Capítulo 8

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Cuando pisó el último escalón de aquella vieja y oscura escalera, la mano que la agarraba por el brazo pasó con cierta brusquedad a sujetarla por la nuca, para agarrarla con más fuerza por los cabellos. De aquella forma, su vigilante la condujo a una habitación que había al lado iluminada por una bombilla que colgaba del techo. Ésta, estaba cargada del humo del puro que estaba fumando un hombre del que tenía conocimiento por primera vez. Pero por su postura, era obvio que se trataba de quien mandaba allí. Tendría cerca de cincuenta años, moreno y con la cara grabada con una enorme cicatriz de una vieja quemadura en todo su lado izquierdo. Aún le gustó menos, aquel hombre tenía escrito en su rostro la palabra terror. Sus ojos azules como el hielo, la miraron de arriba abajo con mucho detenimiento. Solo pudo ver frío desprecio en ellos.

-Buenas noches señorita –Habló con una voz ronca y tosca-. Lamento mucho su pérdida –Dijo soltando un profundo suspiro-, pero que se le va hacer, la vida nos da muchos reveses.

-Hijo de puta, asesino... -Masculló Janna con odio, cuando se refirió a su padre como sí tal cosa.

-¡Modera tus modales niña! –Gruñó su guardián, tirándole con más fuerza de su cabello, para hablarle al lado de su oído en tono amenazante.

-¡Ah! –Se quejó con la cabeza inclinada hacia atrás.

-Estas aquí abajo, para ofrecerle la prueba de que sigues viva al socio de tu padre –Dio una calada más-. Al parecer, no se fía de mi palabra –Se alzó de hombros-. Gafes del oficio. ¿Tienes alguna petición que hacerme?

-Ir al baño... -Respondió aún con la cabeza estirada hacia atrás, con la única vista del techo, aguantando de no volver a soltar ni una lágrima. Acababa de comprender, que iba ha tener que ser fuerte. El llorar, no le iba a servir de nada.

-Llévala –Ordenó tajante.

Fue soltada del agarre del cuello, recibiendo un fuerte empujón en la espalda para que saliera de allí. Fueron a mano derecha por el pasillo, hasta llegar a una pared en donde se vieron obligados a girar hacia la izquierda, encontrándose de pleno con el lavabo en ruinas y sin puerta.

-Venga, date prisa –La apremió el secuestrador dándole otro empujón.

-No... Hay puerta... -Señaló mirando hacia el pequeño espacio.

-Muy observadora, veo que aprendiste lo que es una puerta –Señaló con sarcasmo-. Pero verás, no nos llegó el pedido a tiempo, junto con las cortinas y cojines. Pero tampoco creo que haga ya falta arreglar esto. Así que apresúrate a bajarte las bragas sin soltarme otra protesta.

Con la respiración algo acelerada, entró dentro de aquella habitación. Para ver que las paredes se hallaban medio desnudas de sus racholas y cubiertas por una enorme capa negra de suciedad, en donde se habían acomodado algunas arañas. Porque llevaba muchas horas aguantando, pero sino daba media vuelta sobre sus pasos, dándole igual el molestar aquel gorila. Dio un paso más, parando enfrente del lavabo. Lo observó con gran aprensión, sabiendo que iba a tener que hacer malabarismos para que su cuerpo no rozara aquella mugre, y no olvidándose del gorila que la vería hacerlo.

Cogió aire con profundidad, pensando en que Paul se hallaba preocupado y luchando por su libertad. Si se portaba bien, pronto estaría con él... ¡OH! Fue cuando recordó, que era el día de su boda. ¿Se habría casado?

-¡No tengo toda la noche! –Gruñó el hombre despertándola de sus pensamientos.

Gracias la miedo que le recorrió por la fuerza de su tono, no tuvo ningún pudor en medio deslizarse las braguitas y orinar de pie, en aquella abandonada taza de wáter. Lamentando que no hubiera papel higiénico para limpiarse. Necesitaba limpiarse de toda aquella suciedad que había por alrededor, tener algo de control sobre sí... Pero tampoco tenía derecho aquello. Acababa de subirse la ropa interior, cuando notó como el matón se acercaba a ella hasta posicionarse enfrente. Con el miedo recorriéndole por todas las terminaciones nerviosas, alzó poco a poco la mirada para enfrentarse a la sonrisa que tenía plantada.

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora