Capítulo 3

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Ya divisaba el molino, pero no veía quien se hallaba en él. Aunque no hacía falta tener mucho genio para saber de quien se trataba. Aquellas dos listillas, iban hacer todo lo posible por complicarle un poco más la vida con la llegada de ella. ¿Por qué lo veían las mujeres todo tan fácil? Había muchos inconvenientes que salvar para la pobre chica. Acabaría rindiéndose a la más mínima. En ningún momento estaba indicando que ella fuera poco luchadora. Pues era todo lo contrario, después de todo lo que ya había sufrido. Pero aquello era ley de vida. Nunca funcionaban, era muy difícil.

Simplemente iba a tener que ir rápido con solucionar el problema de Francesca. Debía hacerlo, si no quería fallarse así mismo y a su amigo. Pues había comprobado aquella mañana perfectamente, cuan débil era. Débil ante su sonrisa, ante su mirada, ante su voz... Y ante su suave tacto a terciopelo.

Fuerte, tenía que ser fuerte. Se repitió mentalmente con seguridad, para desinflarse al momento en cuanto la vio tan espléndida montada a caballo. Su vida iba ha convertirse un infierno.

Pudo ver en su mirada como aparecía un brillo encantador, hipnotizador... Cualquier hombre se aprovecharía de ello. De coger y saborear tan dulce manjar. Al ver a una joven apreciarte, admirarte y desearte... Pero no quería que nadie lo catalogara de aquella manera. Él no era ningún playboy, sin falta de escrúpulos. Tenía que comportarse con cierta imparcialidad, mirarla como si fuera una sobrina, una hermana menor... Aunque muriera a cada segundo que ella lo mirara con amor.

-Hola –Saludó acercándose a ella con la bolsa en la mano.

-Hola –Sonrió feliz-. ¿Qué haces aquí?

-Me envía Louise con comida –Alzó la bolsa de plástico-. ¿Dónde está Jack? –Frunció el ceño preocupado al no querer verse a solas con ella.

-Detrás del molino –Señaló con la cabeza-. ¡Jack, tenemos compañía piadosa! –Exclamó logrando que asomara el hombre la cabeza pro al lado del edificio, y sacándole un gran peso de encima-. ¿Y cómo ha sabido Louise qué estábamos por aquí?

-¿En serio te lo preguntas? –Rió Paul divertido-. ¿No conoces la amistad que tiene con Thelma?

Ella negó con la cabeza y una dulce sonrisa.

-Pues tal vez, deberías de prestarles un poco más de atención –Sonrió-. Digamos que juntas suelen ser un tanto peligrosas.

-¿En serio? –Frunció el ceño, observando como el hombre mayor se acercaba a ellos-. No lo pensaba...

-¿Qué te trae por aquí hijo? –Preguntó el hombre mayor interesado.

-Nos trae comida, gracias a Thelma que ha llamado a Louise informándole que nos hallábamos cerca del molino –Informó ella sonriente al tiempo que se frotaba las manos-. A nosotros nos va de perlas el no tener que perder tiempo en ir al rancho a comer.

-¡Vaya, mira que bien! –Alzó una ceja divertido-. Ésta chica no conoce significado de la palabra descanso ¿Dónde vas ha querer comer?

-Por aquí mismo –Se alzó de hombros, para mirar momentáneamente la bolsa que el hombre portaba en sus manos-. ¿Qué hay ahí dentro?

-Mmm... -La cogió y miró en su interior, para soltar en silencio un quejido de fastidio-. Tres grandes bocadillos de carne calientes y... -Desenvolvió el bulto más pequeño-. Queso y fruta...

-Todo un buen picnic –Rió el hombre mayor-. Y que estas obligado ha compartir según veo...

-Sí –Soltó un suspiro con cierta resignación al comprobar que aquellas dos viejas pellejas, le habían metido en una trampa-. Pues vayamos a comer.

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