Capítulo 18

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Capítulo 18

Volví a dormitar sobre el pecho de Peeta, completamente relajada, escuchando el palpitar de su corazón y el ritmo acompasado del aire entrando en sus pulmones. Sus manos se movían armoniosamente sobre mi espalda, dibujando de nuevo cientos de caricias.

-¿estás dormida?

-no...de momento...-noté como sonreía.

-¿Cómo te encuentras?

-Estoy genial...

-Pero te duele...-susurró contra mi pelo.

-Puedo soportarlo,,,-suspiró

-lo siento cielo...lo siento muchísimo –me besó la cabeza abrazándome más fuerte contra su pecho si eso era posible.

-Yo no lo siento, ¿preferirías que esto no hubiera ocurrido? –me incorporé para que nuestras caras quedaran a la misma altura, el negó con la cabeza –Entonces ese dolor es necesario –Besé sus labios dulcemente, saboreándolos.

Acto seguido Peeta me dio un beso en la frente y se levantó dejándome un poco descolocada, tumbada en la cama desnuda. Me sentí tremendamente frágil, y sentí que la cama era enorme en comparación a mi enjuto cuerpecito. Estando con Peeta las cosas cambian, la cama era el lecho más cómodo del mundo, suave y cálido. Pero allí, sola, se me antojaba enorme. Me incorporé levantándome, pero ahogué un grito contra mi mano al ver el estado de la cama. Estaba completamente revuelta, y ni siquiera nos habíamos dignado a retirar la colcha, por lo que en esta, en esa acolchada tela, había una importante mancha de sangre, más grande de lo que imaginaba que sería la hemorragia que se produciría al perder mi pureza. Siempre había oído que era posible sangrar, pero que el sangrado era mínimo, unas gotas, y eso no eran precisamente 4 gotas.

Peeta regreso en ese momento y me abrazó desde atrás, hundiendo su cabeza entre mi pelo para luego depositar un beso en mi cuello.

Mira...-señalé la impúdica mancha.

-vaya...eso es...

-demasiado grande, Peeta –Apreté sus manos que no habían dejado de rodear mi cintura con ternura.

-estoy seguro de que es normal, habrá chicas que sangren más que otras...en el patio del colegio se oía hablar a chicas...algunas decían que no sangraron...-suspiré, sabía que tenía razón, pero algo dentro de mí no dejaba que la preocupación desapareciera –nos ha costado mucho, quizás por eso la mancha es más grande...no pienses en eso, cariño

Se apartó de mí y con un movimiento rápido, apartó la colcha de la cama, dejándola en el suelo y me obligó a tumbarme en la cama sobre las sábanas. Se tumbó a mi lado y me beso con ternura.

-no te preocupes...además pronto dejara de dolerte.

Se colocó de rodillas y aunque intenté impedirlo por vergüenza, me separó las piernas para después colocarme en mi intimidad una gasa impregnada en lo que parecía agua fría. Me recorrió un escalofrío y de mi garganta salió un gemido, el cual no supe descifrar si fue de sorpresa o de alivio. Peeta besó mi vientre por debajo del ombligo mientras que hacía un poco de presión con el paño. Yo me dejé hacer, mirándole. Parecía que estaba completamente concentrado en su labor de aliviarme las molestias. Cerré los ojos y me mordí el labio cuando Peeta con otra gasa empezó a recorrer la zona de mis muslos más cercana a mi sexo, limpiando esas zonas de todo rastro de nuestra actividad.

-no hagas eso...-murmuró

-¿el qué?

-morderte el labio

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