Capítulo 5

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Miró la hora, comprendiendo que ya no era momento de salir para acercarse al rancho vecino y hablar con ella. Eran las diez y media de la noche, y se encontraba moralmente destrozado. Había sido una tarde muy dura. Todo habían sido gritos, hasta que la pobre Francesca había caído rendida, después de que le dieran un valium. La pobre se hallaba durmiendo en una de las habitaciones y el pequeño Tim con ella, para que no se asustara si se despertaba en medio de la noche en un lugar desconocido.

Y por tenerlos a ellos dos allí, que no se acababa la botella de whisky que tenía delante de sí. Pero ahora, en aquel instante es lo que le iría bien. Emborracharse, para poder quitarse de la cabeza la voz de Janna cuando le pidió en un gemido que no abandonara a su amiga.

Ahora, su sufrimiento era aún más mayor. Pues la chica sabía que aquel matrimonio no era de verdad. Que no se hallaba enamorado de su amiga. Pero gracias a dios, Francesca no le había dicho nada a ella de los sentimientos que le carcomían desde hacía muchos años. Aún tendría que luchar más, al estar junto a ella en un lugar a solas. Porque ella sabría, que si se dejaba llevar por el deseo, no estaba engañando a su esposa. Solo tendría que procurar no quedarse con ella a solas.

Aunque su amiga no lo quisiera, sabía que no había más remedio. Era el único de por allí, que podía ayudarla. Logrando hacer dudar a Sandra de que no fuera todo una treta, al conocerse ellos dos desde jóvenes. Con otra persona, ella diría que aquello era un engaño. Y aún así, ya habrían problemas siendo él quien se casara, pero tenía dinero y fuerza para afrontar aquella arpía. A parte de conocer bien a Francesca. Y sí, era mejor estar sereno si al día siguiente llegaba su amigo Robin.

Éste llegaba al rancho para poder redactar los papeles necesarios para el enlace, y porque estaba preocupado por él al enterarse de que se casaba con la amiga en común de sus infancias. Habían muchas cosas que arreglar, como la separación de vienes que había pedido ella, indicándole que sino, no habría tal enlace... Al menos, le daría ese punto de tranquilidad a ella. Con el ánimo por los suelos, puso el tapón a la botella de licor para levantarse y guardarla en el mini bar. Después, se acercó a la puerta para apagar la luz y dirigirse al salón a ver la televisión un rato. Necesitaba de algo, que lograra distraerle la mente por un rato hasta caer dormido.

***

-¿Dónde vas a estas horas? –Preguntó Adam, apareciendo junto a ella justo cuando se acercaba al recibidor de la casa-. Pensé que querías ver la televisión un rato conmigo antes de subir a dormir.

-Me apetece salir a dar una vuelta, si no te importa –Señaló con cierta duda por si le rogaba que se quedara-. Hace una noche muy agradable.

-Claro cielo –La miró por un momento fijamente a los ojos-. Pero si me necesitas para lo que sea, no dudes en venir a buscarme. Quiero que sepas, que siempre me tendrás ahí sea cuando sea.

-Gracias papá... -Parpadeó para evitar el vuelco de sus lágrimas-. Yo... Me voy... No creo que tarde mucho –Se acercó para depositar un ligero beso en su frente y salir de allí caminando bajo las estrellas.

Caminó por un rato, hasta llegar nuevamente a los establos. Recordando la noche anterior, sus labios rozar los suyos mientras su cuerpo era envuelto por el calor del hombre con una fresca fragancia. Por un momento, los dos habían estado en sintonía compartiendo una magia cálida. Fueron unos instantes en donde creyó que todo iba a ir bien. Como si estuviera verdaderamente en casa, dentro de aquel círculo masculino que eran sus brazos... Pero fue solo eso, solo un instante. Después, aquella sensación se vio destruida por no decir machacada a mil y un pedazos. No lo comprendía, y menos aún cuando anunció su enlace con Francesca. Hasta aquella tarde, cuando en el camino se topó con ella. Todo era un sacrificio... En donde ella no tenía ninguna cabida. Era imposible que se hiciera ilusiones como le decía Thelma. Y tampoco lo veía bien. No tenía porque poner en peligro la felicidad del pequeño, porque tal vez Paul se sintiera atraído por ella. Una cosa que había aprendido, era a no correr mucho. Y por una simple atracción que sintiera temporal hacia ella, no tenía que interponerse en la vida de Francesca.

Inocencia Robada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora