Capitulo 2

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Era increíble lo que me hacía pensar esa estúpida situación. Yo, Katniss Everdeen había excitado a Peeta Mellark, al Chico del pan. Y ni siquiera sabía cómo. ¡Era é el que me estaba acariciando! Suspiré y me senté en una roca, me descolgué la mochila y busqué en su interior. Si mal no recordaba debía de tener un panecillo ahí guardado, lo había metido la última vez que me había salido a cazar y como estuve tan entretenida finalmente no me lo comí aquel día. En efecto, ahí estaba, del tamaño de un puño, blanco y suave. Lo cogí y su olor me hizo rugir aún más a mi estómago.

Maldita sea, tenía que haber desayunado. Y todo por culpa del chico que había hecho ese perfecto panecillo. Su reacción me había asustado y me había colocado así él, era él que me estaba clavando "eso" yo no tengo la culpa de que me molestara, yo no tengo la culpa de haberlo tocado. Había tocado su...su pene.

Había tenido que buscar en mi memoria las clases de educación sexual que nos habían dado en el colegio para encontrar la palabra que nombraba esa parte de su cuerpo. En mi casa el tema "sexual" estaba completamente vetado. Y aunque no lo estuviera, la nula relación que tenía con mi madre no me habría dado la oportunidad. En esas clases también nos habían explicado qué era el periodo femenino, para qué servían las relaciones sexuales e incluso nos hablaron sobre métodos anticonceptivos. Recuerdo que sentí especial asco en la parte de las relaciones, y más aún cuando explicaron que como fruto la mujer podía quedar embarazada. Niños, bocas a las que alimentar, niños que al cumplir los doce años empezarían a participar en la Cosecha, niños que irían a los Juegos, niños que sufrían morirían...En ese momento decidí que nunca tendría hijos, nunca tendría relaciones sexuales, los métodos de anticoncepción eran demasiado caros para la gente de la Veta, era más importante comer.

Pero, ¿había cambiado de opinión? ¿Peeta me había cambiado en cuando a lo de...las. Relaciones...? Me ruboricé de nuevo al pensar en un momento tan íntimo con él. Yo la chica que había dado sus primeros besos actuando para el país entero ahora se ruboriza pensando en momentos de intimidad. Era gracioso cuanto menos.

Intenté dejar de pensar en todo eso y mordí el bollo de pan. Genial, duro y seco, ya no tenía nada de la suavidad que caracterizaba al pan de Peeta, pero...había comido cosas peores, mucho peores, no era nada exquisita. Acabe el panecillo en pocos minutos y me levanté estirando mis extremidades, hinchando mis pulmones de aire con ese olor a hierba mojada y pino, un olor fresco que tantos recuerdos agridulces me traía.

Anduve deprisa entre los árboles del borde del bosque hasta uno que tenía un enorme hueco en su tronco, metí la mano y saqué mi arco y el carcaj con las flechas. Era algo estúpido guardar ahí mis armas, ya que no había ningún impedimento para tener armas en casa en el nuevo Panem, pero qué iba a decir, era un animal de costumbres.

Me colgué los dos utensilios al hombro y me adentré aún más en el bosque, en busca de algún animalillo desprevenido. Al cabo de una media hora oí por encima de mí los murmullos y chilliditos de una ardilla. Dirigí mi vista hacia el sonido y allí estaba, una enorme y gorda ardilla mordisqueando lo que parecía una nuez. Incluso para las ardillas eran tiempos mejores, nunca había cazado ardillas tan gordas como las que conseguía ahora, además de que su número había aumentado considerablemente. Cogí el arco y una flecha, tensé la cuerda, apunté mientras contenía la respiración y la ardilla calló a mis pies. La miré durante unos segundos, al menos podía asegurar que mi habilidad como cazadora no había disminuido. La recogí con cuidado sin poder evitar mancharme las manos del viscoso líquido rojo que le manaba del ojo (justo donde la flecha se había insertado). Luego retrocedí por el mismo camino, devolví el arco y el carcaj a su árbol y me dirigía casa, no necesitaba cazar más, con una ardilla era suficiente para la cena, ya no tenía que sobrevivir a base de vender lo que cazaba.

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