Capítulo 13.

1.6K 119 1
                                    

—¿Que te estaba haciendo? —le dije a Samira mientras seguía agarrando al tipo contra la pared.

—Jared yo... Tengo miedo. —su forma de llorar se undió en mi.

Esto hizo que golpeara al tipo más fuerte en la cara, haciéndole lo que el le había hecho a Samira, daño. Lo tiré al suelo y le di una patada.
Antes de continuar con el, me quite el chaleco y se lo di a Samira para que se tapara lo que este hijo de puta había hecho con su vestido. Lo cogió y se lo puso con las manos temblorosas, eso me hizo enfadarme más.
Volví a cogerlo del pecho y a golpearle la cara con los dos puños. Estaba tan borracho que no podía defenderse bien pero se lo tenia merecido por haber hecho esa tontería. Se había metido con Samira. Se había metido conmigo.
Me senté encima de él y le di puñetazos por toda la cara, haciendo que sangrara. El idiota intentaba pegarme, pero sus sucias manos me hacían cosquillas.
Ignorando sus golpes, seguí dándole puñetazos.
Las manos se me habían manchado de sangre, pero no iba a parar de golpearlo. La iba a pasar muy mal por lo que acababa de hacerle a Samira.
Mi corazón me mandaba a protegerla, y así lo iba a hacer.
Alguien me cogió para apartarme de él, pero quería seguir golpeandolo, hasta que perdiera el conocimiento. Me levantaron de encima de él y me di una patada en el costado que le hizo gritar de dolor.
Briana era quien me había apartado de él, junto a Ethan, Jacob y un par de niñas más.

—Briana, ¿Están papá y mamá en casa? —le pregunté, mirando mis manos llenas de sangre.

—Han salido, volverán tarde.

—No llegues muy tarde a casa.

Me aparté de las manos de Ethan para coger a Samira del suelo y llevármela de allí. Todos la miraban como si fuese un extraterrestre, pero no importaba. Susurraban cosas como mira su vestido, está horrorosa...
Todos miraban al tío que estaba sangrando en el suelo, pero nadie lo ayudaba. Lo miraban con asco, con su ser repugnante merecía.
Briana me dijo que volvería en una hora, que Jacob la llevaba. Cogí a Samira en brazos, como una princesa y la lleve fuera de la casa.
Cuando estuvimos fuera, la solté en el suelo.

—Jared tu chaqueta...

—No te la quites, no puedes volver a esa fiesta.

—Pero si es mi casa..

—No vas a volver hasta que la fiesta acabe. Osea, mañana.

—¿Donde voy a ir? —maldita sea, Samira no llores más.

—Te vienes conmigo.

Fui andando a casa con ella, sin decir ni una palabra por el camino. Cuando llegamos, abrí la puerta y encendí la luz. Ella se quedó en el marco de la puerta, le hice un gesto para que entrará, y enseguida lo hizo.
Subí a mi habitación y busqué en el armario. Saqué una camiseta algo larga, y se la di a Samira para que se quitase ese apestoso vestido roto.

—Puedes ducharte, necesitas relajarte un rato. Toma esta camiseta, es lo que tengo para ofrecerte. Aquí te espero...

—Muchas gracias Jared, no tenías que molestarte.

Se metió en el cuarto de baño y fui a la cocina. Empecé a buscar algo para darle de comer, y puse una pizza en el microondas mientras que se duchaba. Saqué dos vasos de coca cola del frigorífico y los puse en la mesa, y me senté a esperar. La pizza terminó a los quince minutos y la saqué, poniéndola también en la mesa. Al momento salió Samira del baño. Tenia el pelo mojado y la piel húmeda.

—Ven, siéntate, come algo.

—Jared... —Dijo y se sentó a mi lado. —Muchas gracias. Si no hubiese sido por ti, no se lo que hubiese pasado. No deberías de haberte molestado en hacer todo esto.

—Eh, ya está. —Miré su mejilla, estaba morada. —Ese hijo de puta...

—¿Que pasa Jared? Calmate..

—¿Que me calme? ¿No has visto lo que te ha hecho en la cara?

—Ya ha pasado todo.

Le di un puñetazo al mueble del salón y fui a la cocina. Busqué una bolsa por todos lados, hasta que encontré una. La llené de hielo y volví al salón.
Le puse la bolsa a Samira en la mejilla y me sonrió con pena en su cara.
La besé, quizás así conseguiría arreglar algo, pero me sentí bien. Como si llevará tiempo esperando esto.
Me siguió el beso, pero la paré. Le volví a poner el hielo en la cara y se lo sujeté un rato.
Tiré el hielo y corrí a mi cuarto a por una manta. Al llegar abajo, Samira se había quedado dormido en el sillón. Dejé la manta a un lado y la subí a mi habitación, dejándola en mi cama y tapando su cuerpo con la manta de mi cama. La observé y me di cuenta de que era hermosa, la mujer más guapa que conocía, y yo, como un gilipollas, la perdí.

Atentamente, Jared. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora