Capítulo 9

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Cuando llegaron al hospital, vieron como afuera de éste había formado un gran revuelo de gente. Todos querían saber de Janna. Era obvio que estaban tristes por las muertes de los dos hombres. Y ahora, querían asegurarse que ella iba a salvarse. Por precaución, el jefe de los federales decidió ir por la parte de atrás. De aquel modo, no los frenarían por el camino.

Todos corrieron por los pasillos en dirección a urgencias, en donde la enfermera de guardia se puso en pie para atenderlos al saber quienes eran.

-¿Dónde está? –Preguntó Paul-. ¿Cómo se encuentra? –La agarró por los hombros al tiempo que la miraba a los ojos desesperado.

-Ha llegado hace diez minutos –Comenzó a explicar-. Tenéis que tener calma, ahora la están reconociendo.

-¿No puedo ir a verla? –Volvió a preguntar.

-Paul –Lo miró con cierta lástima-, han tenido que suministrarle calmantes. No nos dejaba acercarnos a ella... -Miró a todos-. Está muy asustada. Es como si se creyera que aún sigue retenida y todo esto es un sueño. Ha pasado por mucho... Hay que darle tiempo.

-¿Qué me estas intentando explicar? –Inquirió con mirada entrecerrada.

-Que por el momento, solo vais a obtener información –Cogió aire para seguir hablando-. Esta en estado de shock. En cuanto la veamos estable, probablemente que podáis pasar.

-Somos su familia –Comenzó a gruñir-. No creo que de nosotros tenga miedo. Nos conoce, somos rostros de cada día... Seremos un bien para ella –Suplicó al final.

-Por el momento son órdenes del jefe de médicos –Negó con la cabeza-. No puedo hacer nada más. Deberán esperar en la sala de espera.

-¡Demonios! –Vociferó Paul, dando media vuelta y saliendo a la calle para fumarse un cigarro ante tanta frustración.

A los dos minutos, el resto de ellos estaban junto a él con el ansia reflejados en los rostros. Ninguno hablaba, solo se hacían compañía tras recibir aquel nuevo golpe. El nuevo enemigo ya les había presentado batalla. La chica se hallaba en completo descontrol mental a causa del terror que había vivido. No podía ver a nadie, sin sentir la necesidad de salir huyendo... Si no hubiera sido tan idiota, él estaría para ella allí protegiéndola. Y tal vez, solo tal vez puede que aquel horrendo episodio, jamás hubiera tenido lugar. Pero aquello, era pensar a ciegas.

-Espero que no digan de ingresarla en ningún hospital mental –Gimió Thelma rota de dolor por toda aquella tragedia.

-¡Eso ni lo pienses! –La riñó con tono duro Paul-. Sabes que ella es muy fuerte. Lo superará, aunque tarde un poco.

-Sí –Sonrió débil, con lágrimas rebozando en los cansados ojos-. Tienes mucha razón.

De repente, un pequeño alboroto de gritos provenientes en la puerta principal del hospital, provocó que callaran y miraran hacia allí extrañados. Encontrándose como entraba un coche patrulla escoltado por dos motos. Al momento, el jefe de los federales aparecía por la puerta que ellos habían salido, con cierta sombra en el rostro. Aquello hizo que Paul y Robin se miraran por un momento con cierta sospecha, para empezar acercarse lo dos en dirección al vehículo patrulla.

-No –Los miró con tensión el federal-. Os quiero en donde estabais –Soltó un suspiro profundo-. Os comprendo, yo también haría lo mismo. ¿Pero qué vas ha conseguir con ello? ¿Ir a la cárcel, mientras él se libra de su pena de muerte?

-¿Entonces es uno de ellos? –Cerró Paul los puños.

-Abatieron a tiros a todos, menos al cabeza... -Confesó con pesar-. Le dieron en una mano y en una pierna... ¡No, ya os estáis alejando! –Gruñó al ver que iban al coche aún con más determinación-. Joder Paul... -Exclamó, provocando que todos se pusieran en tensión al ver lo que podía originarse allí.

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora