Es decir, se amaban? ¡OH!... Contuvo el aliento por unos segundos, al ver lo acertada que era aquella pregunta. Pues ella, bien podía no recuperar nunca la memoria. Y tal vez, jamás volviera a ser la misma mujer, siendo aquello motivo suficiente para que su marido se cansara de aquel matrimonio.

Sus mejillas se encendieron, sintiéndose muy abrumada con una idea que le asaltó. ¿Le exigiría de inmediato sus deberes como esposa en la cama? ¿De verdad había hecho el amor con él?

-¿Te encuentras bien Janna? –Preguntó el médico, al ver cierto acaloramiento en sus mejillas.

-Yo... -Se giró a mirarlo, notando como aún se sonrojaba más por ser tal vez pillada en pensamientos algo cuestionables-. Sí... -Bajó la vista al suelo-. Me encuentro bien, solo intentaba recordar algo... -Mintió completamente azorada.

-No debes obligarte –Señaló el hombre-. Así, solo conseguirás un buen dolor de cabeza y frustración... -Se cruzó de brazos-. Bien, tú solo tienes que descansar –Sonrió-. Y no te preocupes, que seguro recuperarás pronto la memoria. No eres el primer caso –Le guiñó un ojo-. Venga, es hora de que Paul te lleve a casa ¿No crees? –Indicó posicionando las manos en los hombros de la chica y empujándola fuera de aquellas cuatro paredes.

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora