Capítulo 6

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-¿No han llegado aún? –Preguntó Paul, saliendo del edificio del juzgado con cara de preocupación.

-Tranquilo –Soltó un tanto apenada Louise-. Aún faltan veinte minutos... Tú testigo no te fallará. Sabes como es Adam con la puntualidad.

-Lo se –Agachó sus hombros mientras miraba a la calle con ojos vacíos, y escuchaba el suspiro de la mujer mayor-. No digas nada Louise, ahora sí que no digas nada... -Le imploró en un susurro al no estar allí cerca Francesca.

-Que quieres que diga –Se alzó de hombros-. Eres un magnifico hombre por lo que vas hacer. Pero estas destrozando tu vida... Tenía ganas de verte casar, pero no así...

-Tal vez sea un bien para mí –Le reprochó con dureza-. ¿Quién sabe lo que puede ocurrir? Sabes que la vida da muchas vueltas –Dijo en tono suave, intentando convencerse así mismo.

-Sí, ya se... Pero yo creo que... -Tuvo que callar al aparecer Francesca allí afuera, con cara de pocos amigos y seguida por Robin quien aún estaba más serio-. Hola... -Saludó poniendo una sonrisa en su rostro. La mujer no tenía culpa ninguna, y tampoco se merecía que la trataran mal... Era una buena madre, sufridora como muchas otras-. Aquí estamos, esperando al testigo principal.

-Aún quedan quince minutos –Sonrió Francesca con cierta timidez por todo lo que estaba por ocurrir.

-Eso le dije al nervioso Paul –Dijo utilizando un poco de humor para suavizar el ambiente tenso que flotaba desde hacía varios días entre aquellos tres-. Pero es raro que Adam llegue con el tiempo justo –Señaló Louise-. ¿Por qué no lo llamas al móvil?

-Sí, tienes razón... -Soltó exasperado Paul, buscando el aparato en el bolsillo de su traje, pero la aparición de un coche por la esquina a toda velocidad y resultando ser el de Thelma que frenaba de forma brusca delante del edificio de los juzgados, lo detuvo de hacer la llamada.

-Mira, aquí llega nuestra Thelma –Dijo Louise esperanzada-. Obvio que venían un poco... -Calló al ver como salía la mujer del coche con los ojos fuera de órbita y totalmente histérica-. ¿Thelma? –Susurró poniéndose nerviosa al ver que algo no iba bien y más, cuando la mujer se derrumbó a medio camino de ellos dejándose caer de rodillas en el suelo y rompiendo en grandes sollozos. ¡Dios mío Thelma! –Emprendieron a correr todos hacía ella.

-¡Mi niña!... ¡Mi niña! –Repetía lo mismo en un fuerte llanto a todos ellos cuando se le acercaron y trataron de ponerla en pie-. Mi niña, no... Mi niña no...

La llevaron a las escaleras, sentándola y dándole aire para que respirara. Todos llevaban el miedo en el cuerpo ante el estado de nervios que presentaba el ama de llaves. ¿Qué demonios había ocurrido? ¿Janna estaría bien? ¿Acaso había hecho alguna tontería por lo que él iba hacer? Todas aquellas preguntas pasaban por la mente de todos, no gustándoles nada lo que Thelma tuviera que decirles.

-¿Thelma, qué ha ocurrido? –Preguntó sujetándola con fuerza por los hombros al ver que la mujer solo hacía que balancearse y susurrar lo mismo todo el rato, con la mirada perdida en un punto de las escaleras-. ¡Mí niña! –Volvió a sollozar con gran dolor.

Justo en aquel momento, llegaba también con gran apresuramiento y las sirenas puestas el coche patrulla de la ciudad, frenando al subirse encima de la acera detrás del coche del ama de llaves. Era Hanck, el jefe de policía de allí y se acercaba a ellos con la expresión también dolorosa. Con gran furia se incorporó y se acercó al hombre, para sujetarlo por las solapas de su uniforme y gritarle en la cara pidiéndole una explicación.

-¡Maldita sea Hanck, qué demonios ha ocurrido! –Le exigió como un demonio apenas poniendo su rostro a dos centímetros del hombre-. ¡Dímelo!

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora