Capítulo 19

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Lamento tardar tanto. Disfruten el capítulo 

En cuanto me acurruqué cerré los ojos y aspiré profundamente la almohada. Tenía el mismo olor que Peeta, a pan recién hecho, ya que estaba ocupado su lado de la cama. Acaricié la almohada y sonreí. Aun me costaba creer lo que había pasado en esa cama. Peeta y yo habíamos tenido relaciones. Habíamos hecho el amor. Y fue mágico. Cursimente mágico. Indudablemente Peeta era el chico más atento y tierno del mundo. Pero a la vez apasionado. Sus manos me acariciaban sin miedo. Estaba segura de que él conocía cada punto de mi cuerpo y la reacción que producía en mi cuando sus manos pasaban por aquí y por allá. Demasiadas caricias como para nos haberlo.

Él también sabía que zonas tocar y cuando para que mi respiración se acelerara. Sabía cómo besar mi cuello, el momento exacto en el que debía pasar a usar los dientes, el momento en el que la ropa iba a empezar a sobrarme. Y estaba segura de que él sabía ese punto de nuestras caricias en el que yo no podría decirle que no y aun así nunca me había presionado. Tuve que pedírselo.

Aunque cuando se lo pedí estaba completamente nerviosa y se formó un nudo en mi estómago, no vacilé y mi voz no me traicionó quebrándose, tuve que aguantarme la risa cuando vi su cara de asombro entre la de placer. Después de eso me beso tan dulcemente que por un segundo pensé que no aceptaría, que tendría que jurarle que quería que sucediera, incluso rogarle, porque creí que el pensaría que lo hacía por él. Pero me creyó y pocos minutos después estaba entrado en mí.

Si dijera que no me dolió estaría mintiendo. Un dolor agudo me atravesó en ese momento pero el calor de Peeta en mi interior, tan profundamente en mí, tan mío, mereció la pena. Porque si, Peeta era más mío que nunca. Solo mío.

Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos, yo nunca pensaba así, no era propio de mi persona. Siempre había pensado que nadie puede pertenecerle a nadie, solo a sí mismo, y aun así ahora estaba tomando posesión de Peeta, lo peor de todo era que esos pensamientos me agradaban. ¿Peeta sentiría lo mismo? Aún recordaba el momento en el que me había cogido de las muñecas y me había susurro que era suya...así que supuse que sí.

Metí mi mano bajo las sábanas y la podé en mi vientre, rozando con los dedos la parte más alta de mi intimidad, esa zona que debía estar cubierta de vello, pero que ahora por culpa del Capitolio estaba lisa y suave como cuando era niña. Recordé lo mucho que odiaba mi intimidad así, pero a Peeta no parecía importarle. Recordé como su mirada se dirigía a ese punto cuando toda mi ropa desaparecía de mi cuerpo, como se humedecía los labios mirándola, el tiempo que pasó en el sofá observándola minuciosamente. Definitivamente no le desagradaba. Aunque no entendía por qué a mí me había desprovisto de cada vello de mi cuerpo, dejándome solo el pelo y a Peeta le habían dejado como antes. Él seguía con su vello natural. Pensándolo bien mucho mejor para mí porque adoraba la línea que iba desde su ombligo hasta esa zona prohibida hasta hace un par de días. ¿Cuántas veces lo había pensado? ¿Cuántas veces mi memoria me había llevado a esa primera vez que la acaricié? ¿Cuántas veces mi imaginación se apoderó de mí consiguiendo que pensara en mi mano llegando más debajo de lo permitido?

Sonreí recordándolo. Si Peeta pensaba que estaba desesperado y que era un pervertido por querer intimar conmigo ¿yo que era? Aunque lo negara e intentara hacer desparecer esos pensamientos yo también los había tenido, mi imaginación había volado hacia situaciones comprometidas en alguna que otra ocasión. Y luego estaban los sueños. Esos sueños que se intercalaban con las pesadillas. Últimamente estos eran más numerosos y las pesadillas más escasas. En ellos por lo general solía pasar lo mimo, Peeta besándome y mordiéndome los labios, acariciándome con ternura, hasta que su mano tocaba mi sexo, luego como por arte de magia estaba sobre mí como hace un rato, haciéndome el amor. Pero a diferencia de esa tarde en mis sueños no sentía tanto placer. No sentía nada físico. Solo era sentimental, cariño, amor, ternura, y satisfacción por tenerle así.

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