Epilogo

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...

No veo nada, todo está demasiado oscuro, todo a mi alrededor son paredes, creo que estoy en mi casa, en mi antigua casa, en la Veta. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no estoy en la Aldea de los Vencedores? En ese momento oigo un llanto. Es un niño. Un niño pequeño.

-¡Prim!-

No puede ser nadie más, ningún niño vive aquí, solo ella, solo mi hermanita pequeña a la que tengo que proteger.

-¡Prim!-

El llanto del bebé se intensifica. Corro a oscuras, me estoy acercando. Está cerca. No. Ahora suena desde el otro lado del pasillo ¿Cómo? Me doy la vuelta, corro de nuevo. La angustia se centra en mi estómago. Me duele, me duele mucho. Quiero llegar hasta Prim, pero parece que su llanto cambia de un lado a otro. Corro y corro, pero cuando estoy cerca deja de llorar y vuelve a hacerlo desde donde vengo. ¿Por qué?

-¡Prim!

Por fin veo una luz. Por debajo de una puerta se cuela un poco de luz, el llanto procede de ahí, se intensifica. Le están haciendo daño. Ese llanto es de dolor

-¡No! ¡No! ¡Prim! ¡Prim!

La puerta no se abre. Pero sé que está ahí. Prim llora con fuerza, con mucha fuerza, aunque su llanto parece distinto, no es el llanto de Prim. No es Prim quien llora. Prim está muerta. Lo sé, yo vi cómo se volatilizaba entre las llamas. Llora un bebé. Es el llanto de un bebé

-¡No! ¡No! ¡ABRE!

La puerta se abre por fin. Pero la luz me ciega. Es más brillante que el sol. Mucho más. Se refleja en las paredes blancas, en la cuna con barrotes blancos. ¿Qué habitación es esta? Huele mal. Me dan nauseas. Sangre. Eso es, huele a sangre. Sangre seca y Oh, ¡No! Sangre y rosas. El olor dulzón de las rosas se mezcla con el metálico de la sangre.

Necesito vomitar. Pero entonces le veo. Ahí junto a la ventana por la que entra toda esa luz. No veo su cara pero sé quién es. Entrecierro los ojos y le enfoco. Snow... le creía muerto.

Hay algo que llora en sus brazos. ¡El bebé! Snow tiene ese bebé que llora y gimotea tan fuerte. Le está haciendo daño.

-¡NO! ¡NO!

El vacío en mi interior se intensifica al ver a esa criatura. Reconozco su llanto, ese llanto que me desvela por las noches. Que me reclama solo a mí.

-¡NO! ¡NO! ¡MI BEBÉ!

Ahora lo comprendo, Snow tiene a mi hijo ¿Por qué?

-¡le haces daño!

El bebé llora y yo me quedo inmóvil. ¿De dónde ha sacado esa flecha? Snow levanta la flecha en su mano derecha. Me mira sonriendo, con esa lengua viperina asomando entre los dientes. Ríe y la hace descender con fuerza contra el pecho del bebé que deja de llorar.

-¡NOOO! ¡NOOO!

Desperté entre los brazos de Peeta y mis manos se dirigieron rápidamente a mi vientre. Lloré y gimoteé vergonzosamente. Pero no me importaba. Seguía ahí. Mi hijo seguía ahí, protegido en mi abultado vientre. Me acaricie sobre mi ropa recordándome que era una pesadilla. Dejándome acunar entre los brazos de Peeta.

Desde que me había quedado embarazada las pesadillas se sucedían todas las semanas, pero ahora, faltando poco tiempo para dar a luz esas pesadillas se intensificaban en violencia. Y prácticamente el resultado era el mismo. La personita que crecía en mi interior moría a manos de alguien. Snow generalmente.

AprendiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora