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-Despertar.

Confesó en apenas un susurro, arrancando del hombre un profundo y largo suspiro.

-No sabes, cuanto me gustaría poder ayudarte en ello –Reveló con cierto pesar-. Pero todo depende de ti, pequeña.

Giró su cuello para poder observarla, encontrándose con una imagen que le arrancaba grandes impulsos en su corazón.

Impulsos, que no se atrevía a realizar en aquel momento por miedo a espantarla. Sabía, que el que estuviera allí, significaba un gran paso en la joven.

De modo, que mejor calmaba su sed. No era momento de tomar la delantera en un acercamiento sexual.

-Es que ya me cansé de intentar aclarar mi mente con el paso de las horas, días o quien sabe cuanto tiempo me queda aún –Declaró con cierto temblor en su voz-. Siento cierta conexión contigo.

En los labios de Paul, asomó cierta sonrisa con aquel comentario.

-A decir verdad, desde que te vi rondar siempre cerca de la puerta de mi habitación en el hospital, noté que aunque no te conocía, ni mi entorno, ni a nadie de los que se me acercaban –Siguió revelando-. Algo en mi interior me impulsaba a esforzarme en intentar recordarte.

-No sabes lo frustrado que me siento con toda ésta situación –Exteriorizó con cierta opresión en el pecho.

-Eso, también me tiene preocupada –Habló mientras se atrevía acercarse a él, con un pequeño impulso de sus brazos y arrastraba su cuerpo, aún de rodillas a un palmo de Paul-. Tengo miedo -Hablo con timidez, mirando directamente al hombre a la cara, causando que éste diera un pequeño respingo y tensara algo más su espalda.


-¿Miedo de mí? –Preguntó con tono ronco y cierta precaución.


Por lo visto, tendría que haberle hecho más caso a su conciencia y no, a sus impulsos motivados por la frustración sexual.


¿Pero cómo demonios sabía ella, que había acudido a al ducha para comenzar con su seducción?


Se hallaba igual o más, confuso que ella.


-Sí –Mostró cierta contrariedad en su rostro-. Bueno, no... -Se mordió el labio inferior en un claro reflejo de nerviosismo.


-Tranquila –Susurró con suavidad Paul, alzando su mano derecha para conducirla hasta el rostro suave de ella y acariciar su pómulo-. Tenemos toda la noche y no hay público, de modo que tómate tu tiempo para explicarme lo que quieras –Indicó con gran compasión y cierta sonrisa en sus masculinos labios.


-No te tengo miedo –Se apresuró en aclarar con cierta impaciencia.


-Bien –Asintió con la cabeza y empleando cierta pausa en sus palabras-. Eso me parece muy bien –Le guiñó un ojo.


Janna, sonrió con timidez. Notando una inyección de valentía.


-El miedo que tengo, es de perderte –Volvió a seguir exponiendo, cada vez con menos timidez.


Paul frunció el ceño por el temor que tenía la joven.


Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora