Capítulo 4

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¡Se casaba en una semana! Pensó alarmada, mirándolo fijamente mientras los que estaban allí, los felicitaban un tanto sorprendidos. ¿Nadie iba ha decir nada? Miró disimuladamente a todos, pero frunció el ceño ante la mirada que le dirigió Thelma. Ella sabía algo, pero se lo callaba... ¿Cómo podía haber anunciado que se casaba, cuando antes la había besado? Allí había cosas que no le cuadraban. Francesca era una mujer muy bella, cierto. Pero era viuda recientemente y todos sabían, que amaba mucho a su difunto marido. Para que desearan casarse tan pronto, es que se suponía que era un amor fuerte de los espontáneos que los habían atrapado. Que querías el paquete completo en poco tiempo. Nada de esperas largas. Te desvivías por la otra persona... Y Paul, la había mirado a ella con deseo a parte de haberla besado. Para nada veía aquella mirada con Francesca. Por lo tanto, tan enamorado como para casarse ya, no estaba... ¿Qué ocurría? Además, no veía a la mujer una frívola de haber engañado a su marido, con el mejor amigo de los dos. No pegaban como pareja, así se lo decía su instinto. ¿Pero y si aún así se amaban y era cierto? Que después de todo se habían dado cuenta que se amaban. Y todas aquellas suposiciones que encontraba, solo salían de su mente por amarlo también. ¿Y qué pasaba con el beso de antes? Pues nada, acaso no podía ser que ella lo hubiese provocado sin darse cuenta. En aquel punto, era una completa ignorante.

Lo fue a mirar, teniendo la mala suerte que sus miradas chocaran. Pero aquella vez, no encontró nada en su mirada. Prácticamente, era como si no la viera ante él. Y aquella indiferencia le dolió mucho. Tanto, que creía posible que e amor que sentía hacia él pudiera convertirse en odio.

Definitivamente, aquel era su peor cumpleaños. Y ser adulta, no valía la pena si todo se basaba en dolor y sufrimiento. Si aquello era una pesadilla, que sonara ya el despertador para sacarla de allí.

Sábado. Aunque no tuviera que trabajar, no sabía estar hasta tarde en la cama. Soltando un profundo suspiro, apartó las sábanas para ir desnudo hacia la ducha. Suponía que un rato bajo el agua fría lo despejaría, logrando que despertara un poco. Apenas dormía y si lo hacía, prefería despertar a verse sumergido en un sueño erótico con Janna. Su vida era una infernal pesadilla. Pero aquella noche, era la que menos había pegado ojo. Durante toda la madrugada, le habían perseguido diferentes imágenes de ella. Su dulzura en el momento del beso, su calidez al entregarse a él... Pero después, solo era tristeza. Una tristeza que él también compartía. Pero no quedaba todo ahí. En el momento de su anuncio, cuando moría su corazón pudo ver como también lo hacia el brillo de los ojos de su pequeña. Todo había acabado. La había apartado de su lado para siempre. ¿Cómo iría todo con ella ahora? Posiblemente, que no le dirigiera nunca más la palabra. Pero todo era por un bien de ella. No quería resultar ninguna carga para ella en el día de mañana, cuando su interés por él tocara su fin.

Se hallaba bajo el chorro del agua, cuando a través del cristal ahumado de la mampara pudo ver como alguien accedía al baño. Louise, quien sino. Pensó con cierto fastidio al no tener ningunas ganas de aguantar un rapapolvo a primera hora de la mañana.

-Sabía que ya estarías despierto –Dijo ésta, sin importarle que a través del cristal se viera el contorno del cuerpo desnudo del hombre.

-Y por ello tienes que entrar aquí cuando me estoy duchando –Dijo sin ocultar su molestia, ante aquella invasión de su intimidad.

-Visto un hombre desnudo, adiós a todos los secretos. Sois todos por un igual –Señaló ignorando el tono molesto de él-. Venía a decirte que acaba de llegar Francesca.

-¿Francesca está aquí? –Se quedó por un momento quieto y sorprendido.

-Sí –Parecía que la mujer sonreía la hablarle-. Quiere que bajes, para hablar respecto al anuncio que hiciste ayer. Creo que opina como yo...

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora