¿A Quién pretendía engañar?
No sentía la misma fuerza, que cuando se hallaba junto a su amigo Rob en el pub.
En sus ojos volvía haber un brillo de temor y dolor, mientras que sus manos cada vez sujetaban con menos fuerza el ramo de flores, que habían logrado comprar en una gasolinera.
Realmente no se creía capaz de llamar a la puerta del dormitorio de ella, ahora que debía de hallarse completamente dormida, tras comprobar por un segundo la hora que marcaba su reloj de pulsera.
¿Y par qué iba ha llamar?
Solo para entregarle el ramo de flores con cierta disculpa.
¿Y qué diantres excusaba aquello?
Que lo disculpara por ser un idiota rematado, al tiempo que se moría de ganas por convertir aquel matrimonio en uno real.
¡Sí, joder!
Pero no iba hacerlo. No estaba nada bien el actuar a expensas de un engaño. Ella no se merecía aquel trato por su parte.
Así que agachando la cabeza y hundiendo sus hombros, volvió unos pocos pasos sobre sí, para abrir la puerta de su dormitorio y aventurarse en él.
Necesitaba darse una ducha de agua fría, su mente estaba demasiado saturada con demasiadas contradicciones sobre sí mismo.
No fue su vista quien lo alertó de no estar solo, dado que se hallaba completamente a oscuras, y aún no se había acostumbrado a la luz de allí dentro. Normalmente, por la tarde solían correr las cortinas más opacas, para que no entrara todo el calor del sol de la tarde.
Por ello, que al no haber corrido aún las cortinas no veía con mucha claridad. Pero su olfato era otra cosa.
Éste, hizo que detuviera sus pasos junto a la gran cama y tras fijar la mirada por unos segundos en ella, pudo apreciar que aquella fragancia dulce que flotaba en el ambiente, pertenecía al bulto que había dormido bajo sus sábanas.
Sorprendido, sus dedos soltaron las flores para dejarlas caer sin cuidado alguno sobre la alfombra.
De seguro, que alguna flor se había desquebrajado como lo estaban ahora sus defensas.
Janna, en su cama.
¿Qué hacía la dulce joven dormida en su lado de la cama?
Inclinó su cuerpo hacia delante, atraído por su belleza, por el amor que sentía hacía ella... Para apoyar sus puños cerrados con cierto cuidado, muy cerca de su cuerpo.
¿Habría vuelto a tener otra pesadilla?
Pobrecilla, si en verdad había despertado a mitad de la noche asustada, y al ver que no acudía nadie en su grito de socorro. Era ella, quien se había aventurado a buscarlo, para llevarse el chasco de hallar el dormitorio vacio.
¿Pero meterse en su cama?
Acaso si olor corporal, o el saber que él dormía allí, habían hecho que necesitara cobijarse allí, sintiendo un mínimo de seguridad.
Que frágil se la veía, abrazada a su almohada como si de un salvavidas se tratara. Con su larga melena desparramada por encima de sus hombros y colchón. Mientras que mantenía su cuerpo en posición fetal, dejando a los ojos de él la completa desnudez de su cuerpo de cintura para abajo, contando con unas minúsculas braguitas blancas a juego con su camisón de satén.
Comenzaba a notar la sangre amontonándose en sus oídos, provocando que escuchara fuertes pulsaciones en ellos. Mientras que sus pupilas se dilataban por el deseo y la garganta se le resecaba.
ESTÁS LEYENDO
Inocencia Robada
RomanceJanna, a punto de cumplir la mayoria de edad, regresa al rancho de su padre para indicarle que quiere estudiar veterinaria y quedarse allí, en vez de convertirse en una mujer cosmopolita de ciudad. Con lo que no contaba, era ver que sus sentimientos...